En busca de un amor perdido

Ecos de verdad

El eco de los pasos de Ismael resonaba en la fría noche mientras se alejaba, dejando a Ashley arrodillada en el suelo. La ciudad, caótica tras el impacto del meteorito —si es que era eso—, parecía haberse sincronizado con su tormenta interna. Las luces parpadeaban a lo lejos, las sirenas rompían la calma, y ​​la sombra de Ismael desaparecía entre los callejones.

Ashley se levantó con esfuerzo, sus manos temblorosas apretando el reloj que aún llevaba consigo. Ese hombre no era el Ismael que ella conocía , o el que alguna vez me enamore.

No podía rendirse. No ahora.

Con un último vistazo hacia la bodega, decidió que no podía acudir directamente a la policía. Si Ismael estaba realmente involucrado con un grupo tan organizado, cualquier movimiento precipitado podría ponerlos a ambos en peligro. Necesitaba pruebas.

Ashley regresó al apartamento. La sensación de vacío era abrumadora al entrar y ver las cosas de Ismael todavía allí: su abrigo colgado detrás de la puerta, sus libros apilados en el escritorio, y el aroma de su colonia impregnando el aire. Se sentó en el sofá y tomó su teléfono, indecisa sobre qué hacer. Fue entonces cuando recordé algo...

El maletín. (!!!)

Unas semanas atrás, había notado que Ismael esconder un maletín en el armario, diciendo que era "papelería del trabajo". En ese momento no le dio importancia, pero ahora, esa imagen no dejaba de rondarle la cabeza. Se levantó y fue directo al armario, rebuscando entre la ropa hasta que lo encontró.

La cerradura del maletín estaba sellada con un código. Ashley mordió su labio, tratando de pensar. Probó la fecha de su aniversario: 0518 .1112 . N/A2705.

El maletín se abrió con un leve clic.

Dentro había documentos, un par de memorias USB y lo que parecía ser un plano de un edificio. Al desplegarlo, Ashley reconoció el logotipo: Banco Central Metropolitano.

— ¿Qué demonios estás haciendo, Ismael? —murmullo.

Antes de poder procesar más, su teléfono vibró en la mesa. Era un mensaje. Al desbloquear la pantalla, sentí cómo la sangre se le helaba

Número desconocido: *"Ashley, no busques respuestas donde no deberías. Déjalo ir. Este es tu único aviso".

Soltó el teléfono como si se quemara. Alguien sabía que estaba investigando. Su mente giraba: ¿la estaban vigilando? ¿Cómo sabían lo del maletín?

Era Ismael, pero no estaba solo. Estaba con un hombre mayor, de aspecto imponente y una mirada helada que parecía atravesar todo a su paso. Al reverso de la foto, con tinta negra y una caligrafía pulcra, estaba escrito un nombre: "Giovanni".

Ashley apretó la fotografía con fuerza, sintiendo una mezcla de miedo y desolación. ¿Por qué estaba Ismael con él ahora? Giovanni... ese nombre había salido de los labios de Ismael en una ocasión, apenas un susurro cargado de advertencia. Le había dicho que Giovanni era un hombre sin escrúpulos, alguien que había destrozado vidas enteras con una frialdad abrumadora.

Su corazón latía con fuerza mientras sus pensamientos giraban en espiral. Las dudas la consumían. ¿Estaba Ismael trabajando para Giovanni? ¿Había sido todo una mentira desde el principio? Pero cuando recordó la forma en que Ismael la había mirado durante sus mejores momentos juntos, la calidez en su sonrisa, supo que no podía rendirse. Ismael podía haberla traicionado, pero algo en su corazón se negaba a creer que todo lo que habían compartido era una farsa.

Con determinación renovada, Ashley tomó la fotografía y las memorias USB del maletín. Sabía que la única forma de encontrar respuestas era enfrentándose al peligro directamente. Pero también comprendía que entrar en el mundo del crimen no sería algo que pudiera hacer como ella misma. Necesitaría infiltrarse, disfrazarse, aprender a pensar y actuar como ellos.

La idea se afianzó en su mente: debía convertirse en uno de ellos. Para hacerlo, tenía que transformarse en alguien completamente diferente, alguien que pudiera sobrevivir en ese mundo cruel. Tendría que entrenar, aprender a pelear, incluso matar si era necesario. El pensamiento la horrorizaba, pero si eso era lo que haría falta para llegar a Ismael, estaba dispuesta a pagar el precio.

Primero, Ashley necesitaba un plan. Sabía que Giovanni era extremadamente cauteloso, y para ganarse un lugar en su organización, tendría que demostrar su valía. Pensó en el tiempo que Ismael había pasado ocultándole su verdadera vida. Si él había podido mentirle tan bien, quizá ella también podía aprender a vivir bajo una máscara.

Próximo paso: ganarse la confianza del propio Giovanni y, con suerte, descubrir qué papel jugaba Ismael en todo esto. Pero si algo salía mal, sabía que no habría escapatoria. La mafia no perdonaba traiciones, y ahora, ella estaba jugando un peligroso juego donde cualquier error podría costarle la vida.

Ashley sabía que no podía irrumpir en el mundo de la mafia sin preparación. Necesitaba habilidades que no poseía, un entrenamiento que la transformara en alguien capaz de sobrevivir en ese entorno despiadado. Fue entonces cuando recordó los rumores sobre un hombre llamado Marco, un exmercenario que vivía retirado en las afueras de la ciudad.

Con algo de dinero que había ahorrado, alquiló un coche viejo y condujo durante horas hasta un pequeño pueblo rodeado de colinas. Encontró a Marco en una casa desgastada, al borde de un acantilado. Era un hombre en sus cincuenta, con cicatrices visibles en el rostro y las manos. Sus ojos hablaban de una vida llena de batallas y secretos.

—¿Qué quieres?—preguntó Marco, sin molestarse en invitarla a entrar.

Ashley respiró hondo. —Necesito que me entrenes. Quiero infiltrarme en la mafia.

Marco soltó una carcajada seca. —Este no es un juego, niña. Vuelve a casa antes de que te mates.




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