En Busca de Ti

1. El comienzo de todo.

"Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único."

Agatha Christie

Mi nombre es Paris William, y acabo de cumplir doce años, éste veintiséis de Mayo. Soy una niña para nada extraordinable, con unos ojos de color café, y el cabello castaño oscuro, casi negro.

A lo que siempre llamé hogar, fueron prácticamente las frías calles. Desde que tengo uso de la razón, mis días se basan en deambular de un lugar a otro, sin un rumbo fijo.

Se preguntarán, ¿dónde estarán los padres de ésta pobre niña? Pero la verdad es que ni yo misma se donde se encuentran, o sí acaso están vivos, así que si por alguna casualidad de la vida se los cruzan, preséntenmelos. Ellos me abandonaron cuando apenas era una bebé que, difícilmente, podía hablar. Nunca regresaron sus pasos para reclamarme. Aún así, nada me impidió seguir adelante, porque al transcurrir los años, la vida me enseñó como afrontarla. Al fin y al cabo, solo los más fuertes logran sobrevivir sus idas y vueltas.

Muy pocas veces le tuve miedo a la soledad que me proporcionaban las oscuras y gélidas calles, ya que desde hace varios años atrás, he sentido como que alguien siempre permanece junto a mí. Desde las sombras me acompañan, con el resplandor que emana la Luna me protegen, y detrás del suave viento me arrullan.

Tengo la ligera idea de que si alguna persona se llegase a enterar de todo esto, me terminarían encerrando en un psiquiátrico por el resto de mi vida, argumentando que sufro de conductas anormales.

El pueblo donde habito desde ya hace doce años, se llama Nesso, el cual no es muy grande, ya que la mayoría de las personas que alguna vez pasaron por aquí, lo consideraron aburrido o poco interesante, por el simple hecho de estar alejado de la sociedad. Está formado por un máximo de quinientas personas, las cuales se conocen a la perfección entre sí, y no dudarían en brindarte su ayuda si la necesitarás, por el simple hecho de que todos se criaron juntos. Además de compuesto por personas sumamente tranquilas, se localiza alrededor un frondoso bosque, que en mi opinión, le brinda un ambiente más acogedor, restándole importancia a las escalofriantes historias que se cuentan sobre asesinos en serie y criaturas extrañas. Sin embargo, para mí es el único refugio que logré encontrar para poder hablar con "mi amigo especial". Estoy acostumbrada a descansar sobre una hermosa laguna de agua cristalina.

La tranquilidad que brinda éste bosque es perfecto para mis largas charlas de vieja chismosa, según él, hasta numerosas veces he llegado a quedarme dormida sobre aquel lugar.

Mentiría si dijera que todo esto jamás me pareció una completa locura, que no son puros cuentos de una niña que se tuvo que criar sin una familia, o un amigo con el cual poder hablar, pero al charlar con él, se me olvidaba exactamente todo. Mis temores, mis problemas... Y sí, podía decir que perdí completamente el juicio con orgullo, porque era feliz, y cuando uno lo es, ¿qué importa todo lo demás? No creo que la felicidad se encuentre atada cien porciento a la sensatez. ¿Los locos no serán más felices que nosotros, los cuerdos?

Me hacía sentir especial, única, y sobre todo amada. Sus apodos eran la cosa más cursi que se podía escuchar en éste mundo, sin embargo, mi corazón se estrujaba de ternura cuando me llamaba princesita, pero ¿quién podría culpar a una preadolescente como yo? Si lo único que lograba era hacerme pensar e imaginar que él era mi príncipe azul, el cual me llevaría a su castillo para albergar el típico, "y vivieron felices por siempre" de todo cuento de hadas.

***

Son las diez de la mañana de un sábado, y como todos los días, me adentré al bosque. Lo primero que alcanzaron a captar mis oídos fueron el cantar mañanero de algunos pájaros, junto con el silbar del viento por entre medio de las ramas de los viejos árboles, y esos son los típicos sonidos que me dan la bienvenida al "Finsterer Wald".

Durante el trayecto hacia el mismo lugar de siempre, me permito apreciar con mayor atención los olores que me regala la arboleda, donde inmediatamente el aroma de las flores silvestres se filtra por mis fosas nasales, generando que un suspiro de ensueño se escapara de mis labios, para mí, éste sitio se transformaba en un lugar mágico.

Cuando llegué, no perdí mi tiempo y me senté de una manera ansiosa sobre aquella piedra, la cual se me hacía más cómoda que un viejo colchón sucio.

Cerré mis ojos cafés, y me aclaré la garganta sonoramente, de la misma forma en la que lo haría un reconocido cantante antes de dar un show.

- ¿Hola?- Susurré nerviosa, tragando grueso un cúmulo de saliva- ¿Me escuchas, estás ahí?

No obtuve respuesta inmediata, por lo que volví a preguntar rápidamente, atropellándome con mi lengua, momento en el que lo escuché. Parecía el arrullo del río, que se dedicaba a espantar todo lo malo.




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