"Ciertas cosas son tan importantes, que necesitan ser descubiertas solas."
Paulo Voelho
Paris
Cuando Samuel me dijo que había estado un mes en coma pensé que había sido un chiste de mal gusto, por lo que le pedí que buscara algo para comprobar la fecha, me trajo un calendario, y definitivamente había pasado un mes.
-Pero, pero.- Las palabras se me atoraban en la garganta, sacudí la cabeza y lo miré asombrada- ¿Cómo?, sentí que fueron horas, esto no puede ser...- Él se pasaba la mano por el cuello y suspiro sonoramente antes de sentarse en la silla otra vez para tomar mis manos.
-Estuviste en coma un mes y... No sabíamos que hacer, todo había pasado tan repentinamente que no entendíamos por qué sucedió, ni como ayudarte.- Él bajó la mirada y yo me senté en el borde de la cama para tenerlo de frente. Noté que una gota cayó al suelo. Estaba llorando, ¿Samuel Arcángel se encontraba llorando por mí?
Tomé su rostro suavemente entre mis dedos y lo alcé para que me mirara a los ojos, los cuales se habían puesto rojos, resaltando más el azul que tenían.
Esa escena me rompía mi corazón, no es lindo ver llorar al chico malo que te molesta, sin pensarlo bien lo abracé y él correspondió. Lo estrujé con fuerza entre mis brazos, haciéndole saber que estaba aquí y no me iba a ir. Era un abrazo reparador, de esos que juntan un alma en pedazos o corazones rotos. Nos separamos un poco y juntamos nuestras frentes.
-Pensé que te perdería de nuevo.- Esas palabras hicieron que mi corazón se estrujara aún más.
¡Él tenía miedo de perderme!
-Pensé que no te caía bien.- Dije con una sonrisa burlona mientras lo miraba a los ojos.
Bravo, Bravo, siempre arruinando momentos lindos con tu estupidez.
Él se rio y después me sonrió de oreja a oreja- Pues... Digamos que no eres tan desagradable como pensaba.- Me hice la ofendida e intenté alejarme pero con un movimiento rápido me tomó de la cintura y me acorraló contra la pared, sus abrazos estaban a cada lado de mí cabeza- Oh no, no te me vas a escapar. No tienes idea de las ganas que tenía de hacer esto.- Sonrió pícaramente mientras se iba acercando.
No se escuchaba nada más que nuestras respiraciones agitadas y el ruido de nuestros corazones golpeando. Parecía que en cualquier momento se escaparían de cuerpos y se irían juntos.
-¿D-de qué hablas?- A pocos centímetros de mí, nuestras narices se rozaban.
-De esto.- Se acercó más hasta que nuestros labios se encontraron, miles de corrientes de electricidad recorrieron mi cuerpo.
Él bajo sus manos a mi cintura y yo pasé mis brazos alrededor de su cuello, enredando mis dedos en su cabello. El beso era apasionado, necesitado, hambriento. Nuestras bocas encajaban perfectamente, como si fueran hechas la una para la otra. Su lengua jugaba con la mía como si ya se conocieran desde hace tiempo. Sus manos me apegaban cada vez más a su cuerpo, evitando hasta la más pequeña distancia. Todo esto lo sentía familiar, como si ya lo hubiera sentido antes, como si ya conociera su boca pero no lo recuerdo, no recuerdo nada.
Antes tenía el sentimiento de que me faltaba algo, esa angustia que se te forma en el pecho por la tristeza y la pérdida de alguien importante pero no sin saber de quien se trataba, hasta que Samuel apareció en mi vida. Noté como si hubiera estado esperado una eternidad para éste encuentro.
Un fuerte estruendo en el piso de abajo nos tomó por sorpresa, provocando que nos separáramos rápidamente. Por los gritos que se escuchaban, descubrimos que los ángeles nos habían encontrado y estaban atacando la casa.
-Corre.- Me ordenó Sam, en ese momento me encontraba en un estado de shock. Entonces, él acunó con sus manos mi rostro- Paris, necesito que corras. Ve al bosque, escóndete y ten esto.- Se sacó su cadena y me la entregó- Éste amuleto va a impedir que te rastreen, es más poderoso que los otro. Ahora veté, te quiero a salvo y si veo que alguno de estos ángeles te atrapó, créeme que te las verás conmigo.- Me sonrió tristemente y salió de la habitación.
Salí disparada por la puerta secreta que Bacarra me había enseñado hace tiempo, y sin mirar atrás, corrí por el bosque, esquivando ramas y árboles.
Cuando estuve lo suficiente alejada de la casa, me detuve unos segundos a descansar, pero no era seguro seguir aquí por lo que me dispuse a continuar, hasta que algo llamó mi atención. Detrás unos arbustos, se encontraba escondida una cueva, y sin pensarlo dos veces, me metí en ella. Dentro había una pequeña luz que dejaba a la vista una especie de cabaña.
-¿Hola?- Grité por lo bajo, provocando el eco de la cueva- ¿Hay alguien ahí?
No tuve respuesta, por lo que aseguré estar completamente sola y entré. Una hermosa sala me dio la bienvenida, con una chimenea, un sillón y varios muebles más.
Encima de la chimenea se encontraban varios portarretratos llenos de polvo y lo que parecía un álbum de fotografías. Lo tomé todo lo que pude para verlo, mientras me sentaba.
