En busca del Amor

Capítulo XIII

—Patrón ya todo está listo —anunció Ernesto, mi mano derecha. Cuando no estoy yo o a veces ando demasiado cansado, le digo a Ernesto que se encargue del trabajo, el sin problema lo hace. Es uno de los mejores hombres que tengo en el rancho.

—Bien. Adelántate que ya me reúno con los demás. —Ernesto asiente con la cabeza y se va.

Estoy en uno de los almacenes que pusimos para los jinetes para que se preparen, estoy abrochándome el chaleco cuando escucho unas voces.

—Viste a la chica que estaba junto a la subasta de caballos. Se ve que es una presa fácil. —Me acerco un poco a la puerta para escuchar un poco más. —Estaba con un niño. —Otra voz se hace presente. —Pero no será problema. Vamos que los perdemos de vista.

Me quedo un rato pensando. Seguro ha de ser un par de bandidos que siempre aprovechan cuando hay estos tipos de eventos para robar.  

Aunque solo se le vino a una persona a la cabeza que tal vez sea un blanco fácil para esos bandidos.

Ángela y su hijo.

No podía evitar mirarla mal, lo hacía recordar a una persona que quería enterrar de su pasado. Era una jovencilla normal, que le gustaba vestirse a la moda, pero ahí en ese momento esos ojos azules y esa cabellera castaña se atrevía a decir que jamás estuvo tan intimidado por una mujer, aunque lo disimulaba muy bien.

Cuando la vio por primera vez en su establo, entendió con exactitud de los rumores que había escuchado sobre ella; todo en ella gritaba lujo, seguridad, delicadeza en cada una de sus facciones.

Tenía el típico rostro de una artista de cine; blanco, con sus pómulos marcados que eran una buena vista para el que la viera de frente. En cambio, su hijo era lo contrario a ella. Se le hizo raro al ver que no tenían nada en común, pero supongo que ha de tener más parecido al padre.

Sacudí la cabeza incomodo al ver por dónde iban mis pensamientos. Tal vez necesitaba un descanso para dejar de pensar en idioteces.

Salí del almacén y me dirijo donde está el corral, donde observo a la multitud gritar al jinete que está montando a un toro negro.

Veo como el jinete lucha por aguantar con su mano la fuerza descomunal del toro, el cual tocaba por sorteo. Cada tanto los miraba y negaba con la cabeza queriendo alejar los recuerdos de aquella vez, donde casi pierdo la vida.

—El siguiente eres tú —Ernesto palmeó mi espalda bajándose de las tablas para dirigirse a la puerta del cajón, donde lo estaban esperando y sostenían al animal que golpeaba cada pared de aquel cajón.

—¿Está listo patrón? Podemos pedir la remonta si desea.

Afirmó su mano enfundada en el guante que se apretaba al pretal para tener un mejor agarre antes de que se saliera del cajón y el animal lo levantara en el aire. Podía escuchar con claridad su respiración pesada.

—Diles que ya pueden abrir —exclame con voz severa, convencido de que podía con el animal, solo tenía que durar 8 segundos para terminar de llevarse el primer premio.

—¡Tyler! —La voz de Miranda se oyó lejos de la multitud.

—Que abran —les ordene sin querer escuchar los reproches de su hermana sobre su conducta o que llegara tarde.

—¡Tyler! —Miranda se subió sobre el corral —. ¡No te atrevas a competir o si no te quedas sin descendencia!

 La mire con cansancio.

—¿Qué quieres? —el toro empezó a moverse, ajusto el pretal para tener equilibrio.

—¿Fuiste por Ángela y Roderick? No los veo por ningún lado. —eso hace que inmediatamente la vea.

—Sí, les dije como acercarse al lugar.

—Pues no los veo.

Echo un pequeño vistazo sobre la multitud para ver si la llego a ver, pero imposible, entonces la conversación que escuche sobre esos tipos llega a mi rápidamente.

—¿Abrimos o no el cajón? —insistió uno de los trabajadores del rodeo que esperaba la orden de que todo estaba en su lugar para dar inicio.

Me baje rápidamente del toro. Dejando atrás el corral.

—Patrón espere, si se va lo descalificaran —Ernesto me informa intentando alcanzar los pasos acelerados que doy.

Me detengo abruptamente.

—No me importa. Avísales a los muchachos que se reúnan conmigo con sus escopetas. Vamos a cazar a un par de ratas —es todo lo que digo.

Doy un vistazo por todo el rancho. ¿Dónde pueden estar? Es un lugar muy grande y espacioso, pueden estar por algún lugar. Solo espero llegar a tiempo.

No han pasado ni dos minutos cuando Ernesto trae a los muchachos y con sus escopetas, uno me entrega una.

Con mi vista en mi arma musité.

—¿Han visto algo raro?

El silencio se hizo por unos segundos, después una voz nerviosa hablo.

—No señor.

—Bien, quiero que se dividan, hagan un grupo de tres personas, irán revisando cada rincón del lugar —hago una pausa y los observo a cada uno de los muchachos fijamente. —Si ven a uno de esos bandidos no duden en disparar. ¿Quedo claro?



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En el texto hay: adopcion, romance, vaquero

Editado: 13.01.2021

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