En busca del Amor

Capítulo IV

Ajusté el espejo retrovisor con la mano izquierda mientras con la derecha estaba cavando dentro de mi bolso, buscando mi labial rosa.

Cuando por fin lo encontré, lo abrí y puse una gruesa capa pegajosa en mis labios finos.

—¿En verdad estás haciendo esto?

—¿Hacer qué? —Digo mientras lo pongo en mi bolso, aprieto mis labios para después hacer un ruido seco.

—¡Eso! Pintarte los labios en mi presencia. —Hace una mueca. —No vuelvas hacerlo, es asqueroso.

Ruedo los ojos, que niño más dramático. Pongo el espejo retrovisor a su posición original, colgué el bolso negro en el hombro y me apoderé de la manija de la puerta para salir del coche.

Empecé a caminar hacia la entrada de la cafetería, con Roderick siguiendo mis pasos.

Roderick abrió la puerta para mí. Tiene modales, me gusta.

—¿Qué quieres? —Le pregunté, cogiendo mi cartera de mi bolso. Cuando no respondió lo miré.

—Nunca he estado en un lugar como este, así que no tengo ni idea que es lo que sirven aquí.

—Bueno, ¿te gusta el café?

—Sí.

—Entonces eso pediremos. —Cuando llegó nuestro turno para ordenar, pedí dos cafés capuchinos.

—Eso será de 5.50 dólares —El cajero dijo con cara de querer matar a todos.

Le di un billete de 10 dólares ganando el ceño fruncido de Roderick.

—¡Vaya! Creí que pagarías con un billete de 50 y le dirías quédese con el vuelto.

Ay, qué simpático es este niño.

—Pues como ves, no presumo mis millones. —Dije muy suave, tratando de no explotar, pero dejándolo en claro.

—Si no lo presumieras, no te vestirías elegante, ¿no crees? —Señala el lugar —Estamos en una cafetería, no en un restaurante lujoso.

—Eso no tiene nada que ver. Me gusta vestirme a la moda, no tiene nada de malo. —Ya estaba molesta con este niño porque siempre encuentra una manera de discutir conmigo.

—Claro, como digas.

En verdad me la está poniendo difícil, esta mañana como lo había prometido, fui al orfanato en busca de el para poder salir a conversar un rato, al principio se negó, como siempre, pero termino aceptando. Un gran paso.

—¿Dos cafés capuchinos? —Un chico de pelo rubio con el delantal plomo que significaba que trabaja aquí. Nos entregó los dos vasos de plástico.

—Gracias. —Murmuré antes de darme la vuelta y mirar a mi alrededor buscando encontrar un par de asientos vacíos.

Estaba lleno de gente.

Finalmente encontré una mesa libre con 2 sillas, a lado de la ventana. Puse los cafés abajo mientras Roderick se sentaba.

—Debo de admitir que esto sabe mejor que el que sirven en el orfanato.

Lo miré mientras bebía de la paja verde y mirando hacia mí.

—Me alegro que te gusté. —Sonreí. —Gracias por haber aceptado venir conmigo.

Frunció el ceño. —Técnicamente me obligaste, yo no quería venir.

Un pequeño silencio cayó entre nosotros.

—Así que… vamos a esperar a un tal Rodrigo.

Su pregunta rompió el silencio. Después que salí del orfanato le conté a Rodrigo que ya tenía pensado que niño adoptar, obviamente le conté como me había tratado. Él me dijo que quería conocerlo para ver si compatian. No entendí eso. ¿Para qué Rodrigo quería saber si compatía con Roderick?

—Sí, es mi mejor amigo. Y me gustaría que ustedes se llevaran bien.

—¿Por qué yo quería llevarme bien con tu mejor amigo? —Dijo haciendo énfasis en la palabra tú.

—Rodrigo pasa más tiempo en mi casa que en la suya, literal lo vas a ver a cada rato, así que para que las cosas no estén incomodas entre ustedes, mejor es que se conozcan antes.—Agarré mi capuchino para tomar un poco de él.

Roderick se quedó mirándome, sin decir una palabra.

Eso es buena señal, ¿no?

—¿Cuántos años tienes?

—Veinticinco.

Roderick solo asintió con la cabeza.

—¿De qué se trata tu trabajo? Si es que trabajas, a menos que todo el dinero que tengas, lo hayas conseguido de un suggar. —El susurró burlándose de mí, una vez más.

—No necesito de un hombre para tener bastante dinero. —Apoyé los codos sobre la mesa y entrelacé los dedos. —Tengo muchos trabajos, a veces trabajo desde casa, como, haciendo diseños gráficos o traduciendo palabras en otro idioma. Pero mi trabajo oficial es que soy dueña de una de las empresas más importante del país.

No me gusta alardear mucho de mi trabajo, pero si eso a Roderick le interesa, eso haré.

—¿Y cómo se llama esa empresa?— Preguntó, terminando su capuchino y dejando el vaso vacío sobre la mesa. Me di cuenta que su pajita estaba mordida. 

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En el texto hay: adopcion, romance, vaquero

Editado: 13.01.2021

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