Eduardo.
Siendo sinceros y poniendo la coherencia en la mesa para poder ver que carta tirar después, estoy en un puto donde ya no sé qué hacer con mi vida. Primer día de suspensión, donde lo resumiría con unas simples palabras. "Aburridamente tedioso".
Todo comenzó mal, viendo que desde las cinco de la mañana estoy despierto y ya son la una de la tarde, es obvio que el aburrimiento junto con el cansancio me gano, muchos pensaran en resolverlo con recostarse en la cama para seguir durmiendo un poco más, así el día se acabaría más rápido pues la mayoría del tiempo estarías durmiendo. Pero mi cuerpo hoy dijo: "Te chingas, no quiero dormir" dicho y hecho, no he podido conciliar el sueño desde que madrugue.
Para poder cansarme y así poder volver a dormir, después de estar perdiendo el tiempo por más de dos horas en mi habitación, tome la decisión de salir a dar el rol a la escuela, topándome con mi nuevo vecino, Diego.
No hay mucho que decir sobre aquel chico, solo está ocupando la habitación que anteriormente era de Javier, quien ocasionalmente compartía con Peter. La primera impresión fue pésima, yo no quería tener contacto alguno con él, pero fue el quien dio el primer paso para construir una conversación un tanto...incomoda.
Engreído, creído, pesado, irritante, egocéntrico y ni hablar del nivel de machismo que tenía encima, solo son algunas palabras con las que puedo describirlo. Y digo algunas por que la lista continuaría, pero para que darle tanta importancia.
Después de la horrible platica que tuve con él, decidí ir a dar la vuelta a los alrededores del patio, aunque yo pensaba que los conocía como la palma de mi mano, siempre hay uno que otro lugar que me impresiona o que son descubiertos accidentalmente.
Durante este pequeño paseo que tuve durante la tarde, percibí nuevamente los letreros que parecen viene persiguiéndome desde el comienzo de la semana. Todos aquellos lugares que poco eran visitados, tenían un gran letrero que decía "Cerrado por remodelación".
Puede ser entendible, digo, la escuela es una de las más importantes del país, por ende, quieren dar siempre una buena imagen dentro y fuera de las instalaciones. Sorprendido no quedaría si la escuela se encuentra pintada de pies a cabeza cuando acaben las vacaciones de fin de semestre, que por lo que tengo entendido duran alrededor de dos meses, o dos y medio.
Cambiando de cuento y de lugar, los salones que me han ayudado a ser cómplices de algunas escapadas en mis momentos de estrés o desesperación, siguen estando cerrados, de igual manera con el letrero que menciona la famosa remodelación, aunque creo tener la razón al decir que estos salones solo serán derrumbados para poner algo nuevo, no caería mal una alberca olímpica.
El único que si mostraba una gran diferencia es de música, lo único que quedaba era el gran piano que ahora estaba más al centro del salón. Alguien había forzado el candado y de igual manera movió el instrumento a un lugar con mejor luz solar.
Mientras estaba baboseando en los salones, me llegaron un par de mensajes por parte del peli-blanco, diciendo que llegaría más temprano de lo esperado por algunos cambios en los planes que tuvo su familia.
César al parecer también fue suspendido, ya que lo había visto con anterioridad en el patio que se encuentra atrás de los edificios. Al único que no quería encontrarme, me lo encontré, al que quería ver, nunca lo vi, y al menos esperado fue el que al final llego, raro.
—¡Amigo! —volteé para atrás y volví a encontrarme con el "emo".
—Hola—aunque quería fingir que estaba feliz por verlo o algo por el estilo, era más bien impresión e incomodidad, me resulta raro hablar con alguien con quien no tengo mucha confianza o no me trasmitió ese sentimiento de quererlo conocer más a fondo.
—¿Por qué no estás en clases?
—Me suspendieron.
—¿En serio?, que mal, mi más sentido pésame mi amigo—aunque sabía que lo hacía con otra intención, parecía que se estaba burlando de mí.
—Claro... ¿Necesitas algo?
—Sí, te invito un jugo de la cafetería, ¿Qué dices?
—No gracias, no tengo sed.
—¿Algo de comer?
—No tengo hambre.
—¿Aire?, te invito a respirar conmigo, pero ven conmigo, no puedes decir que no quieres respirar, ¿o sí?
—Pará serte sincero ahora quisiera no hacerlo, ¿Algún pedo?
—No, ninguno, me puedes hacer el favor de acompañarme.
—¿Cuál era tu nombre?
—Bambi, soy Bambi—aunque quería mantener una postura seria, lo hacía muy difícil—okey es broma, soy Gonzalo, un gusto Lalito.
—¿Por qué me dices así?, no lo hagas.
—Leí en Internet que un apodo que tienen los Eduardo en México, es Lalo, ¿Te gusta o te disgusta?
—Me disgusta, más si viene de tu parte.
—Oye, en serio quiero ser tu amigo, ¿Una oportunidad?
—Chico, ahora estoy un poco ocupado.
—Haciendo ¿Qué?
—Lo que sea que me mantenga ocupado y evite estar contigo. Nos vemos.
—Hasta luego amigo—me sorprendí al ver que se despidió con la misma sonrisa que tuvo desde que me saludó. Seguí caminando hacia mí edificio, pero de nuevo su voz me detuvo—Te mencioné que mi habitación es la 512, digo, solo por si gustas ir a pasar el rato.
—No chico, muchas gracias, me gusta estar en mi cuarto, SOLO.
—A nadie le gusta estar solo, ¿A quién le gusta estar solo?, a nadie, mejor acompáñame, en serio, te vas a divertir mucho.
—¿Me puedes dejar en paz?, o llamo a un profesor.
—Por favor.
—Si lo hago, ¿me dejaras de molestar?
—Sí, asegurado, absolutamente sí, pero solo dame una oportunidad.
—No chico, nos vemos después, ahora quiero estar solo.
Gonzalo solo agachó su mirada retirándose del lugar se fue, sin decir una palabra, su mirada de decepción en su rostro me hizo sentir un poco mal. Sabía qué hice mal en decirlo así, pero prefiero ser sincero a mantener una mentira. Al menos eso es lo que decía mi madre, y al parecer me lo inculco. Mientras retomaba mi viaje, fue ahora el sonido de mi celular que hizo que dejara de caminar para prestarle atención a los mensajes que me había mandado Ezequiel.