Eduardo.
Después de la búsqueda interminable, por fin encontramos la habitación, nada lujosa ni tampoco algo grande, como lo había visto en el mapa, me imagine algo mucho más sencillo, pero fue algo...aceptable.
La cama estaba muy cómoda, en el librero había un florero y unos cuantos libros, contaba con la contraseña de Internet que le tocaba a tu área, y también la iluminación era un punto extra.
Una hermosa ventana la cual daba al patio principal, la brisa y el ambiente era tranquilo, sabía perfectamente que al comenzar las clases iba a estar lleno de alumnos por todos lados, así que esta semana, la iba a aprovechar al máximo. Más que nada por la tranquilidad y el silencio, cosa que después desaparecía.
Saqué mis cosas de la maleta y comencé a reproducir lo primero que salió en la aplicación de música, no había ningún plan por el momento, y lo único que podía hacer era acomodar mi dormitorio.
Entre al baño y un lindo aroma se hizo presente en seguida, como decía el mapa, no había regadera, sólo un espejo y el lavamanos con un retrete. Un punto negativo que rápidamente detecte, fue el hecho de que todo lo que pasaba en otras habitaciones, se escuchaban en la mía.
Como tenía muchas cosas, me tardé siglos en acomodar mi habitación, tanto me tardé que, al darme cuenta, solo habían pasado veinte minutos, volví a ver los muebles y las cosas que habían ahí eran muy pocas. Como seguía sin tener planes para poder encontrar alguna distracción, lo único que se me ocurrió fue ir a dar una segunda vuelta a la escuela.
Regrese a aquellos salones enormes, cuando llegué al salón con candado, me di cuenta que esta vez estaba abierto, no deje pasar la oportunidad así que decidí entrar, me encontré con muchos instrumentos, entre ellos un hermoso piano, el cual fue cómplice de aquella melodía que me hizo caer en sus garras de la tranquilidad.
Comencé a observar las demás cosas que había en el salón, lo que reconocí fue una batería, guitarras, bajos, flautas, trompetas, violines, y alguno que otro instrumento pequeño como las maracas y el triángulo.
Aunque me gustaban mucho las melodías que podrías realizar con estos instrumentos, no sabía tocar ni uno solo, a excepción de la flauta, en la primaria me decían que era muy bueno, y que podría llegar a ser aún mejor con la práctica, pero mi madre dijo que solo lastimaba los oídos y que no era de su agrado. En casa nunca pude practicar, por ende, lo dejé con el tiempo.
Saque de su estuche un violín de color blanco, muy hermoso, no tenía idea de cómo se tocaba, pero el diseño me atrapó.
—¿Buscaba algo joven? —un profesor de vestimenta formal, se hizo presente en la habitación, cosa que me exaltó y causó que aventara el violín a la mesa.
—No para nada, solo, me gustó el diseño, es todo.
—Sí, es uno de los mejores que tenemos, tenemos cinco y por este todo mundo se peleaba, actualmente este salón es uno de los menos utilizados, los jóvenes ya no se interesan en la música como antes, ahora quieren el taller de mecánica, electricidad, carpintería, baile, o hasta cocina, pero música, está olvidado. Solo he conocido a un chico que se interesó mucho por el piano, es muy bueno.
—¿Cuál es su nombre? —el de inmediato se encogió de hombros y retrocedió.
—No tengo idea, jamás le he preguntado, y cuando lo hago lo evita. Aparte también está el hecho de que es muy reservado, hasta cierto punto, da miedo.
—¿No sabe nada de él?
—Solo sé que estudia abogacía y es el mejor de su clase, por lo que he escuchado, en este salón se encierra por horas, termina su tarea con todas sus labores, toca un poco el piano y se retira después. Si no fuera por él, este salón estaría abandonado.
—Qué pena, el aprender a tocar un instrumento llega a convertirse en una aventura que muy pocos se arrepienten de haber cruzado.
—Exacto chico, tu si me entiendes, ¿te gustaría aprender a tocar uno?, yo soy el profesor, te puedo enseñar a tocar el instrumento que desees, o solo te puedo enseñar a tocar una melodía si gustas.
—Suena bien, lo pienso en la semana y le doy el aviso cuando comiencen las clases.
—Me parece perfecto, si gusta lo espero el lunes a esta hora aquí, a veces vienen los nuevos a ver de qué tratan los talleres, ahí es donde puede tomar su decisión.
—Claro, hasta luego.
Salí del salón corriendo con un poco de adrenalina, me hubiera gustado poder descubrir su nombre, así poder buscarlo pedirle el nombre de la melodía, me había encantado, jamás la voy a olvidar.
Después pensé sobre la carrera que estudiaba, estudiar abogacía suena algo complicado, nunca fueron mi fuerte las leyes y todo eso, fui muy malo en esa materia durante toda la primera y parte de la secundaria.
Sin darme cuenta, nuevamente me encontraba en el patio central, ahora se notaba una gran diferencia a comparación de hace un rato, más personas se podían notar entre tanta flora. Me comenzaba a estresar el hecho de solo ir de un lado a otro, así que mejor saque el mapa para ver hacia donde podría ir.
El único lugar aceptable que se podría apreciar, era la cafetería, sería buena idea, teniendo en cuenta que no había comido nada desde que había dejado a Jorge. No estaba lejos del lugar en el que me encontraba.
El error que cometí fue que comencé a caminar sin mirar el camino, después de unos cuantos pasos, como era de esperarse, choque con un chico, un poco más bajo que yo.
—Perdón amigo, no estaba pendiente del camino, una disculpa.
—No hay problema, pero, aprovechando que por fin tengo una plática desde que pise este lugar, me podrías decir ¿dónde queda la cafetería?
—La cafetería...si claro que sí, de hecho, yo voy para allá, si gustas te puedo llevar y así descubrimos donde está la dichosa cafetería, porque la verdad es que yo tampoco sé dónde está.
—Me parece bien, sirve que conozco a alguien nuevo. ¿Cuál es tu nombre?