El crucero zarpó por la mañana mientras todavía estaba en la cama, de donde no era capaz de levantarme. Era insoportable la vergüenza que sentía por dentro al haber hecho el ridículo besando a Carson. Él no me rechazó frente a Charlotte, es más, me correspondió, pero soy mujer.
Mi físico no era el mejor en los últimos años, pero no me sentía realmente acomplejada por él y sabía reconocer cuando un hombre se sentía atraído por mí. Con Spencer lo sentí y aún lo sentía cuando me miraba o lo tenía cerca. Carson me besó para no dejarme mal delante de Charlotte.
— Serás ridícula. — Me dije y rodé por la cama desesperada. — ¿Cómo voy a mirarlo ahora a la cara? — Me golpeé la frente contra la almohada y ahogué un grito.
— Simplemente me pilló por sorpresa. — Escuché a Carson y la cama se hundió a mi lado cuando él se sentó allí. — Además…
Me giré un poco. Carson tenía el cabello mojado, el torso desnudo y húmedo, y una toalla amarrada en las caderas.
— ¿Además… ? — Quise oírlo acabar lo que fuese a decir.
— Además no me gusta que me besen solo para darle una lección a otra persona. Estoy terriblemente bueno, lo sé, pero no soy un objeto.
Su voz sonaba amigable, tan amigable como ayer.
— Lo siento.
Me iba a incorporar, pero Carson pasó su brazo por encima de mí y apoyó la mano en la cama. Luego sonrió descarado y me besó en la mejilla.
— Levántate y vístete. Ya estamos en alta mar.
Carson se levantó y caminó hacia su maleta. Me giré en la cama y hundí la cara en la almohada.
Mi corazón palpitaba descaradamente.
Le pedí a Carson que se adelantara. Ya que pasar por la ducha y demás me llevaría algo de tiempo.
Al salir de nuestra habitación me encontré con Spencer que iba en la misma dirección. No tenía intención alguna de darle conversación, así que, saqué mi teléfono y me hice la entretenida mientras caminaba a su lado.
— ¿Todavía usas el perfume que te regalé por tu cumpleaños? — Me preguntó.
— Es solo perfume, lo uso porque me gusta. — Lo miré, furiosa. — No tiene nada que ver contigo. — Me paré y él hizo lo mismo. — Puedes seguir sin mí, me he dejado algo en la habitación.
— Seguro piensas en mí mientras estás con él. — Dijo, acompañado de una risa de superioridad.
— Oye, Spencer. Vete al infierno.
Caminé de regreso a la habitación y cuando estaba por entrar, Spencer me empujó para hacerlo rápido y cerró la puerta.
— Ramona, Ramona… — Repitió, acercándose a mí.
Di pasos atrás y caí sentada en la cama.
— Te he superado, así que para de una vez. — Ladré.
— No lo creo.
— O te vas o empezaré a pegar gritos.
— No te engañes, de querer hacerlo ya lo estarías haciendo. — Se puso un cigarro en los labios y echó un vistazo a la habitación. La rabia se le notó en el entrecejo arrugado. — ¿Por qué demonios tienes que estar aquí? — Masticó la boquilla del cigarro y me miró. Me hizo pensar que, si las miradas hablaran, la suya diría algo muy distinto a como actuaba. — Mantente alejada de mí.
Escupió el cigarro y caminó hacia la puerta.
— Ayer vi como Charlotte no le quitaba los ojos de encima a Carson. — Hablé y se paró mirándome. — Te preguntas porque estoy aquí, ese es el motivo. ¿O crees que Charlotte me habría invitado por el amor de primas que compartimos?
Spencer no dijo nada, solo abrió la puerta y salió. Me levanté y me acerqué a cerrar la puerta, pero vi que se paró en el pasillo solo para mirarme y marcharse después sin más.
— ¡Jo, qué fuerte, tía! — Escuché a mi prima Melody, a la cual tuve enseguida encima de mí. — ¿Spencer ha engañado a Charlotte contigo?
— No. — Dije y cerré la puerta, casi dándole con ella en la cara.
Necesitaba relajarme antes de subir.
Cuando me encontraba más tranquila fui a desayunar. Había algo así como un buffet libre y agarré un plato.
— ¡¿Qué coño estás haciendo?!
Escuché un grito al fondo del comedor y no fuí la única en mirar. Tremenda fue mi sorpresa al ver a la pareja de recién casados en plena pelea. Spencer había sido quien dio el grito y mi prima Charlotte lo miró por encima del hombre pese a estar sentada.
— ¿Por qué me gritas delante de todos? ¿Qué coño te pasa? — Le reclamó Charlotte, que soltó sobre la mesa una servilleta que se quitó del regazo y se levantó. — Hablemos en otro lugar.
Charlotte caminó sonriente frente a sus curiosos invitados y aunque ella me miró al pasar por mi lado, a quien realmente yo miré fue a Spencer. Caminaba detrás de Charlotte como un perro obediente o un sirviente. Me llamó mucho la atención.
— ¿Qué miras? — Me soltó él al pasar.
— Problemas en el paraíso. — Sonreí.
Si su matrimonio terminaba después de dos días, me alegraría.
Me senté en la mesa junto a la mesa que Charlotte había ocupado y realicé una visión panorámica desde allí. Podía verse todo el comedor y también por una ventana la cubierta donde Carson se encontraba.
— Joder, que rápido empiezan esos con las peleas matrimoniales. — Habló mi primo Angelo al decidir sentarse a mi lado. — ¿Has visto la cara de Charlotte? Con lo que odia que la gente la trate con inferioridad. — Se rió y dio luego un sonoro sorbo a su taza de café. — ¡Qué maravilla!
— ¿No te habían prohibido la cafeína?
— Me acelera las pulsaciones, el médico dijo que debo bajar el consumo de cafeína, pero qué podía beber un café sin problemas. — Se deleitó con otro sorbo y sonrió enamorado de su bebida. — He visto a Carson en el gimnasio está mañana, todas las amigas de Charlotte estaban babeando.
— ¿Este sitio tiene gimnasio?
— Sí, ¿no has ido? A decir verdad, no te he visto allí.
— ¿Ha ido todo el mundo? — Sentí curiosidad.
— Todo el barco. En las actividades que Charlotte ha preparado había también un entrenamiento mañanero. Dice que es para mantenernos saludables.
Miré a Carson por la ventana.