En Busca de Ti

38. Lo encontré y te encontré.

"No es que el problema no tenga solución, es que todavía no ves la respuesta."

Rafael Vídac.
 

Paris 

Mi corazón latía a mil por hora, mi respiración se encontraba acelerada y le costaba al aire entrar a mis pulmones. Cuando pude salir del trance en el que estaba, bajé las escaleras corriendo, encontrándome con un inmenso desastre, hice una mueca de asco ante semejante escena. 

Había algunos muebles tirados en el suelo, muchas botellas de cerveza desparramadas por doquier, en simples palabras, un chiquero total. Una chica con poca ropa pasó por mi lado y me miró de arriba abajo para después formar una mueca de repulsión e irse. 

-¿Paris?- Me giré y ahí se hallaba Yaroslav, acompañado de dos chicas, hice otra mueca ya que las chicas iban con poca ropa encima- ¿Qué rayos haces aquí? 

-Y-yo, vine a buscar un vaso de agua porque no podía dormir.- Mentí, necesitaba ir a la cocina porque era la única habitación que contaba con una puerta que daba al patio exterior de la casa.  

-Está bien, no te tardes y vuelve acostarte.- Dijo en tono autoritario, giré los ojos. ¿Quién se creía? ¿Mi papá? 

-Ey, ¿Quieres unirte a la fiesta, hermosa?- Dijo el pelirrojo junto con una nalgada para mí, sonreí notablemente cuando ahogó un grito, mientras ocultaba la mano que seguramente tenía una gran quemadura- ¿Te dijeron que estás que ardes, nena? 

-¿Si quieres te doy un abrazo, mi amor?- Dije sonriendo maliciosamente, el pelirrojo asintió con una sonrisa pícara pero antes de que pudiera tocarlo, Yaroslav se interpuso entre nosotros, bufé aburrida y me crucé de brazos, frustrada por no haber podido completar mi travesura. 

-Ni se te ocurra.- Gruñó el demonio que tenía frente a mí con total enfado en su voz- Ve a buscar el vaso de agua y vuelve a tu habitación, es una orden. 

-Sí, mi capitán.- Dije llevándome una mano a la frente en forma de saludo militar. 

-Habló enserio, Paris.- Me regañó, como un papá lo hace a su hija pequeña. 

-Sí, como digas papá.- Dije con sorna, antes de marcharme sin esperar su respuesta, o más bien dicho regaño. 

Salí disparada hacía la cocina, que no quedaba muy lejos de la sala principal donde se encontraba "la fiesta". Me asomé a una ventana que quedaba un poco alta para mi estatura pero para mí mala fortuna no alcancé a ver absolutamente nada. Suspiré sonoramente, dispuesta a irme, pero inmediatamente se me ocurrió la mejor idea de todas. 

-Subirme a la mesada.- Susurré para mí misma. 

No fue difícil subirme, no obstante, la oscuridad de la noche no me dejaba ver más allá. Estaba por rendiré de nuevo, cuando vi otra vez como unas sombras se movían en la oscuridad, encendí rápidamente la luz para que me vieran y así fue. Los seis venían corriendo rápidamente hacía donde me encontraba pero se detuvieron por un momento. Giré mi cabeza confundida, todos movían sus brazos para que vaya así allí.

Minutos después me encontraba corriendo descalza por todo el patio, lo sé algo estúpido de mi parte pero ni siquiera me había dado cuenta de eso hasta que una rama se incrustó en mi pie. Me encontraba a punto de lanzarme a sus brazos, hasta que todos hicieron señas para que me detuviera, lo que hizo que los mirara confundida porque no entendía de lo  que estaban hablando, sus voces se escuchaban distorsionadas. 

Samuel agarró una piedra y la lanzó en mi dirección, pero antes de llegar a mí se desintegró y en ese momento lo comprendí todo. Yaroslav, después de la noche en la que entró el hombre lobo, puso un campo de fuerza alrededor de la casa. Me separé un poco para buscar una forma de destruirlo, miré fijamente a Samuel y se me ocurrió un plan. 

Corrí unos metros atrás para tomar distancia del escudo y les hice seña a mis amigos para que hagan lo mismo, cumpliéndolo al instante. 

Me moví un poco para calentar mis músculos, me encontraba nerviosa, era mi única posibilidad de salir. 

Sí Yaroslav se llegara a enterar... 

Sacudí mi cabeza para concentrarme en derivar ese muro. Extendí mis manos al frente e hice lo mismo que había hecho antes con el jarrón, imaginé como esa pared se rompía en miles de pedazos. Dos rayos brotaron de mis palmas, en dirección a esa barrera, pero al ser muy fuerte me cansé demasiado rápido. Gritos se escucharon desde adentro de la mansión, poniendo mi cuerpo en alerta. 

