NARRA MADISON
Esto no me puede estar pasando a mí.
Era lo único que me podía repetir una y otra vez en mi mente.
Poco a poco me solté de su agarre y como pude me separé de él. Me incorporé y de inmediato un ardor, seguido de un líquido un poco caliente bajo por mi nariz, de nuevo.
Subí nuevamente mi cabeza, y volví a sentir sus brazos alrededor de mí, pero esta vez sus manos estaban en mi cara, ayudándome a retener mi cabeza. Poco a poco me giro hacia a él y quedamos tan cerca que sentí su aliento en mi cara. Mientras nos mirábamos fijamente a los ojos
—¿Y ahora qué hacemos? — la voz de mi amiga salió un poco alterada y su respiración comenzó a ser irregular.
—Oh no— quise voltearme, pero el chico frente a mí, no me dejó
—Madison— llamo, pero, aunque quería no pude girarme hacia ella
—Respira, vamos, conmigo— giré lo más posible que pude mi cabeza para poder mirarla.
—¿Qué pasa? ¿Qué tiene? — esta vez la voz alarmada fue la de Nino
—Es claustrofóbica— todos abrieron los ojos y aun que no fue mucho intentaron darle un poco más de espacio
Me estiré hacia ella y tomé su mano, dándole un fuerte apretón
—Eli, respira conmigo— comenzamos a respirar juntas poco a poco—. Oye, al fin no me contaste de tu viaje a Medellín, ¿Cómo está tu abuela?
—¿Quieres ponerte a conversar de eso ahora? — opino Chris un poco alterado por la situación.
—Tiene que pensar en otra cosa ¿Tienes un mejor plan? — ironice mientras lo miraba. Este negó— ¿Cómo está?
—Bien, adopto un nuevo perrito— Elisa comenzó a contarme poco a poco sobre su viaje, mientras me miraba fijamente para bloquear lo que había a su alrededor
—Cuéntame más— ella siguió hablando y minutos después poco a poco su respiración se calmó.
Veinte minutos más tarde, escuchamos voces detrás de las puertas. Por fin vinieron a rescatarnos. Enserio amo a mi amiga, pero yo no quiero saber más de los callos de su abuela, es demasiada información para mí y creo que para ellos también.
Una vez fuera del ascensor, nos llevaron a una de las habitaciones y uno de los paramédicos que vino en caso de emergencia, me curo el golpe. De verdad que ya no sé qué comen las niñas de hoy en día, pero el golpe que recibí fue bastante fuerte, tenía la nariz como el abuelito de Up, además que estaba un poco roja. Bueno que Nino me golpeara no ayudo mucho tampoco.
Solo agradecía que mi tabique estaba intacto.
—Muchas gracias, de verdad— agradecí al guapo chico frente a mí, que por cierto se llama Freddy, y no me llevaba más de dos años.
—No tienes que agradecer, es un honor para mí salvar damiselas en apuros— me guiño un ojo y antes de irse me entrego un papel con su número ¿Qué clase de persona coquetea así en pleno siglo XXI?
—¿Damiselas en apuros? — un lunay de brazos cruzados, recostado en el marco de la puerta, hizo presencia— ¿Enserio?
—¿Eso a ti te importa, porque...? — dejé la pregunta en el aire, pero no obtuve respuesta- Me pareció lindo— mentí.
—No vas a salir con él ¿O sí? — pregunto mientras entraba a la habitación.
—Tal vez si, tal vez no, eso no te importa— no sabía él porque era tan borde con él, tal vez porque sabía que el causaba algún efecto en mí que aún no sabía que era— ¿No tienes un show que dar esta noche?
—Si— afirmo serio mientras se paraba frente a mí, pero como estaba sentada, ya se imaginarán la situación. Así que me puse de pie.
—¿No te mandó tu hermano a cambiar ya? — intente burlarme, pero su rostro seguía serio. Me miró fijamente y se quitó la camisa, abrí mis ojos de par en par— ¿Qué haces?
—Me cambio— dijo restándole importancia, mientras se acercaba más a mí.
—¿Se supone que debas hacerlo frente a mí?, vete a tu cuarto— me corrí hacia atrás un poco nerviosa.
—Estamos en el— se pegó aún más, y aunque intente dar más pasos hacia atrás, la mesa del televisor tras de mi me lo impidió— ¿Qué pasa? ¿Te incomoda que me cambie aquí?
—Para nada, siempre y cuando yo no esté aquí— hice el amago de irme pero su mano en mi cintura pegándome a él y al televisor no me dejaron mover— Oye...— mis palabras quedaron en el aire al instante en que sentí su aliento en mi cara nuevamente. Esto se está volviendo costumbre
—No me respondiste ¿Te incomodo? — se pegó más, si es que eso se podía.
—¿Conoces que es el espacio personal? — aleje un poco mi rostro.
—No me has respondido— sonrió pícaramente.
—No— dije tartamudeando.
Mierda, rio levemente, una risa que estaba segura dejaba a cualquier chica sin aliento, y yo no era la excepción.
—No es lo que tu tono de voz me dice— tomo mi mentón con su mano libre y por milímetros nuestros labios se rosaron, mientras yo entrecerraba mis ojos y soltaba un suave suspiro involuntario.
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