¿Cuándo me empecé a fijar en Spencer?
Bueno, en realidad me sentí atraída por él desde el primer día.
Empecé a trabajar en su restaurante cuando me marché de casa de mis padres después del accidente de coche. Era demasiado difícil seguir viviendo allí, viendo como mis padres sufrían por mi culpa la pérdida de su hija pequeña.
Casi de inmediato comencé a buscar trabajo para compaginarlo con mis estudios de arte y fue una profesora de la universidad quien me avisó de que en un restaurante cerca de su apartamento se buscaba personal.
Ese mismo día fui a entregar el currículum personalmente.
El restaurante había pertenecido a los padres de Spencer y él lo heredó de ellos. Tenía muy buena reputación y esa noche como todas estaba hasta arriba de clientes.
— Vengo a dejar mi currículum. — Dije frente a Spencer, mientras él recogía una mesa para dejarla lista para los próximos clientes. — Disculpe… — Insistí cuando no se molestó ni en mirarme.
— Estamos hasta arriba, si quiere una mesa se deberá esperar. — Me habló de forma tosca y me miró lanzando un trapo a su hombro. Su expresión cambió al instante y corrigió el tono con el que se dirigió a mí. — Lo siento, no hay mesas disponibles. — Miró después a una familia que esperaba para ocupar esa mesa y di un paso al frente.
— No quiero una mesa, quiero el trabajo de camarera. — Dije.
— En ese caso, envía tu currículum por correo. — Levantó la bandeja de la mesa y retomando el trapo que se echó al hombro se puso a limpiarla.
— Disculpe. — Un hombre en la mesa de al lado lo llamó. — Hace rato que estamos esperando a que nos atiendan.
— Espere un momento. — Le pidió Spencer.
Su entrecejo estaba arrugado y parecía exhausto.
Me guardé el currículum en el bolso y me acerqué a la mesa del hombre que se quejó.
— Disculpe la espera, señor. Hoy estamos muy liados. ¿Qué desea? — Lo atendí y al darme cuenta de que no tenía donde anotar su pedido, me acerqué a Spencer y le quité la libreta y el bolígrafo que llevaba en el bolsillo de la camisa.
Se había quedado paralizado mirándome, solo reaccionando cuando recordó que tenía a una familia esperando.
Superada mi primera jornada, Spencer me agradeció lo que había hecho y, aparte de prometer contratarme, me invitó a cenar. La cena terminó con los dos yendo a su piso y teniendo nuestra primera noche juntos. Así fue que comencé a trabajar en su restaurante y a enamorarme de él.
Spencer siempre me dijo que fue amor a primera vista.
Bajamos del crucero pasado el mediodía y Carson se ofreció a llevarme a mi apartamento en su coche. Al llegar descubrí que una semana no había sido suficiente y que no tenía suelo.
— ¿No la han avisado? — Me preguntó el operario que trabajaba en mi salón. — Esto llevará como poco una semana más.
— ¿Pero ahora que hago? — Le pregunté como si a él le importase.
— No lo sé, señorita. Hable con su casero.
— Vamos. — Me dijo Carson, agarrándome del codo y tirando de mí.
Cuando subí en su coche llamé a mi casero, quien solo me dijo que había habido complicaciones y que lamentaba la situación. Al terminar la llamada, lancé un suspiro por la boca y Carson me miró.
— ¿Sigues viva? — Me preguntó, con su habitual tono alegre.
— ¿Ahora qué haré? No puedo regresar a la casa de mis padres.
— Puedes quedarte en mi casa todo el tiempo que necesites. — Carson me invitó sin más y sonrió. — Podremos continuar donde lo hemos dejado. La verdad es que me sabía mal dejarte en tu piso e irme.
— ¿Quieres que viva contigo? — Le pregunté.
— Ramona. — Me miró tan fijamente que me hizo temblar. — ¿Salgamos juntos?
— ¿Me caí de la cubierta, verdad? ¿Morí y todo esto no está pasando?
¿Vivir con Carson? Quería hacerlo, pero también era repentino y extraño. Se suponía que solo íbamos a fingir ser novios y nuestra auténtica relación había avanzado tan rápido que superó a la de mentira.
Carson se rió y me agarró la mejilla con los dedos.
— Recuerda, si duele no es un sueño.
Apretó un poco mi cara y sonreí. Sí dolió.
— Está bien, no te diré que no.
— Ya lo sabía. Soy irresistible. — Presumió y se inclinó directamente hacia mí.
Me besó, me besó apasionadamente y yo le correspondí.
Para Carson, resultó toda una aventura concentrarse en atravesar la ciudad en coche y olvidarse de que solo queríamos comernos a besos. Pero, cuando menos lo esperé, ya estaba envuelta en sus brazos y en las sábanas de su cama.
Tras nuestra primera vez juntos, Spencer me besó en los labios y me pidió que me quedara a pasar la noche, finalmente, se quedó dormido en mi hombro.
Sin embargo, tras la primera vez con Carson, él me besó en la mejilla y me dejó sola en la cama para ir a darse una ducha.
«¿Qué estás haciendo, burra?», pensé, cuando me di cuenta de que estaba comparando ambos momentos.
Me acosté sobre un costado, el cual me dolió al ser el lado que tenía amoratado y me llevé allí la mano.
— Las comparaciones son un error. — Me dije y sonreí al recordar cómo había sido Carson.
Tenía razón, no solo su espalda y sus manos eran grandes.
La actividad física me dejó cansada y me quedé dormida esperando a que Carson regresara de la ducha.
Al abrir los ojos, la cama y la habitación me resultaron extremadamente cómodas. Como si estuvieran hechas para mí.
— De no ser porque tengo la comida en la vitrocerámica… Me tiraría contigo en la cama. — Escuché a Carson y lo encontré en el umbral, sin más ropa que un pantalón corto y un delantal negro.
— Me dormí antes de que salieras de la ducha. Lo siento. — Dije.
Me incorporé, aferrándome a la sábana contra mi pecho.
— No te preocupes. Lo diste todo y estabas cansada. — Sonrió por lo atrevido que fue y me guiñó un ojo. — Vístete o ven a comer desnuda, como prefieras.