NARRA MADISON
Jugué un poco con la servilleta entre mis manos tratando de desviar la atención.
—Dime.
—¿Por qué viniste a Miami?
Solté una pequeña risa en un intento de esconder mi alivio.
—¿Por qué lo quieres saber? — sonreí un poco divertida restándole lo borde a mis palabras.
Él sonrió y de alguna manera sentí que las comisuras de mis labios se ancharon un poco más, como si fuera posible.
—No lo sé— se rascó la nuca, algo que al parecer hacía cuando estaba nervioso o no sabía que decir, y se encogió de hombros—. Curiosidad.
—La curiosidad mató al gato— moleste y él volvió a reír.
—Pero murió sabiendo— contraatacó e inevitablemente volví a reír.
Después de unos segundos nos quedamos en silencio, nuestras miradas se cruzaron y sentí como un cosquilleo recorría mi espalda. Me guiñó un ojo pícaramente y de inmediato desvié mi mirada rogando al cielo que el rubor no cubriera mi cara.
—Vine de intercambio— doble un poco más la servilleta en mis manos para desviar mi atención—, se supone que me quedaría dos semanas pero después de un tiempo decidí quedarme por tiempo indefinido— me obligué a levantar mi mirada y a sostenerla por más que mi corazón estuviera en mi garganta.
Cuando mis ojos cruzaron con los suyos, realmente él no me estaba mirando, estaba demasiado inmerso en sus pensamientos, razón por la que su ceño se frunció levemente y el silencio se extendió un poco más.
Así que pude detallarlo un poco más de lo que alguna vez me permití.
Si hace algunos días me hubieran dicho que estaría aquí, detallando, comiendo y charlando con el chico al que le dije que me causaba asco porque realmente me había herido, estaría entre dos opciones: reírme hasta que se me saliera un pulmón o sentarle un gran golpe a esa persona. Pero al final del día estoy segura que me hubiera sentado a imaginar como hubiera sido o que hubiera pasado, algo que claramente sería demasiado lejos de la realidad.
—¿Por qué? — su pregunta me sacó de mis pensamientos y me sorprendió casi de igual manera que a él—, no quiero ser entrometido, pero ¿Podría preguntar por qué?
—¿Por qué?
—Si— se acomodó un poco en su asiento y cruzó extendió sus palmas sobre la mesa dejando apoyados sus nudillos sobre esta—, si tenías una vida en Colombia, tenías a tus amigos o familiares ¿Por qué tomaste la decisión de dejar todo y quedarte aquí?
Sentí como todo a mi alrededor se congelo por unas milésimas de segundo, abrí mi boca y la cerré varias veces en un intento fallido de encontrar mi voz o tal vez, de hacer que mis neuronas crearan una respuesta coherente.
—Nunca me había detenido a pensar en un porque— admití y quise desviar la mirada, pero me obligué a mantenerla—. Digamos que el tiempo que viví en Colombia fue bastante duro para mí, me sentía de cierta forma— pausé en busca de una palabra que pudiera explicar lo mal que me sentía allá— ¿Estancada? ¿Podría decirse?
En ningún momento retiró sus ojos de mí, es más, se pegó más a la mesa concentrándose más en mí, y eso, después de mucho tiempo me hizo sentir que lo que sentía de verdad le importaba a alguien.
—¿Por eso te quedaste aquí? — más que una pregunta sonó como una afirmación.
Asentí.
—Por primera vez en mucho tiempo sentí que encajaba en algún lugar, y que, de cierta forma, podía ser yo— expulsé el aire que no sabía que tenía contenido por mi nariz y negando varias veces me acomodé mejor en mi asiento—. Esto es ridículo, no creo que esto sea de relevancia.
El repitió mi acción de la cabeza y su comisura derecha dio un tirón hacia arriba, formando una media sonrisa.
—Sé que no nos conocemos y no hay la suficiente confianza para que me cuentes tu vida o lo que sientes— ladeo la cabeza y amabas comisuras estaban a la misma altura—, pero quiero conocerte, de verdad.
Por inercia sonreí.
—Bien, Madison— dejó las últimas silabas en el aire esperando porque le dijera mi apellido.
—¿Eres mi secuestrador y no sabes mi nombre? — abrió un poco los ojos y se encogió de hombros—. Que decepción, la traición hermano— dramaticé y ambos reinos—. Madison Parker, un gusto— extendí mi mano siguiéndole el juego.
—Jefnier Osorio— tomo mi mano y sin quererlo nos quedamos unos minutos así.
—Dos lasañas llegando— alardeó el mesero rompiendo nuestra extraña burbuja.
—Muchas gracias— dijimos al unísono.
Las siguientes horas, si horas, comimos entre risas e historias de nuestra infancia, hablamos un poco de nuestros gustos musicales y podría decirse que cualquier tensión entre nosotros dos desapareció. Si alguien del restaurante se detenida a mirarnos, para nada pensarían que me obligaron a venir o si quiera que en algún punto nos llegamos a ¿Odiar?, si eso se podía decir.
—Gracias por la cena, la pase muy bien— agradecí una vez estacionamos frente a mi edificio.
—Gracias a ti por la compañía— sonrió y sus ojitos se achinaron un poco, podría acostumbrarme a ver esa sonrisa siempre.
¿Qué estás diciendo Madison?
Me cachetee mentalmente.
Nos miramos unos minutos fijamente hasta que la señora Donovan dio un grito para llamar a uno de sus gatos, luego este se alteró y corrió hasta hacerla caer, pero rápidamente se paró y corrió tras el gato.
Ambos reímos fuertemente por lo random de la escena.
—¿Madison?
—¿Mmm? — me gire un poco hacía él y él hizo lo mismo.
—Quiero pedirte perdón por lo que te dije aquel día en el hotel. No eres nada de eso, es sólo que estaba enojado y no medí lo que dije— hizo una mueca y siguió—, aunque eso no es justificación, no debí comportarme como un idiota.
—No te preocupes, yo también tuve culpa, no debí haber dicho que me causabas asco.
—Pero fue mi culpa por intentar besarte.
Ambos nos quedamos en silencio de nuevo, pero a diferencia de los anteriores este estaba cargado de tensión.