La tensión en la base era palpable. Cada mirada, cada palabra, parecía cargada con la amenaza de un conflicto inminente. Giovanni, cada vez más paranoico y agresivo, había empezado a desconfiar de todos, incluso de su círculo más cercano. Nadie estaba a salvo de su ira.
Alexis estaba en su habitación, observando las sombras que se proyectaban en la pared. No había tenido un momento de paz desde su llegada. Cada misión, cada interacción con Giovanni y sus hombres, le recordaba cuán lejos estaba de la vida que una vez soñó tener. Pero no podía abandonar ahora. Había algo en Ismael que la mantenía atada, una mezcla de amor y necesidad de respuestas.
En el otro lado de la base, Ismael se encontraba reunido con Giovanni y sus hombres en lo que parecía ser una misión crucial. Las instrucciones eran claras: tomar el control de un punto estratégico controlado por una organización rival. El problema no era la misión en sí, sino la manera en que Giovanni la planteaba.
—No me importa cuántos de ustedes caigan —dijo Giovanni con un tono frío y despiadado—. Esto es personal. Quiero que arrasen con todo y no dejen a nadie con vida.
Ismael apretó los dientes, luchando por mantener la calma. Sabía que algo estaba mal con Giovanni. Su odio había crecido a un nivel insostenible, y eso lo hacía peligroso, no solo para sus enemigos, sino para todos los que estaban bajo su mando.
Mientras tanto, Alexis escuchaba desde el pasillo. Había aprendido a moverse sin ser vista, una habilidad que le había salvado la vida en más de una ocasión. Las palabras de Giovanni la hicieron estremecerse. Esto no era un simple golpe. Era una masacre en potencia, y ella estaba atrapada en medio.
Horas después, en la sala de entrenamiento...
Ismael encontró a Alexis practicando con una pistola, disparando a un blanco improvisado. Su postura era firme, pero había algo en su mirada que lo preocupaba.
—¿Puedo ayudarte con eso? —preguntó Ismael, acercándose con cautela.
Alexis no respondió de inmediato. En cambio, bajó el arma y lo miró directamente a los ojos. —¿Hasta cuándo vas a permitir que Giovanni te controle como a uno de sus peones?
La pregunta lo tomó por sorpresa. Durante un momento, Ismael no supo qué decir.
—No es tan simple, Alexis —respondió finalmente, con un suspiro.
—¿No es tan simple? —replicó ella, su voz cargada de frustración—. Cada día que pasa, te pierdes más en este mundo. ¿Es eso lo que querías cuando empezaste a mentirme?
El silencio que siguió fue ensordecedor. Ismael sabía que ella tenía razón, pero también sabía que no podía simplemente alejarse. Giovanni no permitiría que nadie lo dejara con vida.
—Lo hago por ti —murmuró Ismael, apenas audible.
Alexis lo miró con incredulidad. —¿Por mí? Entonces demuéstramelo. Salgamos de aquí antes de que sea demasiado tarde.
Ismael la miró con una mezcla de dolor y determinación. —No puedo. No todavía.
Antes de que Alexis pudiera responder, uno de los hombres de Giovanni entró apresuradamente en la sala. —Ismael, Giovanni quiere verte. Ahora.
En la oficina de Giovanni...
La escena era tensa. Giovanni estaba sentado detrás de su escritorio, sus ojos llenos de una furia contenida. Frente a él estaban Ismael y algunos de los hombres más leales de la organización.
—He recibido información de que hay un traidor entre nosotros —dijo Giovanni, su voz tan tranquila que resultaba aterradora—. Alguien ha estado filtrando información a la organización rival.
Ismael sintió un escalofrío recorrer su espalda. No era difícil imaginar lo que Giovanni haría si encontraba al culpable.
—Quiero que todos ustedes me juren lealtad aquí y ahora —continuó Giovanni, levantándose de su silla—. Y si descubro que alguno de ustedes me ha traicionado... bueno, ya saben lo que les espera.
Ismael asintió, manteniendo su expresión neutral. Pero en su interior, sabía que el reloj estaba corriendo. Giovanni se estaba volviendo más inestable, y era solo cuestión de tiempo antes de que todo se desmoronara.
Esa misma noche...
Alexis se reunió en secreto con Ismael en uno de los pasillos menos vigilados de la base. Sabía que lo que iba a proponer era peligroso, pero no podía seguir esperando.
—Tenemos que irnos, Ismael —dijo en un susurro, sus ojos brillando con determinación—. No sé cuánto tiempo más podré mantener esta fachada. Giovanni desconfía de todos, y si descubre quién soy realmente...
Ismael asintió lentamente. —Sé lo que estás diciendo, pero necesitamos un plan. No podemos simplemente huir. Giovanni nos encontrará.
—Entonces acabemos con él —propuso Alexis, sorprendiendo incluso a sí misma con la firmeza de sus palabras—. Si Giovanni no está, nadie más nos perseguirá.
Ismael la miró con una mezcla de sorpresa y admiración. Sabía que ella tenía razón. Giovanni era el centro de todo. Si lograban eliminarlo, podrían tener una oportunidad de escapar.
Pero también sabía que enfrentarse a Giovanni sería un riesgo enorme, uno que podría costarles la vida.
—Lo haremos juntos —dijo finalmente, tomando la mano de Alexis—. Pero tendremos que esperar el momento adecuado.
Alexis asintió, apretando su mano con fuerza. Sabían que el final estaba cerca, pero ninguno de los dos estaba dispuesto a rendirse sin luchar.
Al día siguiente...
La tensión dentro de la base había alcanzado un punto de quiebre. Giovanni estaba cada vez más paranoico, su ira desbordándose en oleadas que golpeaban a todos a su alrededor. Nadie estaba a salvo de su furia.
Ese día, Alexis intentaba mantener un perfil bajo, pero los ojos de los hombres de Giovanni siempre parecían seguirla. Había aprendido a fingir indiferencia, aunque su cuerpo estuviera constantemente en alerta.
Mientras tanto, Ismael estaba siendo arrastrado a una reunión con Giovanni y algunos de sus hombres más cercanos. El tema de la supuesta traición seguía siendo el principal foco de atención.