En busca del amor

3. El ramo de la novia

Después de una hora, trasladaron a los invitados a una sala más privada, era como un enorme invernadero lleno de ventanas por todos lados.

Y llegó el momento de presentar a Carson a mis padres, no precisamente presentar, pues ya lo conocían, pero ahora se suponía que era mi novio.

— Que calladito te lo tenías. — Fue mi padre el primero en opinar.

— Ni que lo digas, casi no me deja salir de casa. — Bromeó Carson.

— ¿Vivis juntos? — Se sorprendió mi madre.

— No. — Dije, rápido.

— Pero ya saben... — Carson me agarró de la cintura y me atrajo a su cuerpo. — Estamos todo el tiempo en la casa del otro.

Lo miré a la cara. ¿Por qué estaba tan predispuesto a mentir por mí? ¿Lidia lo habría amenazado?

— Oh, claro. — Mi madre se rió nerviosa. — Es natural, ¿verdad, cariño? — Le preguntó a mi padre.

Él prefirió acabar la conversación y sentarse a la mesa que ocupamos junto a varios de mis tíos.

— No hace falta que hables de más. — Susurré a Carson al oído.

Al hacerlo, pude ver a Charlotte y Spencer, los dos, pese a ser los protagonistas del día y estar en su mesa con los padres de ambos, no nos quitaban los ojos de encima.

— Cuanto más mejor, ¿no? — Me respondió Carson.

Giré la cabeza y estábamos tan cerca que casi pude rozar sus labios con los míos.

— Charlotte se ha sorprendido bastante por tu cambio físico… — Comenté, apartando la mirada.

— ¿Tú no? Por favor, de adolescente era una albóndiga andante.

— Sabía por tu hermana que habías cambiado. Pero sí, igual me he sorprendido al verte. Supongo que como tú conmigo.

— Ya te había visto en las fotografías que Lidia cuelga contigo. También me ha dicho que te acompleja y que te diga que estás espectacular. — Me sonrió. — Pasamos por tantas cosas en la vida y todavía tenemos que prestarle atención al número que sale en una báscula. Hago deporte cada día y me privo de muchas comidas, a veces ni siquiera voy a comer con amigos. Esto no es vida. No tengo duda de que era más feliz cuando me atiborraba a galletas de chocolate.

— Pero seguro que ahora ligas más.

— Algo más. — Se rió y habló más bajo. — Me escriben muchas mujeres por redes sociales, hasta me envían fotos íntimas para llamar mi atención.

— ¿En serio?

— Es un calvario. — Bromeó.

— Déjame buscarte… — Saqué mi teléfono y lo busqué por su nombre y apellido en una red social.

Apareció el primero de una larga lista y entré en su perfil. Tenía un montón de fotos en el gimnasio, sudoroso y desnudo de la mitad para arriba. Era normal que las tías le enviaran mensajes.

— Ahí. — Carson tocó la pantalla de mi teléfono y al apartar la mano me di cuenta de que me hizo seguirlo. — Voy a seguirte de vuelta. — Dijo y sacó su móvil.

Me quedé mirando sus fotografías, cuando me entró una llamada de Jasper.

— ¿Qué quieres ahora? — Hablé molesta, luego colgué su llamada.

Me dejó tirada para venir a la boda, sí ahora se arrepentía o se sentía mal por mí, no me interesaba escuchar su disculpas.

— ¿Jasper? Suena a nombre de perro. — Carson sonó bromista a mi lado, al tiempo que me llegó la notificación de que ya me seguía en la red social.

— Quizás lo es. — Respondí y lo miré.

Carson sonrió.

— ¡Ramona! Ven aquí. — Escuché que me llamó Charlotte y miré hacia ella.

Charlotte y sus damas de honor se habían reunido en el centro de la sala.

— Va a lanzar el ramo. Ve hija. — Me alentó mi madre. — Quien sabe, ¡quizás seas la próxima en casarse!

— No estoy interesada. — Dije en voz alta.

— ¿Cómo que no? ¡Ven aquí, vamos! — Insistió Charlotte.

— Ve. No pasa nada. — Me animó Carson.

Lo miré con dudas, pero le hice caso y me levanté.

Me puse junto a las damas de honor y Charlotte lanzó su ramo hacia nosotras. Misteriosamente, el ramo cayó en mis manos.

Tras el convite, Carson me acompañó a mi piso, todo era un desastre, pero mi casero me permitió entrar y recoger algunas cosas. Al final, tanto el maletero del coche de Carson como el mío se llenaron.

— Gracias. — Agradecí a Carson por su ayuda. — Hoy me estás ayudando mucho.

— Me lo estoy pasando genial y gracias a ti, tendré vacaciones en un crucero.

— Podrás sacar muchas fotos.

— Verdad.

Carson cerró su maletero y miró mi coche.

— Ah, no te preocupes. He avisado a mi padre para que lo recoja mañana. — Le dije.

— Entonces, vamos.

— Sí.

Caminamos hasta las puertas de su coche y me llené de rabia al ver el ramo de Charlotte en el asiento.

— Sí tanto te molesta, tira eso a la basura. — Habló Carson, habiendo subido en el asiento del conductor y poniéndose el cinturón de seguridad.

— No. Las flores no tienen la culpa.

En el apartamento de Lidia, puse las flores en un jarrón con agua.

— Si te vas a casar, avisame mínimo con seis meses de antelación. — Dijo Lidia, mirándome desde el sofá y con una taza de café en las manos.

Era adicta al café y a pasarse las noches escribiendo novelas de misterio. Su apartamento estaba repleto de libros.

— ¿Con quién? — Levanté mi mirada hasta ella. — No puedo confiar en los hombres.

— ¿Has hablado con Jasper?

— Me ha llamado, pero no tengo intención de responderle.

— Lo verás en el trabajo.

— No hasta dentro de una semana. Me he pedido libre.

— ¡Qué envidia! ¿Crees que me puedas colar en una maleta?

— Para que te quedes encerrada en un camerino escribiendo. — Respondió Carson.

Estuvo de regreso con un cambio de ropa y una pequeña bolsa de viaje.

— Nunca juzgues a una escritora.

Lidia lo señaló, pero Carson me miró pasando de ella.

— Ya estoy listo.

— Yo también.

— Pasadlo bien. — Nos dijo Lidia, levantándose y dejando la taza de café en una mesita. — Por favor, vigila a mi hermano. Verás… — Nos alejó dos pasos de su hermano. — Él dice que Charlotte no le caía bien, pero tú y yo sabemos la verdad.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 17.09.2025

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