Ya en su casa, tratando de despejar su mente, el silencio abrumador provocaba pesadillas en ella. La noche cubría su piel suave y lisa, marchitando sus lucientes sueños que tenía antes de perder a su amado.
—Gabriela, por el momento nadie sabe dónde te encuentras, te pido que no hagas nada estúpido, haremos esto juntos —resonó el buzón de voz en el teléfono, despertándola.
—Diablos, tengo que botar ese maldito teléfono —exclamó levantándose de la cama acercándose a la ventana para que la luz de la luna ilumine su cara.
La noche se fue como forastero en año nuevo, poniendo sus ojeras en las cuencas de Gabriela por no dormir en toda la tétrica noche.
Con dos sutiles golpes en la puerta, fue el sonido de alarma en la casa de Gabriela, pero quién diablos podría tocar su puerta otra vez a las tres de la mañana, acaso era el mismo diablo o eran personas que no tienen modales al ir a una casa a tan temprana hora.
Corriendo con el arma en su mano derecha, abrió la puerta cuidadosa dispuesta en acción combativa de lo que pasará en los siguientes momentos.
—Relájate, Gabriela —exclamó Mario al ver cómo le apuntaba con su arma.
—Gabriela, veo que ya estás despierta —le dijo Fernando.
—Veo que ya perdieron el respeto —respondió Gabriela —. Que les trae por aquí, no pensé que el plan lo realizaríamos tan de mañana.
—Es raro verte así tan relajada —exclamó Daniela.
— ¡Tú crees! —respondió Gabriela.
Ya en la sala de la casa, Mario tan cansado por todo intenta mantener su atención en Gabriela que está hablando sobre el plan, este desorientado cabeceaba de sueño y abría los ojos bruscamente al saber que se estaba durmiendo. Fernando le golpea la espalda diciéndole que preste atención.
―Qué opinas, Mario ―le preguntó, Gabriela.
―¿Quién cocina? Como ―responde sin pensar.
―Dios presta atención, tú me vas a seguir cuando Ortiz me lleve en su carro hacia los que tienen a mi hija y a Marta ―le contestó, Gabriela enojada.
―Bueno chicos creo que mi esposa me necesita ―se levantó y se giró hacia la puerta.
―Tu no vas a ningún lado y ni esposa tienes ―proclamó, Daniela.
―Ya saben cuál es el plan, ahora debemos actuar ―les dijo Gabriela.
―Estas lista, Gaby ―comentó Fernando.
―Lista es mi apodo ―respondió.
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Al pasar las horas, la mirada de Gabriela escondía sentimientos arcanos los cuales son tan asiduos que vuelven cada minuto, esta se encontraba amarrada en un poste, escoltada por Fernando, el cual llamo a Ortiz, para entregarle a Gabriela.
―Perfecto Fernando, has hecho un buen trabajo ―le dijo Ortiz bajándose del auto.
―De nada teniente, solo hago mi labor, atrapar criminales ―le contestó viéndolo a los ojos.
―Bien, vete a la estación de policía, yo me encargaré a partir de ahora ―le exclamó Ortiz.
―A sus órdenes ―le respondió Fernando.
Fernando se fue en el auto, solo se quedaron Ortiz y Gabriela en medio de la nada, en la zona solo había casas abandonadas en un lugar alejado de la ciudad, este se agachó y se río de Gabriela, mientras sacó su teléfono para llamar a alguien...
―Mike, tengo a tu presa te la llevaré a las siguientes coordenadas ―le dijo Ortiz.
Colgó la llamada y este le abofetea la cara a Gabriela para luego quitarle la cinta adhesiva, mientras se le acerca lentamente a su oído y susúrrale: «¡Ves querida, querida a veces los malos ganamos». Le dijo riéndose de ella.
― ¿Cuánto te pagaron? Cavasteis tu fin y todo por dinero ―le preguntó Gabriela.
―Solo aseguro mi jubilación, te digo algo, pero no se lo digas a nadie, ellos me buscaron, me ofrecieron mucho dinero, y sabes le di toda la información de tu primo. Me dijeron que cuando buscan venganza siempre se llevan a los seres queridos y pues me resultó algo muy divertido. Dios en verdad sí que son raros todos ustedes...
―Estas muerto, juro que yo misma te sacaré los ojos y los destripare hijo de puta ―le gritó Gabriela enfurecida.
―Ah, y como harás eso gritándome ―se carcajeo y la volvió a abofetear.
Este la subió al carro, iba tan rápido zangoloteando en zigzag a los vehículos, tras una hora en marcha la llevó a una fábrica abandonada, llena de pasto, sarro y prácticamente casi destruido. Al entrar al sector, se hallaban más de veinte vehículos, alineados de color negros, se podían localizar más de cuarenta mercenarios en toda la fábrica, sí que era un ejército bien armado.
―Oh, Gabriela la famosa "Gunilla" la guerrera o diría una total fracasada y estúpida ―le dijo Mike acercándose a ella.
―Veremos si soy tan fracasada cuando te saque el corazón ―le respondió Gabriela escupiéndole en la cara.