"Devolver odio por odio multiplica el odio, añade una oscuridad más profunda a una noche ya desprovista de estrellas. La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: sólo la luz puede hacer eso. El odio no puede expulsar al odio: sólo el amor puede hacer eso."
Martin Luther King.
Paris
Los aullidos de los hombres lobos resonaban por toda la habitación, quitándome el sueño y poniéndome muy nerviosa, eran el sonido más espeluznante que había escuchado en mi vida. Es tonto pensar que en cualquier momento entrarían en la casa y harían lo que quisieran, porque Yaroslav los aniquilaría con solo mover un dedo, sin embargo, eso no me hacía estar más tranquila. Un aullido seguido de un fuerte relámpago hizo que pegara un salto en la cama, provocando que casi cayera de ella.
El demonio nunca se presentó en mi habitación, lo que por un lado generó que sintiera un alivió en mi interior, pero al no escuchar nada, me hizo pensar que había ido.
Me acerqué temerosa a la ventana que estaba tapada por las cortinas, para ver que era lo que estaba sucediendo a fuera, por lo que las separé un poco.
-¡Ah!- Grité a todo pulmón cuando vi a la enorme bestia que se encontraba del otro lado de la ventana, observándome con sus espeluznantes ojos amarillos y colmillos sobresalientes.
La criatura al tener una mejor visión de mí, rompió la ventana en miles de pedazos, preparándose para atacar, y sin pensarlo, salí corriendo como pude. Miré una sola vez hacía atrás y vi como el hombre lobo me pisaba los talones.
Me tomó del pie con su garra, haciendo que cayera al suelo boca abajo. Un gran ardor se sintió en mi espalda, causado por el contacto de las uñas del horroroso animal, haciendo que gritara aún más fuerte.
-¿Por qué gritas Paris?- Se escuchó la voz de Yaroslav a lo lejos, se oía molesto conmigo, cuando debería ser al contrario.
Las lágrimas inundaban mi cara y me costaba hablar. La criatura me estaba aplastando con su cuerpo y su aliento chocaba con mi oído. De un momento a otro no sentí nada más, con mucho dolor giré sobre mi espalda y vi como un hombre vestido de negro mantenía a la bestia controlada.
Era un chico alto, de tez morena con ojos verdes esmeralda que resaltaban en la oscuridad. Cuando me vio, dejó a la vista su hermosa dentadura, donde resaltaban dos perfectos y enormes colmillos puntiagudos. Ahí fue el momento donde me percaté que se trataba de un vampiro. Se intentó acercar a mí pero lo único que hice fue llorar más fuerte, haciendo que se alejara resignado y se llevara al hombre lobo consigo.
-¿Qué haces fuera de la habitación?- Gritó de vuelta el demonio a mis espaldas, pero no me podía mover, solo me quedé en el piso viendo el punto donde habían desaparecido las dos criaturas- ¡Te dije que no podías salir de la habitación!- El segundo grito me despertó del trance. Giré sobre mi misma y me levanté con mucho esfuerzo. Me dolía todo el cuerpo pero solo me limité hacer una mueca.
-Yaroslav, amorcito. Vuelve a la cama.- Dijo una chica a lo lejos, por eso el bastardo no me había escuchado.
-Vete al infierno, maldito demonio.- Gruñí entre dientes cuando lo tuve en frente, para luego pasar por su lado con indiferencia, pero el me sujetó del brazo y tironeo de él, haciendo que un grito escapara de mi boca- Justo ahí me duele, amorcito.- Dije con sorna.
-¿Qué diablos te pasó en la espalda?, estás sangrando.- Dijo con total sorpresa en su voz, en el momento que iba a contestar, otro grito de esa zorra inundó el lugar- ¡Ya voy!- Rugió con fastidio.
-¿Enserio?- Dije volteándome, me encorvé un minuto por el dolor para después volver a reincorporarme con prepotencia- ¿Creo que fue el hombre lobo que entro por mi ventana y me corrió por todo el pasillo?- Pregunté con sorna. El demonio abrió los ojos como plato y me observaba atónico.
-Paris, yo...- No dejé que dijera nada más porque no quería escuchar nada de su parte.
-No te quiero escuchar.- Gruñí para después pasar por su lado y alejarme de él con toda la dignidad posible.
Cuando llegué a mi habitación todo estaba destrozado, y usé mis poderes para mover el armario, dejándolo justo en frente de la ventana para no arriesgarme a otro ataque, puesto que no creía poder sobrevivir a otro.
Me dirigí al baño y cerré la puerta con seguro para no entrara nada ni nadie. Me saqué la remera con mucho cuidado, lo último que quería era dañar más mi pobre espalda, y me miré en el espejo de cuerpo completo. Un grito de sorpresa salió de mi boca, toda mi espalda estaba lastimada y chorreaba sangre a montones. Busqué con desesperación el botiquín y saqué aguja e hilo para las heridas, ya que eran demasiado profundas.