Limpié un poco todos los cuadros para poder observar mejor las fotos, descubriendo así que todas eran de la guerrera y el ángel juntos, parecían una hermosa pareja. Abrí el álbum y me encontré con varias imágenes de ellos junto con una bebé, la acerqué más a mis ojos y me llevé una gran sorpresa. Esa bebé se parecía a mí, pero eso no podía ser verdad. ¿Cierto?
Un fuerte dolor atacó mi cabeza, provocando que el aire le costara entrar en mis pulmones. Salí afuera de la cueva necesitada de aire fresco, la noche había caído y el bosque estaba totalmente oscuro.
Caí de rodillas al suelo sofocada, sosteniéndome con ambas mano la cabeza, la cual no dejaba de palpitar. Muchas imágenes pasaban ante mí como una película.
Mis padres...
Cerré los ojos con fuerza y el dolor desapareció. Todo llegó a mí claramente, soy hija de la jefa Alisha de la tribu Kiowa y el ángel Ertosi, potestad que impide que los demonios destruyan el mundo. Los recuerdos me abarcaron de golpe, acelerando mi corazón.
¿Como pude olvidarlos?
-Mis amigos...- Corrí de vuelta a la cabaña y tomé algunas armas de mi madre, que pensé que me podrían ayudar. Después de tener todo lo necesario, salí disparada hacía la casa, otra vez.
Paré en seco cuando vi que se encontraba toda destruida. Entré de sopetón, observando todo con cuidado, recorrí toda la casa en busca de alguien pero estaba vacía o eso pensaba.
-Sabía que ibas a regresar.- Me di vuelta y me hallé con un chico parecido a Samuel, con la diferencia de que él tenía los ojos de un color café- Es un gusto conocer a la persona que rompió todas las reglas que existen en la Tierra.- Sonrió. Diría que casi me derritió con sus dientes perfectos y tiernos hoyuelos pero él se llevó a mis amigos.
-¿Dónde están?- Dije tomando un poco de distancia de él.
-Paris, ya los tenemos a todos, no hay nada que puedas hacer.
Nada me exasperaba más en éste mundo que me digan lo que podía hacer, cada uno pone sus propios límites y le voy a mostrar a éste idiota de lo que soy capaz. Le sonreí maliciosamente y me desplacé, escaleras arriba.
Conocía esta casa como la palma de mi mano, así que entré en una habitación del segundo piso y me escabullí en un escondite. Escuché sus pasos apresurados y la puerta abrirse súbitamente, desde donde me encontraba podía observar su espalda, por lo que me apresuré a salir, tomándolo desprevenido.
Caímos al suelo juntos, y aproveché la situación para subirme a horcajas sobre él mientras acercaba un cuchillo a su garganta.
-Bien, ahora vas a ser un lindo ángelito y me vas hacer caso.- Dije peligrosamente.
-¿Por qué haría yo eso?- Dijo riéndose, apoyando sus manos en mi cintura.
Cansada del juego, apoyé el cuchillo en su mejilla y con mis piernas apreté sus manos para que no se moviera mucho. Empezó a retorcerse del dolor pero no lo solté, el cuchillo tenía incorporado Talio, fatal para un ángel.
-Eres una...- No continuo hablando porque inmediatamente cayó desmayado.
Sin perder tiempo, lo amarré y lo arrastré al bosque para interrogarlo. Costó mucho pero al fin logré, justo para el momento en el que despertaba.
-¿Dónde estoy?- Preguntó desorientado.
-Estamos en el bosque y no intentes nada porque lo vas a pagar.- Éste rio, causando que lo mirara confundida.
¿Dije algún chiste?
-Ahora sé que fue lo que hiciste para que mi hermano se fijara en ti...- Hizo una pausa y me escaneó de arriba a abajo- Eres más fuerte de lo que aparentas, también lista, astuta, además de hermosa.
-¿Quién es tu hermano?- Pregunté confundida ignorando su comentario.
-Samuel, al parecer fuiste la única que hizo que mi hermano menor rompa las reglas, siempre fue un chico correcto, pero lo ocultaba con esa personalidad de malo.- Hizo un silencio- Te voy ayudar.- Confesó con una sonrisita.
Lo miré atónita, éste chico debía tener serios problemas de bipolaridad, primero quiere llevarme, después me alaga y ahora quiere ayudarme.
-No voy a caer en tus juegos.- Dije apuntándolo con el cuchillo y achinando los ojos.
-No es un juego, estuvo mal lo que hice, cometí muchos errores con él y los juzgue mal, ahora suéltame que soy el único que te puede ayudar.- Dude mucho, no sé si pueda confiar en él.
-¡Ey!, miren a quien tenemos aquí, la chica que rompe las reglas.- Giré sobre mis talones y me encontré con cinco demonios que se acercaban lentamente.
-Suéltame, ahora.- Susurró el ángel, no me quedaba otra opción, era soltarlo o arriesgarme.
Corté con mi cuchillo las sogas y nos pusimos uno al lado del otro. Me tomó en sus brazos, haciendo que desaparezcamos de repente.
-¿Y bien?- Aparecimos en la cima de una montaña desolada- ¿Vas a confiar en mí?- Dijo parándose en frente de mí.
-Por ahora sí, pero te tengo vigilado.- Dije en tono amenazante, él rio- Ahora llévame a dónde sea que están mis amigos.
Volvió abrazarme, y muchas luces nos rodearon, llevándonos al lugar dónde los estaban reteniendo.
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Editado: 16.03.2019