NARRA MADISON
En un acto de desespero miré para todos lados y lo primero que vi fue la jarra de donde me había servido agua momentos antes. Sin pensarlo dos veces la tome y se la vacié encima, por milagro divino Jefnier dejo de pelear y se levantó, antes de que pudiera ponerse a pelear de nuevo corrí hacia él y lo tome del brazo llevándomelo hacia los cuartos de arriba, ya que no se opuso fue rápido llegar al cuarto en el que había dormido anteriormente.
Mis nervios estaban disparados al igual que mi ansiedad, para rematar no era capaz de dejar de llorar. Me giré para ver a Jefnier, pero tenía algo de sangre y moretones en su cara, desesperada por todo lo que sentía lo primero que se me ocurrió fue entrar al baño y buscar el botiquín, a los pocos minutos salí y Jefnier me ataco con preguntas.
—Madi, cálmate ¿Estas bien?, ¿No te hizo nada? —se acercó a mi tomando mi rostro en un intento de tranquilizarme, pero no lo consiguió.
—Solo déjame curarte, siéntate ahí —señale la cama y él me obedeció sin decir palabra.
Hice un amago para quitarle la camisa que estaba toda mojada, pero él se la quitó antes, saque un trozo de algodón y un poco de alcohol y comencé a tratar de curarlo pero apenas el algodón hizo contacto con su piel retiro la cara quejándose, después de que termino de hacerlo, se acomodó y cerró los ojos, justo en el momento en el que las palabras de Tatiana volvían a mi mente....
Ese día me hizo suya en todos los rincones de nuestro apartamento rommie, vieras como gritaba su nombre y lo mejor fue cuando llegamos aquí, si hubieras visto-
Inevitablemente cuando la imagen de ellos dos juntos se materializo en mi mente, la rabia llego a mí y presione con fuerza el algodón sobre su sien derecha, obviamente él se quitó rápidamente y en ese momento no pude más, me eche a llorar cual llorona. Jefnier se acercó a mí, pero yo me levante.
—Madi —entre lágrimas lo interrumpí.
—Por favor dime que ella está mintiendo para jugar con mi cabeza, por favor dime que en verdad no me engañaste, especialmente con ella —estaba en mi estado más vulnerable, y no era la primera vez, la diferencia era que las últimas veces él había estado ahí para mí, apoyándome. Ahora él era quien me tenía así—. Por favor dime que… —la voz se me quebró, tome un gran respiro y me calme un poco —. No lo hiciste —esa afirmación fue más para mi que para él. Intentaba convencerme de que no era verdad, porque me dolía aceptarlo.
—Madi, yo.... —pasaron los segundos, pero él no pronunciaba palabra. Y me bastó para obligarme a aceptar la verdad.
—Lo hiciste —tal vez si lo decía en voz alta me dolería menos.
—¡Puñeta! ¡Yo no te engañe! —hablo desesperado mientras tomaba su cabeza.
—¿Entonces no dormiste con…
—Sí, si lo hice, pero nosotros habíamos terminado.
—No, tú —lo señale— terminaste conmigo, fuiste tú quien se fue sin decir nada. Te conté la parte más dolorosa de mi vida que nadie sabía y te importo una mierda, ¡Aun así te fuiste cuando más te necesitaba!
—¡Yo no me fui por ti! —sus ojos estaban cristalizados—. Estaba asustado, ¿ok?, tenía miedo porque nunca había sentido algo como lo que comencé a sentir por ti. Ese día me fui con esas modelos porque quería sacarte de mí mente, quería que solo fueras una más y ya, pero cada segundo que pase con ellas—
—¿Qué?, ¿Pensaste en mí?
—Aunque no me creas, sí. Cuando me contaste lo que te había pasado me sentí como una basura por ser parte de lo que te hacía daño.
—¿Y no pensaste en que si te ibas no me harías sufrir aún más?
—No, no lo pensé en su momento, pero después me sentía idiota por haberme ido, cuando volví a Miami quise buscarte, pero estabas tan bien que no quise hacerte más daño, confiaba en que con él tiempo te olvidarías de mí y estarías bien —tomó una gran bocanada de aire antes de continuar—. Pero cuando te encontré en aquella fiesta y con lo que paso en el baño, comprendí que lo que sentías por mí era igual de fuerte como lo que sentía por ti, estaba decidido a buscarte en apartamento para decirte todo esto pero me encontré con ella y me dijo que ese idiota era tu novio y después entre el alcohol y la rabia que sentía por haberte perdido la mente me jugó una mala pasada y pensé que estaba contigo, todo lo que paso con ella fue creyendo que eras tú —a este punto yo no era la única que lloraba en la habitación.
—Yo, no sé, que pensar —desconcertada por toda la información recibida decidí irme al sentirme sofocada, corrí con esa intención, pero sus brazos rodearon mi cintura apegándome a él y poniendo su cabeza en mi cuello.
—Por favor, no te vayas —podía sentir como sus lágrimas mojaban mi cuello.
Sin poder evitarlo me gire y lo abrace por el cuello y ambos lloramos por varios minutos, ahí, solo él y yo sin que nadie más importara. Después de que ambos estábamos más calmados nos separamos. Me quedé mirándolo fijamente a sus ojos, sentí la necesidad de decirlo, pero él me gano.
—Te amo —ahueco mi cara en su mano y me trajo hacia él uniendo nuestros labios.
No era un beso lleno de deseo, desespero o afán, era lento, tranquilo y suave, era un beso que trasmitía todo lo que sentíamos por el otro de una manera tan linda y tierna que me apretujaba el corazón de la manera más hermosa.
Estuvimos un rato más así, hasta que el aire nos faltó. Me separé para mirarlo, pero mi vista se dirigió a sus moretones.
-Tengo que curarte- lo guie y nuevamente se sentó en la cama, yo volví a tomar el alcohol y el algodón mientras me posicionaba entre sus piernas- no lo malpiensen- sus brazos reposaban en sus rodillas, pero antes de comenzar a curarlo me detuvo.
Se quedó mirándome y comprendí.
—No te lastimare otra vez, lo prometo —sonreí y me dejo continuar con mi trabajo, sin darme cuenta me pegue tanto a su rostro que nuestras respiraciones se mezclaban, antes de poder retirarme el me robo un beso y luego sonrió como niño pequeño, yo solo le devolví la sonrisa.