"La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco."
Platón
Paris
¿Miedo? Por supuesto que lo tenía, las lágrimas no paraban de deslizarse por mis mejillas, al igual que por las de Adara y Emma, los chicos, por su parte, se mantenían con una expresión neutra. Temía esto desde un principio, que por culpa de un amorío, todos terminarán pagando con sus vidas.
-Prepárense cadetes.- Ordenó burlón el rubio, con tono militar, mientras que en su mano aparecía una bola de fuego.
-Cierra la boca, Rick.- Gruñó Yaroslav, aborrecido por la actitud de su compañero. Los demás imitaron la acción del rubio sin emitir comentario.
Cerré mis ojos con fuerza, sin poder creer que todo por lo que habíamos estado luchando hasta ahora, se fuera de desvanecer en tan solo unos segundos.
Nos hallábamos de rodillas ante nuestros verdugos, formando un circulo sobre el suelo. Estábamos a punto de ser asesinamos por un grupo de demonios de alta jerarquía y, los primero ángeles que creó Dios.
Muchos me dirán cobarde por morir con los ojos cerrados, sin embargo, la realidad era otra. No podía ver el momento en el que las bolas de fuego atravesaran a mis amigos, por lo que cuando estuvieron a punto de lanzarlas, cerré con más fuerza mis ojos y retuve el oxígeno posible en mis pulmones.
Aguardé impaciente unos segundos, y nada había pasado, sólo se escuchaba un silencio tortuoso seguido de un sonido ahogado.
Abrí rápidamente mis ojos y me pasmé ante lo que mis ojos presenciaron. Nos encontrábamos rodeados por una especie de escudo negro transparente, lo único que se podía escuchar eran las bolas de fuego y los rayos que impactaban contra él, formando un ruido ahogado
Me levanté del suelo con prisa y me acerqué a mis amigos, para tratar de ayudarlos a ponerse de pie. Definitivamente todos nos encontrábamos absortos con la majestuosidad del escudo, parecía estar hecho de pequeños cristales.
-¿Qué diablos pasó, y qué es eso?- Pregunté anonadada con esa magia.
-No tengo ni la menor idea, ya tendríamos que estar bien muertos.- Comentó Bacarra desde atrás mío.
-Creo que tengo una idea de lo que acabamos de presenciar...- Dijo Nicolas mirando a Adara con una sonrisa entre divertida y emocionada.
-Yo no hice nada, así que ni me miren.- Se excusó cruzándose de brazos sobre su panza.
-Por supuesto que no fuiste tú, tonta.- Dijo burlón, sin borrar su expresión mientras se acercaba a ella, para luego abrazarla desde atrás, acariciando su panza de ocho meses- Él o la causante de que estemos vivos, se encuentra dentro de éste hermoso vientre.- Murmuró con cariño, trazando círculos en la barriga de Adara mientras apoyaba la cabeza en su hombro.
-Chicos, no quiero interrumpir esta hermosa escena pero debemos irnos, ahora.- Interrumpió Samuel posicionándose a mi lado.
Un golpe hizo que el escudo de mi sobrino o sobrina se rompiera, pero antes de que los demonios hicieran algún movimiento, tomé a todos de las manos y nos orbité a mi antigua casa. Miles de luces blancas nos rodearon en el momento que los demonios se prepararon para atacar, sin embargo, desaparecimos en el momento justo.
Al llegar a mi casa, suspiramos aliviados y nos dispusimos a observar en que condiciones se encontraba la casa. Todo se encontraba hecho un desastre, debió haber sido por la última visita que tuve de los ángeles, cuando todo esto recién comenzaba.
Todos respiramos tranquilo y después de revisar todo, decidimos dirigirnos a mi habitación, que al parecer era la única habitación de la casa que no se encontraba destrozada.
Adara y Nicolas se sentaron en la cama, acariciando el redondo vientre de mi amiga. e. Bacarra y Emma se encontraban parados en medio de la habitación, abrazándose con si su vida dependiera de eso.
Fijé mi vista en Samuel que caminaba de un lado a otro, como un animal enjaulado y suspirando sonoramente. Me acerqué a él con cuidado y toqué su hombro para llamar su atención, me dio una rápida mirada para luego salir de la habitación echando humo por las orejas. No pensaba quedar atrás, por lo que le seguí el paso hasta la cocina, que al igual que toda la casa se encontraba destruida.
Se detuvo en la isla y apoyo sus manos sobre su superficie, agachó la cabeza con pesadez. Estaba enojado, lo conocía muy bien, ya que su espalada se hallaba contraída y respiraba con fuerza.
-Sam, yo no fui. Nunca haría...- Intenté explicarle, apoyé mi mano sobre su espalda, la cual se relajó notoriamente bajo mi tacto. Se giró bruscamente, asustándome en el acto, y me observó atentamente y tomó del brazo para para acercarme a él, de una manera inesperada.
