En Busca de Ti

31. La Luna Roja.

"El dolor físico no es nada si lo comparamos con el miedo; esa mierda se queda contigo para siempre."

James Hetfield.

Paris 

Nos encontrábamos hablando de las posibles intenciones que tenía Nicolas con mi amiga, jugando con las más disparatadas ideas que se puede imaginar. Estaba feliz por ella, había sufrido mucho por ese maldito demonio, por lo que esperaba que Nicolas la haga muy feliz, porque si no se las verá conmigo. 

Por un momento, parecíamos chinos normales hablando de cosas triviales un sábado por la noche, no había ángeles ni demonios, no había peligro. Espero que podamos llegar a ésta tranquilidad, donde nada nos preocupara, lamentablemente, necesitábamos estar vivos para eso. Un carraspeo me trajo de vuelta a la realidad, alejando mis ilusiones de una vida tranquila. 

-Ejem.- Ese ruido hizo que todos nos calláramos, y buscáramos a la fuente de esa voz. 

-Chicos, ya sabemos cuando va a ser el próximo eclipse lunar.- Dijo una muy sonriente Adara, acompañada de un Nicolas en las mismas condiciones. 

-Será dentro de una semana.- Agregó el ángel detrás de mi amiga, con una mano en su espalda baja. 

Todos nos levantamos emocionados y nos fundimos en un abrazo grupal. Solo teníamos que intentar sobrevivir una semana más, faltaba poco para vivir nuestro "y vivieron felices..." 

-Tenemos que buscar un lugar seguro para pasar la noche.- Soltó Samuel, pasando un brazo por mis hombros y besando la parte superior de mi cabeza. Todos nos quedamos callados unos minutos reconsiderando los lugares más seguros. 

-Podemos quedarnos en la cabaña, nadie conoce ese escondite, creo.- Dije insegura, moviéndome de un lado a otro por la adrenalina. Todos asintieron de acuerdo. 

Adara nos hizo con las pocas cosas que encontró en mi antigua cocina, unos amuletos para cambiar nuestras apariencias, puesto que teníamos que comprar "muchas provisiones para nuestra supervivencia", término utilizado por Bacarra. 


*** 


Nos hallábamos caminando por las calles del pueblo como gente normal, lo último que queríamos era levantar sospechas y llamar a los Arcángeles o Demonio. 

Los chicos fueron a comprar los colchones inflables para dormir mientras que nosotras teníamos que ir por la comida necesaria, no sé de dónde, los chicos nos dieron varios billetes, como para comprar comida para un año. 

-Bien, Paris, tú compra alimentos que no necesiten frío. Emma, busca todo lo relacionado con la higiene y yo me encargaré de los alimentos que requieran frío. Nos vemos en la caja, no se demoren mucho, necesitamos ser rápidos.- Ordenó Adara, como toda una líder. 

Minutos más tarde, me encontraba en la sección de alimentos no perecederos, tratando de alcanzar algunos artículos que se encontraban en los estantes más altos. 

Podrías llamar los objetos o usar tus alas. 

Podría, pero Adara dijo que no llamemos la atención. 

Bien, prueba saltando, por ahí llegas, enana. 

Eres muy mala para ser mi conciencia. 

Gracias. 

Bufé cansada por lograr alcanzar lo que quería y lo peor de todo, es que no había nadie en el pasillo para ayudarme. Estaba por darme por vencida cuando vi un banquito no muy grande. 

Dah, usa el banquito para llegar. No creí que fueras tan tonta. 

Gracias por avisar lo que estaba a punto hacer. 

A veces pienso que tienes cinco años y no veintidós. Madura un poco chica. 

Déjame tranquila, soy lo suficiente madura. 

Sí, claro, y yo soy un unicornio. 
Después de una pequeña discusión sobre mi madurez decidí tomar el banco rápidamente para que nadie me viera. Me subí con cuidado a él sin problema, pero aún así, me faltaba un poco para alcanzar mi objetivo, por lo que me puse de puntas de pie para alcanzarlo. 

Cuando logré agarrar el paquete que necesitaba, el banquito se tambaleo hacia atrás, provocando que cayera y me llevara con él. Cerré mis ojos del susto, esperando un impacto que nunca llegó. 

Abrí los ojos despacito y luego, como plato, al ver a la persona que había evitado mi caída. 

Yaroslav. Santa Teresa de Calcuta, es el demonio sexy. 

Cállate, no ayudas en nada. Idea un plan de escape. 

Di algo idiota, creo que no te reconoció todavía. Distráelo. 

Me escaneó con la miraba, buscando algún problema o error, pero cuando no lo encontró me bajó con cuidado de sus brazos. 

