En busca de un amor perdido

La mentira

Ismael siempre había sabido que su vida no era como la de los demás. Desde que era un niño, había estado rodeado de la oscuridad y la violencia de la mafia. Su padre había sido un miembro importante de la organización, y cuando murió, Ismael se convirtió en el objetivo de los líderes de la mafia. Pero Ismael no quería seguir los pasos de su padre. Quería escapar de la mafia y empezar una nueva vida. Así que se inventó una historia, una mentira que le permitiría dejar atrás su pasado y empezar de cero. La mentira era simple: su familia había sido perfecta, su infancia había sido feliz y su vida había sido normal. Nadie sabía la verdad, ni siquiera Ashley, la mujer que amaba. Ashley era la luz de su vida, la razón por la que Ismael se levantaba cada mañana. La había conocido en la universidad, y desde entonces, habían estado juntos. Ella creía en la mentira de Ismael, y él se sentía culpable por engañarla. Pero Ismael no sabía que su mentira pronto sería descubierta. La mafia había estado buscándolo durante años, y finalmente, lo habían encontrado.

(...)

Ashley miró hacia el apartamento. Ismael la saludaba desde la ventana con esa sonrisa familiar que la había reconfortado desde sus días universitarios. Las luces de la ciudad brillaban contra el cielo del atardecer mientras ella salía de compras con sus amigos y sus pensamientos se detenían en la calidez de su abrazo esa mañana. Se habían mudado al apartamento solo unos meses antes, un símbolo de la vida que estaban construyendo juntos. El amor los había anclado profundamente y nada parecía capaz de separarlos.

Pero en un momento, todo cambió.

-Ashly-

Estaba parada en una plaza bulliciosa, con bolsas en la mano, riendo con sus amigos cuando un fuerte rayo de fuego atravesó el cielo. El suelo se estremeció cuando un impacto masivo reverberó, dividiendo la calma en caos. La columna de polvo y humo se levantó mientras la gente a su alrededor gritaba. "¡Un meteorito!", gritó alguien, aunque en sus entrañas, Ashley sintió algo más, algo mucho más amenazador.

"Ismael", sus pensamientos se centraron en él, el instinto se puso en marcha mientras trataba de abrirse paso entre la multitud frenética. Salieron en estampida, desesperados por huir del centro de la ciudad, con las caras pálidas de terror. Quería llegar hasta él, asegurarse de que estaba a salvo, pero sus amigos la detuvieron. "¡Ashley! ¡Tenemos que encontrar un refugio!", insistió una amiga, agarrándole la muñeca con fuerza.

La multitud se apiñaba a su alrededor, se empujaba y entraban en pánico; algunos se derrumbaban entre lágrimas, otros corrían a buscar provisiones. El corazón de Ashley latía con fuerza; su único deseo era volver con Ismael, a su refugio. Pero se dejó guiar, apenas consciente de lo que la rodeaba, mientras se agachaban en un centro comercial subterráneo ahora abarrotado de gente asustada. Sus ojos buscaban cada rostro que pasaba, esperando desesperadamente ver a Ismael entre ellos.

Los minutos parecían horas. Sus amigos habían empezado a buscar lo esencial, pensando ya en una estancia prolongada. Ashley no podía concentrarse; sus pensamientos vagaban, aferrándose a los recuerdos de Ismael, preguntándose dónde estaba. Cuando su amigo David regresó de los bloques de apartamentos cercanos, el corazón de Ashley dio un vuelco. Pero su rostro estaba serio, casi pálido, mientras le entregaba un reloj: el reloj de Lucas, o eso creía ella.

—Ismael no estaba allí —le dijo con dulzura. Ella tomó el reloj y sintió su peso en la mano. Sintió un gran alivio cuando se dio cuenta de que no era el suyo.

Sus amigos terminaron de reunir suministros y le insistieron a que los siguiera mientras planeaban sus próximos pasos. Andrea apenas escuchó sus voces. Se abrió paso entre la multitud, con la mente ocupada por un solo pensamiento: Ismael. ¿Dónde estaba? ¿Y si había sucedido algo terrible?

Mientras se dirigían hacia la salida, ella lo vio de reojo. Sintió un gran alivio y echó a correr, deseando únicamente sentir sus brazos a su alrededor. Pero cuando llegó a su lado, él no se movió. Sus ojos se encontraron con los de ella con una calma inquietante que le provocó un escalofrío.

—¿Ismael? —susurró, disminuyendo el paso.

Él la miró y algo en su mirada la hizo detenerse en seco. No había calidez ni familiaridad. Su expresión era fría, distante, casi como si fuera un extraño. Un leve destello de emoción cruzó su rostro; algo que ella nunca había visto antes. Luego, sin decir palabra, se dio la vuelta y se alejó.

La confusión la acosaba, pero algo más, un instinto que no comprendía, la impulsaba a seguirlo. Se deslizó por las caóticas calles, manteniendo la distancia mientras él tomaba un camino que serpenteaba por los callejones más peligrosos de la ciudad. Las sombras se cernían sobre ella mientras se agachaba en las esquinas, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho.

Fue entonces cuando lo vio. Ismael se deslizaba hacia un edificio oscuro con hombres que no reconocía. Se movían con la precisión de los soldados y hablaban en voz baja. Se esforzó por escuchar y captó fragmentos de su conversación, palabras que le helaron la sangre: «Objetivos... coordenadas... ejecuten órdenes».

Se le cayó el alma a los pies cuando se dio cuenta de que Ismael no era el hombre que ella creía que era.

El sonido de una sirena lejana resonó, y los hombres comenzaron a moverse con agilidad, como si ya supieran exactamente a dónde dirigirse. En un instante, Ismael miró alrededor y sus ojos parecieron posarse en el lugar donde Ashley se ocultaba. Ella contuvo el aliento, el corazón palpitando violentamente mientras retrocedía un paso, temerosa de ser descubierta. Pero él giró la cabeza de nuevo y se dirigió hacia la salida del callejón con sus escoltas.

Ashley lo siguió con sigilo, manteniendo la distancia, aunque cada paso que daba era una puñalada de incertidumbre y angustia. ¿Quién era realmente Ismael? ¿Por qué estaba involucrado con esa gente? Miles de preguntas surgían en su mente, cada una más aterradora que la anterior, y mientras lo seguía por callejones oscuros, no podía evitar recordar la dulzura de sus palabras, las promesas de amor eterno que alguna vez le dijo.




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