Después de una hora, trasladaron a los invitados a una sala más privada, era como un enorme invernadero lleno de ventanas por todos lados.
Y llegó el momento de presentar a Carson a mis padres, no precisamente presentar, pues ya lo conocían, pero ahora se suponía que era mi novio.
— Que calladito te lo tenías. — Fue mi padre el primero en opinar.
— Ni que lo digas, casi no me deja salir de casa. — Bromeó Carson.
— ¿Vivis juntos? — Se sorprendió mi madre.
— No. — Dije, rápido.
— Pero ya saben... — Carson me agarró de la cintura y me atrajo a su cuerpo. — Estamos todo el tiempo en la casa del otro.
Lo miré a la cara. ¿Por qué estaba tan predispuesto a mentir por mí? ¿Lidia lo habría amenazado?
— Oh, claro. — Mi madre se rió nerviosa. — Es natural, ¿verdad, cariño? — Le preguntó a mi padre.
Él prefirió acabar la conversación y sentarse a la mesa que ocupamos junto a varios de mis tíos.
— No hace falta que hables de más. — Susurré a Carson al oído.
Al hacerlo, pude ver a Charlotte y Spencer, los dos, pese a ser los protagonistas del día y estar en su mesa con los padres de ambos, no nos quitaban los ojos de encima.
— Cuanto más mejor, ¿no? — Me respondió Carson.
Giré la cabeza y estábamos tan cerca que casi pude rozar sus labios con los míos.
— Charlotte se ha sorprendido bastante por tu cambio físico… — Comenté, apartando la mirada.
— ¿Tú no? Por favor, de adolescente era una albóndiga andante.
— Sabía por tu hermana que habías cambiado. Pero sí, igual me he sorprendido al verte. Supongo que como tú conmigo.
— Ya te había visto en las fotografías que Lidia cuelga contigo. También me ha dicho que te acompleja y que te diga que estás espectacular. — Me sonrió. — Pasamos por tantas cosas en la vida y todavía tenemos que prestarle atención al número que sale en una báscula. Hago deporte cada día y me privo de muchas comidas, a veces ni siquiera voy a comer con amigos. Esto no es vida. No tengo duda de que era más feliz cuando me atiborraba a galletas de chocolate.
— Pero seguro que ahora ligas más.
— Algo más. — Se rió y habló más bajo. — Me escriben muchas mujeres por redes sociales, hasta me envían fotos íntimas para llamar mi atención.
— ¿En serio?
— Es un calvario. — Bromeó.
— Déjame buscarte… — Saqué mi teléfono y lo busqué por su nombre y apellido en una red social.
Apareció el primero de una larga lista y entré en su perfil. Tenía un montón de fotos en el gimnasio, sudoroso y desnudo de la mitad para arriba. Era normal que las tías le enviaran mensajes.
— Ahí. — Carson tocó la pantalla de mi teléfono y al apartar la mano me di cuenta de que me hizo seguirlo. — Voy a seguirte de vuelta. — Dijo y sacó su móvil.
Me quedé mirando sus fotografías, cuando me entró una llamada de Jasper.
— ¿Qué quieres ahora? — Hablé molesta, luego colgué su llamada.
Me dejó tirada para venir a la boda, sí ahora se arrepentía o se sentía mal por mí, no me interesaba escuchar su disculpas.
— ¿Jasper? Suena a nombre de perro. — Carson sonó bromista a mi lado, al tiempo que me llegó la notificación de que ya me seguía en la red social.
— Quizás lo es. — Respondí y lo miré.
Carson sonrió.
— ¡Ramona! Ven aquí. — Escuché que me llamó Charlotte y miré hacia ella.
Charlotte y sus damas de honor se habían reunido en el centro de la sala.
— Va a lanzar el ramo. Ve hija. — Me alentó mi madre. — Quien sabe, ¡quizás seas la próxima en casarse!
— No estoy interesada. — Dije en voz alta.
— ¿Cómo que no? ¡Ven aquí, vamos! — Insistió Charlotte.
— Ve. No pasa nada. — Me animó Carson.
Lo miré con dudas, pero le hice caso y me levanté.
Me puse junto a las damas de honor y Charlotte lanzó su ramo hacia nosotras. Misteriosamente, el ramo cayó en mis manos.
Tras el convite, Carson me acompañó a mi piso, todo era un desastre, pero mi casero me permitió entrar y recoger algunas cosas. Al final, tanto el maletero del coche de Carson como el mío se llenaron.
— Gracias. — Agradecí a Carson por su ayuda. — Hoy me estás ayudando mucho.
— Me lo estoy pasando genial y gracias a ti, tendré vacaciones en un crucero.
— Podrás sacar muchas fotos.
— Verdad.
Carson cerró su maletero y miró mi coche.
— Ah, no te preocupes. He avisado a mi padre para que lo recoja mañana. — Le dije.
— Entonces, vamos.
— Sí.
Caminamos hasta las puertas de su coche y me llené de rabia al ver el ramo de Charlotte en el asiento.
— Sí tanto te molesta, tira eso a la basura. — Habló Carson, habiendo subido en el asiento del conductor y poniéndose el cinturón de seguridad.
— No. Las flores no tienen la culpa.
En el apartamento de Lidia, puse las flores en un jarrón con agua.
— Si te vas a casar, avisame mínimo con seis meses de antelación. — Dijo Lidia, mirándome desde el sofá y con una taza de café en las manos.
Era adicta al café y a pasarse las noches escribiendo novelas de misterio. Su apartamento estaba repleto de libros.
— ¿Con quién? — Levanté mi mirada hasta ella. — No puedo confiar en los hombres.
— ¿Has hablado con Jasper?
— Me ha llamado, pero no tengo intención de responderle.
— Lo verás en el trabajo.
— No hasta dentro de una semana. Me he pedido libre.
— ¡Qué envidia! ¿Crees que me puedas colar en una maleta?
— Para que te quedes encerrada en un camerino escribiendo. — Respondió Carson.
Estuvo de regreso con un cambio de ropa y una pequeña bolsa de viaje.
— Nunca juzgues a una escritora.
Lidia lo señaló, pero Carson me miró pasando de ella.
— Ya estoy listo.
— Yo también.
— Pasadlo bien. — Nos dijo Lidia, levantándose y dejando la taza de café en una mesita. — Por favor, vigila a mi hermano. Verás… — Nos alejó dos pasos de su hermano. — Él dice que Charlotte no le caía bien, pero tú y yo sabemos la verdad.