NARRA MADISON
Semanas después....
Ya habían transcurrido alrededor de cuatro semanas, ya me encontraba en Miami, el intercambio duraba dos semanas, pero había decidido quedarme por un tiempo indefinido. Ahora había conseguido un departamento y hasta tenía una roomie, conseguí entrar a una academia de baile y ya tenía trabajo en una cafetería latina muy bonita.
Por otra parte, en lo que he hablado con Elisa, lo único que sabía de Lunay era que estaba de gira en Europa y que ya le quedaban pocas fechas para regresar a Latinoamérica, y en cuanto a las fotos, Eli dice que ya lo olvidaron, aunque algunas todavía no lo hacen.
En los pocos momentos que podía entrar a redes sociales por algún teléfono prestado, porque claramente aún no tenía, me quedaba impactada con la audacia de algunas fans, quienes se encargaron de encontrar mi perfil en redes y compartir la mayor parte de lo que encontraban en "fan page" de m—í.
—Muchas gracias por su compra— sonreí, mientras le entregaba el cambio a la señora frente a mí.
—Ya casi acabas turno— dijo Felipe— y casualmente yo también— sonrió y sus hoyuelos se marcaron.
—Lo siento, pero hoy no puedo. Tengo que ensayar— dije mientras limpiaba el mesón frente a mí.
—Oye, pero llevo una semana intentando salir contigo— hizo puchero y sin poder evitarlo le apreté un cachete, el abrió sus brazos y le di un abrazo.
Escuchamos la campana sonar y aunque quise quitarme, Felipe me apretó más a él.
Alguien carraspeo y me separe de inmediato.
—Espero no interrumpir.
—No, no se preocupe— mis palabras quedaron en el aire apenas mis ojos enfocaron a la persona detrás del mostrador.
¡Se supone que debes estar al otro lado del mundo ¿Qué hace él aquí?!
—No es lo que usted piensa.
—¿Acaso importa lo que yo piense? — me interrumpió con ironía, aunque sentí un corrientazo por mi espina cuando su mirada se cruzó con la mía, de inmediato se desvaneció al notar que seguía siendo el mismo idiota de siempre—. Me hace el favor y me da dos postres de Vainilla para llevar y una Coca-Cola.
Me quedé viéndolo unos segundos, hasta que mi cuerpo reaccionó de una manera un poco torpe.
—Si, claro ¿Para llevar? — pregunté sin mirarlo.
—Si.
—Son diez dólares— me entrego el dinero y sentí como su mirada se clavó en mi con demasiada intensidad, de inmediato me puse nerviosa—. Aquí tiene, por favor espere y ya se le entregara el pedido—el asintió y yo me gire para empacar el pedido, pero me estrelle con Felipe.
Mierda, había olvidado que estaba aquí.
—No te preocupes princesa, yo lo empaco, ve a cambiarte se te va a hacer tarde— dijo mientras me daba un beso en la mejilla y me daba una sonrisa cálida, sentí la fuerte mirada de Jefnier tras de mi taladrándome el cráneo.
Si, averigüe un poco sobre él, pero sólo un poco. Tampoco es que tuviera mucho interés en él.
Mentirosa — me reprochó mi subconsciente
Trace mi camino a los cuartos de atrás en busca de una salida rápida con la excusa de que iría a cambiarme, pasados unos minutos no pude evitar sentirme estaba nerviosa por salir y encontrármelo, no quería hablar con él.
En las últimas semanas no dejaba de repetir nuestro encuentro una y otra vez, preguntándome que habría pasado si hubiera tomado la decisión de acompañar a Elisa en su búsqueda, o si no hubiéramos discutido desde el primer momento en que cruzamos una palabra, quizás habríamos podido ser amigos, aunque todas esas interrogantes pasaban a decimo plano cuando la más grande de todas llegaba a mí ¿Qué habría pasado si me hubiera besado? Desglosándola cada vez más durante horas llegaba a preguntarme que se sentiría probar sus labios...
Y al final desechaba todas esas preguntas sintiéndome idiota por imaginar algo que jamás pasará.
Me tomé unos minutos más sentada incómodamente en unas cajas, para hacer un poco de tiempo, pero no miento, hubiera sido más ameno si tuviera un celular para distraerme.
Después de aproximadamente unos diez minutos decidí salir, cuando llegue al mostrador no había rastro del boricua por ninguna parte, cosa que agradecía.
—Adiós Pipe— me despedí con la mano y el me devolvió el gesto algo apurado ya que estaba atendiendo a una pareja.
Salí de la cafetería y saqué el celular (bastante dañado y viejo) que Elisa me había prestado, el camino hasta la academia era de unos treinta minutos caminando. Los cuales aprovechaba para hablar con ella de cualquier cosa que se le ocurriera.
Pero claramente la vida tenía otros planes para mí, lo confirmé cuando sentí un tirón de mi brazo lo que hizo una tarea imposible para mis pésimos reflejos sostener el teléfono en mis manos, ocasionando que se desarmara y sus partes volarán por toda la acera.
Maldije por lo bajo y me gire en busca del responsable de este desastre y si les soy sincera ya ni me sorprendía.
—¿Tu trabajo frustrado es ir empujando gente y rompiendo celulares? — no pude evitar asesinarlo con la mirada, me agaché demasiado mal humorada a recoger los pedazos del pobre teléfono sin preocuparme por una respuesta de él.
Querido Dios, soy yo otra vez, yo no te pido mucho, pero por favor que este vejestorio sirva.
—De verdad, lo siento— murmuró una vez estaba junto a mi "ayudándome".
—Si, aja, a otro perro con ese hueso— me levanté— ¿Por qué no eres normal? — pregunté mientras él se paraba y me pasaba la batería del celular.
Dios
—¿A qué te refieres? —pregunto extrañado.
—Si, es que SIEMPRE que nos encontramos o salgo herida o es mi celular ¿Qué tienes contra mi integridad o contra estos aparatos? — eleve una de las partes del teléfono a su vista.
Su boca se abrió unas dos veces, pero ninguna palabra coherente salió de ella, viré los ojos y me di media vuelta comenzando a caminar lo más lejos de él posible.