-Ya se enteraron...- Murmuré con pánico, me giré rápido y lo volví a intentar pero ésta vez usando todo lo que tenía, cerré mis ojos para concentrarme más. 

Crash... 

Ese ruido fue la señal perfecta para que abriera los ojos de golpe, la barrera se había roto justo a tiempo. 

-¡Paris!- Gritó una voz que pude reconocer como la de Sam, mis parpados me pesaban y no podía mantenerme de pie. Esperé el impacto de mi cuerpo contra la tierra pero éste  nunca llegó- Lo hiciste muy bien, pequeña. Estás conmigo.- Susurró en mi oído y  con la poca fuerza que me quedaba lo abracé. 

-T-te extrañé.- Dije tartamudeando, me sentía un poco exhausta pero con su ayuda, logré pararme firmemente. 

-Yo también, mi amor.- Me abrazó más fuerte y dejó un beso reconfortante sobre mi cabello. Hundí me cabeza en el hueco de su cuello y me quedé ahí por unos momentos, aspirando su aroma- Lo encontré y te encontré.- Murmuró en mi oído, me alejé un poco para poder ver su rostro, en el cual tenía una enorme sonrisa. Iba a preguntar de que estaba hablando, antes de que un gritó, que se escuchó más cerca de lo esperado, me interrumpió. 

-¡Paris!- Gritó Yaroslav, se le escuchaba muy enojado. Busqué con mi mirada, de donde había provenido ese grito, y él se encontraba a unos centímetros de nosotros, como había dicho antes, se encontraba furibundo. Su mandíbula estaba tensa y sus puños yacían a sus costados en forma de puños, los cuales se tornaron- Vuelve a la casa, ahora.- Dijo entre dientes. Me paré delante de Samuel, sabía que él no tenía sus poderes y no quería ponerlo en riesgo. 
-No.- Dije firme y cortante, haciendo que él mandara un dolor leve a mi cabeza, cerré mis ojos por impulso para acallar ese dolor. 

-No fue una pregunta, te quiero inmediatamente en esa maldita casa.- Ordenó con fiereza, acercándose peligrosamente, el dolor se intensificó un poco más y cuando lo tuve frente a frente la rabia me dominó. 

-O, ¿qué?- Dije retándolo con altanería- Tus amiguitos están todos ebrios allá dentro.- Otro dolor que se expandió por todo mi cuerpo, haciendo que me encorvara sobre mí misma. Un gemido de dolor salió de mi boca, haciendo que mis amigos se quisieran acercar- Alto ahí.- Mascullé lo bastante alto para ser oída. 

-No lo volveré a repetirlo, Paris.- Dijo sin expresión en el rostro. No me moví ni un centímetro, por lo que volvieron esos dolores, pero si yo iba a sufrir él también. Con un esfuerzo sobrehumano llevé mis manos a su rostro, donde las refregué hasta su cuello. Su grito desgarrador hizo que se me helara la sangre. 

-Vamos, Paris. Es hora de irnos.- Los demás príncipes salieron de la casa al escuchar el grito de Yaroslav, tomé la mano de Sam y salimos los seis corriendo en dirección al bosque para escondernos. 

Nos paramos unos minutos después para descansar un poco, no sin antes comprobar que nadie nos perseguía. 

-No siento nada, se habrán ido de vuelta a la mansión.- Dijo Bacarra que se encontraba bastante serio. 

-Estaban borrachos, no creo que estuviesen en condiciones de pelear.- Informé mientras respiraba agitadamente, estaba fuera de forma. 

Unos bazos me rodearon de repente, tomándome por sorpresa. Adara se encontraba abrazándome con todas sus fuerzas, demasiadas para ser sincera, contándome todo el oxígeno, no obstante, le correspondí el abrazo de la misma forma. 

-Adara la estas dejando sin aire.- Dijo Bacarra, reí por lo bajo porque eran verdad sus palabras- ¡Suéltala, Adara, también es mi amiga y la quiero abrazar! 

-¡Está bien!- Gritó mi mejor amiga al separarse de mí, tenía la nariz roja, al igual que los ojos por llorar. 

Luego de que ella se alejara unos centímetros, Bacarra se lanzó a mis brazos, literalmente, haciendo que cayera al suelo con él encima, mientras me abrazaba con fuerza y su cuerpo aplastaba mi pobre sistema. 