De un segundo a otro me encontraba sentada en la pequeña isla con Samuel entre mis piernas, y con ambas manos sujetó mi rostro con delicadeza, como si fuera una flor. Se mantuvo en silencio por unos segundos hasta que juntó nuestros labios. Me besó con desesperación, jugando entre lo voraz y pasional. Se adueñó de mi boca, introduciendo su lengua para jugara con la mía, provocando que fuertes corrientes de energía me chocaran e hicieran temblar, por suerte estaba sentada, sino ya hubiera terminado en el suelo.
Sus manos pasaban de mi cintura a mis piernas en un vaivén que me estaba volviendo loca. Nos separamos para boquear oxígeno, como los peces, momento que no desaprovechamos para juntar nuestras frentes y observarnos, enfrentándose el marrón verdoso de mis ojos con el azul marino de los suyos.
-Juro que voy asesinar al imbécil que se atrevió a tocarte.- Gruñó con rabia. Dejé escapar una risita, que generó que se le formara una sonrisa traviesa en el rostro- Aunque no voy a negar que tiene buen gusto para elegir ropa.- Lo golpeé jugando, en el hombro, haciéndome la ofendida, por lo que él sólo se rio. Me bajé de donde estaba para buscar refugió entre sus brazos. Cuando los encontré, nos fundimos en un abrazo reconfortante.
-¿Cuál es la respuesta, Mor?- Le supliqué con los ojos cerrados, disfrutando su aroma y dejando un beso en su hombro.
-No lo sé pero lo vamos a resolver juntos. Te lo prometo.- Dijo solemne a su palabra, estrujándome con más fuerza.
Me dejé llevar por el momento, los latidos de su corazón hacían un ritmo, que en mi opinión, eran muy relajantes, como el vaivén de una canción de cuna.
La Luna roja...
Susurró una voz en mi cabeza, ajena totalmente a mí. La respuesta no podía ser más obvia, ¿cómo no lo había pensado antes?
-Tienes razón...- Murmuré con felicidad, separándome repentinamente de Sam.
-¿Qué?- Preguntó con el ceño fruncido, se encontraba totalmente desconcertado con mi repentina acción.
-Ya se cual es la respuesta Samuel.- Casi salté de la alegría frente a él- La Luna roja, la historia no especifica un lugar, si no un momento.- Lo agarré de los hombros y lo zarandeé para que reaccionara.- ¡Esa es la respuesta!
Sus ojos se abrieron de sobremanera, y tomándome en sus brazos nuevamente, me levantó en el aire e hizo que empezáramos a girar, estallando en carcajadas los dos.
Lo habíamos descubierto al fin, ahora sólo nos faltaba descubrir cuanto faltaba para la próxima Luna roja.
No tardamos mucho en regresar a mi habitación para contarles a los demás sobre la respuesta del acertijo. Adara y Emma fueron las primeras que se acercaron a mí, desbordando de alegría, las tres nos tomamos de las manos y empezamos a saltar. Luego, pasó algo que verdaderamente nos impresionó a todos. Cuando nos separamos, yo me acerqué a Samuel para rodearlo con mis brazos, Emma se pegó a Bacarra y mi mejor amiga se aproximó tímida a Nicolas, el cual la observaba hace tiempo con una sonrisa radiante, y sin pedir permiso unió sus labios con los de ella.
Cuando se separaron, nosotros teníamos los ojos y bocas muy abiertos, mientras que Adara se sonrojaba tapándose la boca. Nicolas por otro lado sonreía orgulloso de su acción.
-Aw.- Dijimos Emma y yo al mismo tiempo.
-Bien, los dejaremos solos.- Mascullé empujando a los chicos para que abandonaran la habitación.
-¡Pero yo quiero ver qué sucede!- Dijeron Bacarra y Samuel a unísono, como niños chiquitos.
-Cállense nenitos, ellos necesitan privacidad.- Regañó Emma.
Todos salimos de la habitación con una sonrisa cómplice. Pensando en el próximo interrogatorio que se acercaba.
-Yo creo que Nicolas y Adara van a terminar juntos.- Declaró Bacarra, como si estuviera apostando.
-Para mí Nicolas la va hacer muy feliz, es como un príncipe azul.- Dijo Emma, ganándose una mirada de Bacarra, lo cual hizo que se sonrojara.
-¿Qué se juegan a que mi hermanito se hace cargo del hijo de Adara?- Comentó Samuel uniéndose a la conversación.
-Sería muy lindo de su parte si hiciera eso, Ada sufrió mucho con el tema de Logan, y que llegué él y la haga feliz me emociona mucho.- Dije recordando la mirada brillosa de mi amiga al nombrar a Nicolas..
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Editado: 16.03.2019