"Alcanzarás buena reputación esforzándote en ser lo que quieres parecer."
Sócrates
Paris
Al momento de llegar, me quedé abrumada. Estábamos en una Iglesia, creí que era un chiste pero al descender por unas escaleras antiguas, me di cuenta de que no era ningún chiste. Éste lugar daba miedo, había celdas por doquier, con personas en los rincones llorando o suplicando por sus vidas, que solo eran iluminadas por unos pequeños focos.
¿Qué pudieron haber hecho estas personas para estar acá abajo?
Esa pregunta se repetía una y otra vez en mi cabeza mientras seguiamos avanzando por los oscuros túneles.
-Están en cárceles diferentes.- La voz del ángel que ahora era mi guía por estos lugares me sacó de mis pensamientos. Lo miré expectante para que siguiera hablando, y al parecer entendió mi indirecta. Rodando los ojos prosiguió explicando- En la del fondo se encuentra Samuel y en esas otras dos están Bacarra y Emma, ve a buscarlos que yo te cuidaré las espaldas.- Me señaló cada una de las celdas.
Tomé el manojo de llaves que me estaba extendiendo, cuando un grito nos alertó, o más bien un llamado. En ese momento nos quedamos helados, hasta que él reaccionó de pronto y me empujó para que me escondiera detrás de una pared.
Pude alcanzar a escuchar que hablaban acerca de una reunión en el gran salón y luego, sus pasos al marcharse. Al no ver más peligro, corrí hasta dónde se encontraba Samuel, abrí la puerta, con el corazón latiendo desbocadamente,y la cerré de golpe. El lugar, a diferencia de los otros, se hallaba en penumbras, dificultándome la misión de por encontrarlo. Saqué mi celular y alumbré un poco mi camino para poder guiarme.
Al encontrarlo, un grito intentó salir de mis labios. Se encontraba encadenado a la pared con algunos golpes en su rostro, las muñecas y tobillos no paraban de sangrarle. Esa imagen fue muy dolorosa, hizo que mis ojos se empañaron un poco al saber que se sacrificó por mí.
-Sam...- Lo llamé despacio, para asegurarme de que era él y lo confirmé cuando éste levantó la cabeza, se veía débil y agotado.
-Paris, ¿Qué haces aquí?- Murmuró bajo, y pude notar algo de miedo en su voz- Deberías estar lejos, no me digas que te atraparon.
-Vine por ti.- Susurré con la voz entre cortada.
-No, no puedes rescatarme. Tienes que irte antes de que alguien regrese por mí.- ¿Les dije que odio que la gente me diga lo que puedo o no hacer? Bueno, eso hizo que me hirviera la sangre, y el coraje se adueñó de mi cuerpo.
-Cállate, no me digas lo que puedo hacer. Vine a rescatarte y me importa un tómate si es lo que quieres o no.- Dije regañándolo en un susurro. Él me miró con los ojos abiertos, como platos y cerró la boca, dejé escapar un largo suspiro y saqué las llaves para liberarlo. Al soltar las ataduras, Samuel cayó al suelo.
-Lo siento, no debí hablarte así pero no quería que te pusieras en peligro.- Me puse de cuclillas delante de él y con mi dedo índice tomé su barbilla para alzarla.
-Vine para salvarlos y además no estoy sola.- Solté con una risita- Vamos, todavía faltan los demás.
Ayudé a Sam a levantarse, sorprendiéndome con su estabilidad física, éste chico era más fuerte de lo que aparentaba.
-Los demás están en aquellas celdas.- Le señalé lo que sabía.
Fui la primera en avanzar unos pasos hasta que escuchamos unas risas, permanecí pasmada durante unos segundos, mientras Samuel murmuraba algo a mis espaldas, que no llegué a escuchar. Las risas y voces se podían oír más cerca. Alguien, tomándome desprevenida, agarró mi brazo y tiró de mí para que me adentrara a la celda otra vez.
Estaba acorralada entre la pared y un cuerpo, su respiración golpeaba de lleno en mi mejilla, haciéndome recordar lo que pudo haber pasado en la casa si los ángeles no hubieran atacado. Me sonrojé, como un tómate, ante esos pensamientos pero agradezco estar en la oscuridad, así no me podrá ver. Cuando el silencio inundó todo, se acercó a mi oído.
-¿Mencioné alguna vez que te ves linda sonrojada?- Creo que eso hizo que mis mejillas explotaran, le di un ligero golpe en el brazo y eso solo hizo que su pecho vibrara.
Me crucé de brazos y lo aparté de un empujón. Estaba a punto de salir, si no hubiera sido que una mano tiró con fuerza de mí. Samuel me tenía acorralada de vuelta pero su rostro no tenía expresión alguna.
Juntó nuestras frentes y cerró los ojos con fuerza mientras su cuerpo se relajaba notablemente. Acuné su rostro entre mis manos para hacerle saber que estaba con él y no lo iba a dejar, él abrió los ojos de golpe y deslizó sus manos por mi espalda, acercándome hacia su cuerpo. Con una mano en mis caderas y la otra en mi nuca, juntó nuestros labios en un beso voraz y salvaje, me besó como si no hubiera un mañana, ¿cómo podía ser que éste chico me pusiera a ver estrellas con sólo un beso?
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Editado: 16.03.2019