En busca del amor

8. Ella o yo

«Entonces olvídate de mí. Porque yo ya te he olvidado», pensé y me retorcí en la cama.

Era una frase digna de cualquier telenovela y había salido por mi boca.

— Ramona. — Habló Carson.

Paré de moverme en la cama y lo miré en el suelo junto a la misma. Sí, Carson insistía en dormir en el suelo para dejarme la cama. Llevábamos varios días a bordo del crucero.

— ¿Te he despertado? — Le pregunté.

— En realidad no puedo dormir. — Respondió.

— Deberías venir a la cama conmigo.

Me ruboricé al adoptar una postura más provocativa, o al menos eso pretendía.

Carson negó con el rostro serio.

— Quizás cuando sepa lo que ocurrió el otro día entre ese patán y tú.

— Ya te dije que no fue nada. Solo hablamos y me pidió disculpas por su terrible comportamiento.

¡MENTIRA!

Me recosté en la cama boca arriba y coloqué un cojín sobre mi barriga.

Spencer sonrió con los labios torcidos y se levantó dejándome en el suelo.

— Muy bien. — Dijo.

Sacó de su pantalón corto un paquete de cigarros y tomó uno en su boca. Una risa escapó entre sus dientes.

— Hablo en serio, Spencer. — Le respondí.

— Ya. Te creo. Por eso, en adelante me vas a importar un pepino. — Mordió con los dientes la boquilla del cigarro y caminó hacia la puerta.

Me levanté del suelo antes de que la abriera y menos mal que lo hice. Carson entró, haciendo chocar bruscamente su brazo con el de Spencer.

— Estoy bien. — Le sonreí como si nada.

— ¿Segura? — Me preguntó Carson, mirando de reojo a Spencer que se había detenido. — A algunos les queda grande la palabra hombre.

— Carson. — Lo llamé y mentí, no sabía si para protegerme a mí misma, para proteger a Spencer o para no meter en más problemas a Carson. La cuestión es que mentí. — Spencer me ha traído aquí para hablar en privado. Se ha disculpado por lo grosero que ha sido y me ha pedido que, por favor, no nos bajemos del crucero. — Le sonreí. — Le he dicho que tenemos que pensarlo.

— Claro, pensarlo. — Habló Spencer con burla, pero afortunadamente se marchó después.

La noche de hoy sería la última noche a bordo del crucero. Estaba prevista una fiesta en cubierta a media tarde, luego un rato de relax y por la noche habría una cena y por supuesto una fiesta final. Charlotte y Spencer pretendían que ninguno de sus amigos se fueran a dormir.

Me senté a desayunar en el comedor y mi prima Melody se unió a mí. Tenía la piel pálida y las ojeras marcadas.

— ¿No estás descansando? — Le pregunté.

No entendía como Charlotte la había dejado subir cuando conocía sus problemas.

— Ayer me acosté a las cinco. — Contestó y se sujetó la cabeza. — Me duele horrores la cabeza.

— Sí solo es la cabeza, está bien.

Melody me miró seria.

— ¿Qué quieres decir? — Me preguntó.

— Melody, estás embarazada y lo único que haces todo el día es beber alcohol o bebidas energéticas.

Con ella había traído su desayuno. Una lata de una bebida energética y una triste magdalena.

— ¿Tú también te crees con derecho a juzgarme?

— No es juzgarte, es preocuparse por ti. — Le dijo Angelo, que la besó en la cabeza y me sonrió antes de sentarse en una silla.

Él también traía su desayuno. Un vaso gigante de café. Mi plato del desayuno estaba compuesto por una taza de leche con cacao y unas galletas.

— No necesito que nadie se preocupe por mí. — Ladró Melody. — ¿Os ha pedido mi madre que me vigileis?

— No. — Dije.

— A quien sí se lo ha pedido es a Charlotte, pero no parece que lo esté haciendo mucho. — Entró en la conversación nuestro primo Karlos. — ¿Habéis visto a Julia? Cuando me he despertado ya no estaba.

— Está tomando el sol en cubierta. — Respondió Angelo.

— ¿En serio?

Karlos se marchó igual que llegó. Me levanté entonces.

— Voy a ver si Carson se ha despertado. Adiós. — Me despedí.

Recogí mi bandeja del desayuno y la llevé a la mesa para depositar los desechos, justo al lado de la mesa con el buffet.

Spencer y Charlotte estaban allí. No se miraban y no se hablaban, solo uno de ellos había tenido la paciencia de esperar al otro para salir a desayunar.

— Ramona. — Me llamó Charlotte cuando me vio.

La miré, sin querer mis ojos pasaron de ella a Spencer que nos miraba mientras llenaba su bandeja del desayuno.

— ¿Sí? Charlotte.

— Esta noche después de la cena hay un evento especial en cubierta. Espero que te quedes a verlo. — Sonrió y se adelantó a Spencer.

Él la vio irse y se dio prisa en seguirla.

«Un evento especial», pensé mientras volvía a mi habitación. «¿De qué se tratará?».

Sin llamar entré en la habitación. Carson no dormía ya ni en el suelo ni en la cama, estaba sentado en un sillón con la espalda acostada y la cabeza cayendo hacia atrás.

— Carson. — Lo llamé y me acerqué a él. — ¿Estás dormido?

— No. — Sus labios sonrieron y abrió un ojo mirándome. — Me duele la cabeza.

— Qué coincidencia. A Melody también. — Respondí.

— Deberíamos formar un club.

— Al paso que va ella debería asistir a uno que ya existe. — Me referí a alcohólicos anónimos. — ¿Quieres que te busque una pastilla? — Le pregunté.

— ¿No te importa?

— Claro que no. Espera aquí, voy a la enfermería.

— No iré a ningún lado. — Me guiñó un ojo y me llenó de mariposas el estómago.

— Ya vengo.

Salí rápido y avergonzada de la habitación.

Nos gustábamos. Podía sentirlo. Estaba deseando pisar suelo firme y contárselo a Lidia. Además, ya en tierra Spencer no sería una molestia.

Cuando entré en la enfermería del barco, mi prima Melody dio un bote mientras registraba en un armario.

— Ramona. — Se sorprendió y fue poco discreta al ocultar algo que según vi, parecía una caja de pastillas.

— Melody. — Caminé hasta ella.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 03.09.2025

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