Eduardo.
—¿A dónde vamos a ir?, gran forma de decirles a más de cinco mil alumnos que en menos de veinte minutos tienen que evacuar el lugar. Súper ético—no llevábamos ni una hora caminando, durante todo el trayecto en la búsqueda de un hotel o algo por el estilo para pasar la noche, tuve que estar escuchando todas las quejas que tenía Gonzalo hacia la escuela.
—Pues...no lo sé, no sé qué decir, la verdad es que a mí también me tomó por sorpresa, quién lo hubiera imaginado—realmente me comenzaba a cansar el hecho de que para todo Gonzalo quería saber mi opinión o que mínimo le dijera algo al respecto.
—Algo ya estaba mal con esa escuela, nunca había nada abierto, y de repente todo estaba en "remodelación", si como no.
—De hecho, si, ahora tiene sentido.
—Si... ¿Qué vamos a hacer Eddy? Estamos a la mitad de la nada, de noche, con frío, y con una nueva mascota, ¿cómo dices que se llama?
—Luna, se llama Luna, ¿Está mal?
—No, déjalo, solo quería recordar.
—Pues si gustas, por el momento podemos ir a un hotel o algo así.
—No podemos por tres sencillas razones; primera, somos menores de edad aún, no nos van a dejar entrar, segunda, estar con ese perrillo nos va a dificultar la entrada y, por último, no tenemos dinero.
—Tu no, pero yo sí, aún tengo como mil pesos.
—¿Dijiste cuánto? —Gonzalo se detuvo para voltearme a ver con asombro mientras descansaba un poco las manos de cargar las maletas.
—Sí, me los mando Jorge, fue lo último que me mandó, me había dado más, pero pues... ya se acabó.
—Pues, ahora solo queda por resolver dos cosas.
—En mi mochila no hay muchas cosas, podemos meter a Luna entre mi ropa para que pase desapercibida, es pequeña, así que puede funcionar, y, por último, podemos hablar con el recepcionista, explicarle la situación ¿entiendes?, siempre hay una posibilidad.
—No lo sé...
—Anda vamos.
—¿Mínimo sabes a dónde vas?, no conocemos estos lugares, siempre estuvimos dentro de la escuela.
—Puede que estuvieras siempre adentro, pero yo no, una vez salí con Ezequiel, Javier y Peter, fuimos a un supermercado que está cerca de aquí, recuerdo haber visto él un letrero que decía "Hotel".
—Como sea, ¿Dónde está Eddy?
—Pues, regresemos a la escuela, porque estoy un poco desorientado, los lugares de noche siempre se ven diferentes.
—Vamos—Gonzalo se veía cansado, rodeando los ojos y dando pisadas pesadas volvió a retomar el viaje, pero ahora de regreso a la escuela.
No tardamos mucho en regresar a la escuela, nos detuvimos unas calles antes cuando comencé reconocer los lugares que se encontraban alrededor del plantel, ayudando así a la búsqueda de algún hotel para descansar un poco.
—¿Bien?
—Vamos para allá—seguimos caminando mientras nos perdíamos entre las calles de la fría noche que poco a poco comenzaba a sentirse aún más baja la temperatura. Todo parecía indicar que estábamos cerca del lugar, pero los quejidos de Gonzalo hicieron que me preocupara por él.
—Tengo hambre...
—¿Gustas comer algo?, yo te invito—mencione mientras miraba un "restaurante" de tacos que apenas se comenzaban a preparar para cerrar. Ya había escuchado del lugar por algunos compañeros de la escuela, decían que cerraban muy tarde por la alta demanda del producto, pues tenían buen sabor a un costo accesible.
—No Eddy, sigamos.
—Buenas noches—me acerqué al lugar y de inmediato sentí la mirada de Gonzalo—¿aún puedo pedir algo?
—Por supuesto que si Joven, hoy estuvo muy lento y sería un gusto atenderlo.
—¿Qué tiene aún?
—De todo, pidan lo que sea de su agrado y yo se lo preparo—mire a Gonzalo que con miedo se acercaba al local del cual salía un poco de música.
—¿Qué quieres Gonzalo?
—¿Seguro? —ya no mencioné nada más, solo dije que si con la cabeza—Pues... nunca he comido tacos.
—¿Perdón?, llevas tres años aquí, ¿cómo es posible que no hayas comido tacos?
—Ya te lo dije, siempre estuve dentro de la escuela, pocas veces comía algo diferente.
—Pues...me da... cinco tacos.
—Claro joven, ¿De qué van a ser?
—Tacos al pastor, serían tres y dos de longaniza... si, así por favor.
—¿Pará comer aquí?
—No, para llevar de favor—el señor se puso detrás de las parrillas y comenzó a hacer mi pedido.
—¿Cuánto falta para llegar? —Gonzalo volvió a descansar las manos dejando las mochilas en el suelo y estirando sus brazos para que estos se sintieran menos pesados.
—No mucho Gonzo.
—¿Cómo me llamaste?
—Gonzo, como el de los muppets. ¿Te molesta?
—No, suena gracioso.
—Bueno... veremos qué pasa hoy, si no, creo que tendremos que pasar la noche en la calle.
—Me traje la cobija de mi habitación, ya tenemos con qué taparnos—comencé a reír por el comentario de Gonzalo, quien, a su vez, se sentó en el suelo usando su mochila como asiento.
—Okey, entonces, frío no pasamos.
—Eso espero.
—Listo chicos, su pedido está listo—sin decir muchas palabras, agradecí por el servicio, page la comida e hice unas señas para que Gonzalo siguiera caminando sosteniendo las mochilas que comenzaban a marcar las palmas de sus manos.
Las calles seguían solitarias, apenas si un perro callejero se asomaba en la esquina de alguna cuadra, lo único que, si nos sorprendió esta noche, fue la casa que tenía música a todo volumen mientras risas y gritos se escuchaban dentro de ella, llegando el ligero aroma a alcohol hasta la puerta que se encontraba abierta.
—Y si nos esperamos aquí, a que todos se pongan borrachos y entramos a saquear la casa—pegue una carcajada por el comentario mientras seguía caminando al lado de Gonzalo.
El resto del camino fue silencioso, solamente se escuchaban nuestras respiraciones aceleradas por el largo camino que habíamos recorrido en la búsqueda de algún lugar para descansar mínimo esta noche. Aunque esto comenzaba a sentirse como un laberinto sin fin, donde la salida estaba más que escondida.