Costó pero al fin pude terminar de cerrar cada una de mis heridas y limpiar toda la sangre, no hacía falta decir que se me escaparon varios gritos de dolor, además de varias lágrimas y maldiciones contra toda la humanidad. Salí del baño con ropa limpia y me senté en la cama a pensar en todo, hasta que unos golpes en la puerta se hicieron escuchar.
-Adelante.- Susurré cansada, había perdido bastante sangre, y lo último que necesitaba era otra pelea. A los segundos entró el demonio con la cabeza agachas.
Lo miré sin decir una sola palabra, aún seguía molesta por haberme dejado en esta asquerosa mansión y por haber dejado que un hombre lobo me lastimara.
-T-te traje u-una aspirina para el dolor, y un vaso de jugo.- Tartamudeó Yaroslav, lo que me sorprendió, porque él siempre hablaba con seguridad, despotricando a todo el mundo por su rango en el infierno.
-Gracias.- Dije sin mirarlo, dejó las cosas en la mesita y se quedó parado, observándome- ¿Necesitas algo más?
-Paris, y-yo lo siento mucho.- Murmuró con dolor, acuclillándose delante de mí. Tomó mis manos y las empezó a besar- No fue mi intención que pasara todo esto, pero no llores, no voy a dejar que te hagan más daño.- Dijo limpiando mis lágrimas, que no paraban de deslizarse por mis mejillas. Si Samuel estuviera conmigo, todo esto no hubiera pasado, él nunca dejaría que alguien me hiciera daño, pero todo lo que hice fue por su bien- Espero que algún día me perdones y me llegues a querer, por eso te traje aquí conmigo.
Una sonrisa amarga se instaló en mi rostro, alejé sus manos de mi rostro de golpe, sorprendiendo, y cambiando mi expresión neutra a una furibunda lo encaré.
-TÚ me haces daño.- Dije marcando bien el tú, éste se paró y se alejó mientras negaba- Tú me lastimas, si nunca hubiera estado aquí, esto no habría pasado.- Yaroslav se pegó a la puerta como si lo estuviera reteniendo algo sobrenatural. Me acerqué a él para poder enfrentarlo y aclararle muchas cosas más- Tú eres malo y nunca en la vida te vería de otra forma, solo sabes causar dolor y yo no fui la excepción.- El demonio cerró con fuerza los ojos, evitando mis palabras- Mírame.- Susurré con calma, pero al ver que no me hacía caso, lo volví a repetir más fuerte- ¡Mírame, maldita escoria de la vida!- Abrió los ojos de golpe y podía sentir el dolor que transmitía su mirada, sin embargo, no me detuve. Quería dar el golpe final- Te odio y eso no va a cambiar.
Me alejé de él llorando, esto dolía y mucho. Estar en un lugar que no conoces, con un demonio y una jauría de hombres lobo afuera. La situación me había superado y había estallado como nunca antes.
-Lo siento.- Susurró abrazándome con cuidado por atrás, para no lastimar mi espalda. Me giré asqueada y lo encaré de vuelta, el enojo se había ido, dejando conmigo un dolor profundo que me carcomía por dentro. Yaroslav al notar que había bajado la guardia se acercó para abrazarme, mientras me acariciaba el cabello y murmuraba un "lo siento" varias veces.
Se alejó un poco y limpió las lágrimas que quedaban, pero mientras lo hacía, hizo una mueca de dolor y apartó las manos. Lo miré confundida y él rascó su nuca nervioso, ahí pude ver como sus manos se encontraban rojas, como si se hubiera quemado con algo.
-¿Qué te sucedió en las manos?- La curiosidad me ganó y mi boca se dejó llevar, preocupándome, como una tonta, a veces tener un corazón tan empático frustraba. El demonio negó y no dijo nada más, se estaba por ir cuando lo tomé del brazo para pedirle explicaciones, éste se volteó y me observó dubitativo, cuando quité mi mano noté las mismas quemaduras- ¿Te quemé?
-Emm... No princesa.- Me alejé de él cuando intentó acercarse.
-Quiero la verdad.- Dije cruzándome de brazos, Yaroslav bufó cansado y asintió con la cabeza.
-Sí, Paris. Como somos de naturalezas opuestas y eso hace que nuestra anatomías se rechace al tocarse, pero no duele.- Dijo con una sonrisa triunfante, negué con la cabeza y le señalé la puerta.
-Veté, y no quiero que me vuelvas a tocar nunca más en tu vida.- Dije con asco en mis palabras, no iba a lastimar a alguien, no era tan cruel para hacerlo. El príncipe sin chistar salió de la habitación fría, donde me encontraba.
Me recosté de vuelta en la cama y pensé en todo lo que había pasado en mi vida los últimos años.
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Editado: 16.03.2019