-¡No vuelvas hacer eso!- Dijo mientras me daba besos en las mejillas, haciéndome reír- ¡Te extrañé enana! 
-Bacarra.- Dije entre risas- Quítate, me estás aplastando,  mamut.- Él se levantó ofendido y se llevó una mano al corazón. 

-¿Escuchaste eso?- Dijo con la voz más aguda de lo normal- Fue mi corazón rompiéndose, estúpida. 

Todos reímos con el comentario de mi mejor amigo, que además  había hecho una pose de diva para completar su escena dramática. Mi vista se fijó en el chico morocho de ojos verde esmeralda... ¡Esperen! Él fue quien me salvó. Mis ojos se abrieron como plato cuando lo reconocí, él solo se rio por mi expresión. Se acercó a mí, junto con una chica pelirroja. 

-Hola, de vuelta.- Dijo con una sonrisa, el chico del cuál desconocía su nombre. 

-¿Sé conocen?- Preguntaron todos a unísono con confusión en su rostro. Ambos asentimos con la cabeza. Él con orgullo y yo avergonzada. 

-¿Dé dónde?- Preguntó ésta vez la chica que lo acompañaba de brazos cruzados, mi boca formó una "o" ante el asombro, era su novia. 

-Oh no, no es lo que piensas.- Dije rápidamente, moviendo mis manos de una manera extraña- Él me salvó de que me devorará un hombre lobo.- Aclaré para no crear confusión, la cara de la chica se relajó notablemente, al igual a la mía. 

-¿Cómo está tu espalda?- Preguntó el vampiro con curiosidad sincera. 

-Bien.- Dije rascándome la nuca nerviosa, no había tenido tiempo de comentárselo a nadie- Tuve que coser las heridas. 

-¿Qué heridas?- Preguntó Samuel llegando a mi lado. 

-Eh...- No pude continuar porque él me había vuelto interrumpir. 

-Un hombre lobo entró en su habitación e intentó atacarla pero solo alcanzó a rasguñarle la espalda. - Resumió por mí con simpleza. 

-Pero llegó él a tiempo y me ayudó, gracias... Em.- No sabía cómo se llamaba aún o quienes eran. 

-Oh, perdón, no nos presentamos.- Tomó a la chica por la cintura y la acercó a él- Ella es mi novia, Agláope y yo soy Matthew Christian Archer Monteviur, pero puedes decirme Matt. 

-Hola.- Dije tímida, encogiéndome en mi lugar. Nunca me había gustado ser el centro de atención. 

-Yo soy amiga de Emma, estudiábamos juntas.- Comentó Agláope con una sonrisa. 

-Oh, ¿entonces eres una sirena al igual que ella?- Asintió energéticamente con una sonrisa.

-Bien, es hora de irnos. Nos esperan en casa.- Apareció Nicolas, que me sonrió ampliamente y guiñándome un ojo murmuró, después me toca saludarte a mí- Adara se viene conmigo, Matt lleva a Agláope, Paris a Samuel y tú Bacarra, veté solo estás bastante grandecito para eso. 

Mi mejor amigo masculló unas palabras ofendido y desplegó sus alas negras. Los chicos hicieron lo mismo y emprendieron vuelo, solo quedábamos Samuel y yo. Me abrazó de vuelta, permitiéndome esconderme entre sus brazos, extrañaba tenerlo cerca de mí. 

-Te amo.- Dijo en un susurro, se separó de mí y juntó nuestras bocas en un beso apasionado y necesitado- Lo encontré.- Murmuró con una sonrisa de oreja a oreja cuando nos separamos por falta de oxígeno- Paris, mi ángel- Tomó mi rostro entre sus manos y me miró con ternura- Encontré los anillos de gememel.- Mis ojos se abrieron de sobremanera y entreabrí mi boca sorprendida. Lo abracé con fuerza de vuelta, mientras él daba vueltas conmigo. 

-Te amo.- Besé su nariz- Te amo.- Besé cada uno de ojos- Te amo mucho.- Dije ésta vez besando sus labios. Él no paraba de reír. Podremos tener una vida tranquila, al fin. 

-Yo también te amo, pero tenemos que irnos de aquí.- Asentí en aprobación y desplegué mis alas- Wo, están más grandes.- Lo miré con una sonrisa mientras pasaba mis brazos por su cintura para evitar que se cayera. 

-Será porque alguien me pasó sus poderes, tal vez.- Samuel se sonrojó, lo que me pareció demasiado tierno- Después me lo explicaras. 

Me elevé en las alturas, con dirección a la cueva. Por fin íbamos a poder tener la vida que siempre quisimos. 

Por fin voy a poder compartir mi vida con Samuel, el amor de mi vida... 




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