-¿Estás bien?- Me preguntó con una sonrisa dulce, generando que yo entrecerrara los ojos. 

-Sí, gracias.- Dije rápidamente, un mal presentimiento me recorrió desde la punta del pelo hasta la punta de los pies. 

-No hay de que, hermosa.- Me alagó, aún sonriendo- ¿Cómo te llamas? 

Piensa rápido, un nombre cualquiera. Emm... María, Teresa, algo. 

-Me llamó Teresa.- Susurré, tratando de formar una sonrisa, que más bien salió como una mueca. Sino lo conociera, diría que es un buen chico pero lamentablemente lo conozco muy bien. 

- Yaroslav.- Dijo extendiendo con gusto su mano, la cual tuve que aceptar obligatoriamente. 

-Emmm... Me tengo que ir, deben estar esperándome.- Giré sobre mis talones, y sin esperar una respuesta de su parte, me marché en  busca de las demás cosas. 

Con la comida ya lista, me dirigí hacia la caja, observando detenidamente el lugar, por si acaso a Yaroslav se le ocurría invadir mi espacio personal, nuevamente. Esperé unos minutos a que mis amigas llegaran hasta mí, con los brazos igual de cargados que los míos. Omití decir que uno de los príncipes del infierno se encontraba aquí, para evitar cualquier inconveniente. 

-¿Qué tienes, estas temblando?- Preguntó Adara cuando llegó a mi lado. Ambas chicas me miraban preocupadas. 

-N-nada.- Dije tartamudeando. Nos faltaba una sola persona para llegar a la caja e irnos. 

Cuando tuvimos las compras ya hechas nos detuvimos en la puerta del supermercado a esperar que pasaran por nosotras. Estábamos teniendo una fluida conversación hasta que alguien se le ocurrió interrumpirla. 

-Hola Teresa, ten.- Dijo el príncipe demoníaco mientras me extendía un papel, se acercó a mi oído y su aliento chocó contra él, trayéndome recuerdos que serían mejor no recordar- Para que la próxima vez me llames antes de cometer un suicidio.-  Se mofó antes de irse. 

Me quedé inmóvil en mi lugar, sin saber lo que acababa de pasar. ¿Acaso me había dado su número? 

-Hay que irnos, de inmediato.- Gruñó Adara, tomándome por los hombros, sabía que estaba igual de asustada que yo. Pasaron unos minutos antes de que llegaran los chicos. 

-Llegaron los amores de sus vidas.- Apareció primero Bacarra, haciendo su gran entrada, como siempre- ¿Por qué tienen esas caras largas? 

- Yaroslav.- Fue lo único que les dije. Se miraron entre sí antes de acogernos entre sus brazos y sacarnos del lugar. 

-Vámonos ya, está todo listo.- Afirmó Samuel, agarrando mis bolsas y tomando mi mano con dulzura, para luego dejar un beso sobre ella. Asentimos con cuidado y nos dirigimos a la cabaña 

Nos instalamos perfectamente, sin embargo, yo no podía quitarme de la mente esos ojos negros que parecían mi perdición. Como estábamos demasiados cansados, decidimos dormir un poco. Nos repartimos los colchones y los extendimos sobre el living de la cabaña, utilizando todo el espacio posible. 

Cuando todos estuvieron profundamente  durmiendos, me levanté cuidadosamente, procurando hacer el menor ruido posible. Tomé un vaso de agua y me dirigí a la entrada de la cueva, para poder espabilar mis pensamientos. 

-Teresa...- Murmuraron entre medio de la oscuridad de la  noche, lo que hizo que mi cuerpo se pusiera rígido, y los bellos de mi cuerpo se erizaran. Un cuerpo empezó a tomar forma, dejando a la vista un hombre, que gracias a la luz de la Luna, pude identificar perfectamente. 

-Yaroslav.- Murmuré temblorosa, el miedo se palpaba en mi voz, además de mis gelatinosas piernas. 

-María... María... María.- Repitió mientras giraba a mi alrededor- ¿Sabes? Me resultas ligeramente familiar, ¿nos conocemos de algún otro lugar?- Preguntó dudoso, con una mueca. 

-N-no lo creo.- Contesté como pude. Se paró delante mío y apreció mi amuelo entre sus dedos, intenté no temblar o parecer intimidada cuando sus dedos rosaron mi única salvación, pero toda la esperanza que tenía se esfumó en el momento que arrancó el collar de un sólo tirón. 

-Paris...- Susurró asombrado, alejándose unos pasos para observarme mejor- Te he extrañado mucho, la mia principessa

 




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