"La mala suerte no existe. Es algo que nos creemos, una escapatoria. En realidad llamamos infortunio a la conjunción negativa de hechos que no hemos sido capaces de prever."
Chris Amon.
Samuel
Ese maldito se la llevó, no podía creer que la había perdido de vuelta. Caminaba de un lado al otro mientras tiraba un par de mechones de mi cabello. Se había ido hace, aproximadamente, tres horas, y aún no lo podía creer. En ese lapso, había destruido un par de árboles, arbustos y algunas piedras, claramente por accidente.
-¡Basta!- Grité con todas mis fuerzas, asustando solamente a mis amigos. Gracias a Adara, los niños no se despertaron, ya que después de derribar el primer árbol, puso unos campos de fuerza para aislarlos de los sonidos fuertes.
-¿Qué quieres hacer?- Preguntó Bacarra tomándome por los hombros.
-Quiero esos malditos anillos, ella se fue para que no nos atacaran más y me pidió eso. Ese maldito anillo para que podamos estar juntos de una vez por todas.- Dije con rencor, la ira corría por mis venas y aumentaba por cada segundo que ella no estaba a mi lado.
Cuando rompí las reglas, anularon mis poderes de Arcángel. Sólo me quedaron los que posee un ángel normal, al principió no me importó mucho, pero ahora lo único que quería era acabar con ese maldito demonio.
-El eclipse es en una semana, ¿cómo piensas conseguirlos?- Dijo Emma apareciendo detrás de mi amigo, mirándome de una forma triste y desesperanzada.
Me giré en dirección a la bruja que descansaba en los brazos de mi hermano, dar a luz a tres niños la había dejado exhausta y sus poderes no estaban en las mejores condiciones.
-Adara.- Llamé la atención de la bruja que levantó su cabeza en mi dirección, sin embargo, no se movió de su cómoda posición- Necesito mis poderes de vuelta, ¿hay alguna forma de conseguirlos?- Ella asintió con la cabeza y me señaló un libro que estaba sobre la mesa junto con otros, fueron los únicos libros que pudimos sacar de la casa antes de que se quemara.
-Creo haber leído algo de eso en ese libro.- Asentí y lo tomé en mis manos para comenzar a leerlo.
-¿Y bien?- Dijo Nicolas intrigado por lo que había descubierto.
-Dice que tenemos que hacer un ritual, no es tan difícil como parece... Necesitamos un poder angelical para ayudar a los míos a salir a la luz, también se tiene que hacer en una noche de Luna llena para fortalecerlos.- Informé a mis amigos, con una mueca.
¿Y si la próxima Luna llena es el año siguiente?
Pues te jodes, ve preparando la espada, príncipe. Porque tu princesa te necesita hoy.
-Mañana hay Luna llena, tienes que tener cuidado, porque también es cuando despiertan los hombres lobo.- Avisó la bruja antes de irse a ver cómo estaban los niños.
Suspiré sonoramente mientras apoyaba el libro en la mesa, devuelta. Salí unos minutos a fuera, necesitaba pensar otra forma para conseguir esos dichosos anillos, un camino rápido.
-Vuelvo en unos minutos, necesito estar sólo.- Mascullé antes de salir de prisa de la cueva, como alma que lleva el diablo.
Caminé unos minutos por el bosque, en silencio, hasta llegar a una extensa laguna donde me senté por un momento. Refregué mi rostro con ambas manos en señal de frustración, siempre había algo que me separaba de ella. Miré la Luna que se encontraba en la fase de Cuarto creciente, mi fase favorita, las dos mitades, oscuridad y luz en un sólo lugar.
-¿Podré estar con ella sin problemas?- Le pregunté a la Luna, como si la respuesta me la fuera a dar ella.
-Podrías, si aceptas mi ayuda.- Dijo una voz femenina, fruncí en ceño notablemente.
¿La Luna me había respondido?
Bajé mi vista y me encontré con una hermosa sirena apoyada en el borde del agua. No me mal entiendan, las sirenas son los seres más hermosos del mundo, ya que su belleza es perfecta para atraer a las personas e introducirlas a los mares o lagunas donde son ahogados, además de su belleza, son las que conocen mejor el mundo mítico.
-¿Quién eres?- Dije levantándome del susto. Una chica con cabello rojizo salió del agua, sentándose en el borde de la laguna donde me encontraba minutos antes.
-Agláope, creo que te puedo ayudar con tu problema, Samuel.- Me mantuve callado para que continuara hablando- Creo que te puedo ayudar con tu búsqueda del anillo.
-¿Qué sabes de ellos?- Dije manteniendo mi distancia, no me atraía tanto como para lanzarme al fondo, porque aunque no la tuviera a mi ladi, mi corazón siempre latiría por una sola persona.
-Se donde se encuentran algunos de ellos.- Dijo mirándose las uñas, llamando mi atención completamente.
-¿Cómo qué sabes dónde se encuentran?, la profecía decía...- No pude terminar porque me interrumpió con su melodiosa voz.
-Porque la profecía facilita su encuentro.- Hizo un gesto para que me acercara un poco. Con mucha duda me aproximé, manteniendo una distancia prudente- Puedo ayudarte a conseguir tres pares, pero se encuentran en el fondo de esta laguna y no son fáciles de conseguir.- Dijo soltándome del cuello, del cual no me había percatado cuando lo tomó.
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Editado: 16.03.2019