En conmemoración a la Diosa

En conmemoración a la Diosa

Como cada año, en el reino del Norte se celebró el evento de Año Nuevo, en que conmemoraban el día en que la Diosa hizo emerger un nuevo continente de las profundidades del océano poco después de que la civilización humana entrara en decadencia.
Sin embargo, este día especial sería diferente porque, también, se llevaría a cabo la coronación de la princesa Abigail como la nueva reina del Norte.
Su madre, la ex reina Nadelina, decidió abdicar al trono por su avanzada edad y porque creía que su primogénita tenía la experiencia necesaria para tomar su lugar. Y mientras se llevaba a cabo la preparación en conmemoración de la Diosa, madre e hija tuvieron una charla privada en una de las habitaciones vacías del palacio real.
- Recuerda todo lo que te he enseñado, hija mía - le dijo Nadelina, mientras tomaba la cara de la princesa con ambas manos - una reina debe mantener siempre la frente en alto, imponer respeto sin llegar a ser déspota y recompensar a aquellos que la apoyan y le demuestra su lealtad sincera.
- Madre, no estoy segura de esto - admitió Abigail - todavía estás sana y fuerte, es muy pronto para abdicar.
- He cometido muchos errores en esta vida. Y yo ya pertenezco a la vieja gloria. El reino necesita de un nuevo rostro, uno más fresco y joven, que pueda guiarlo hacia la prosperidad.
Abigail tragó saliva. Si bien no era lo suficientemente ambiciosa como para desear el trono, sabía que tarde o temprano le tocaría tomar el mando debido a que, por ser la mayor, se le otorgó el rango de princesa heredera. Al menos se alegraba que no hubiese surgido por la muerte de su madre, ya que sentía que, aunque aceptase la corona, todavía la necesitaba para tan importante cargo.
- Descuida, querida - continuó Nadelina, rodeándola con sus brazos - sé que lo harás bien. Tus hombres darían la vida por ti y están dichosos de servirte como reina.
- Está bien, madre - dijo Abigail, devolviéndole el abrazo - me esforzaré para ser una digna reina e hija.
Un par de horas después, inició el festejo en el palacio. Las puertas del salón principal se abrieron y, ahí, recibieron la visita de los plebeyos para recibir regalos repartidos por los guardias reales. Más adelante, se realizó una procesión por la Capital, en donde las sacerdotisas recorrían las calles vestidas con sus velos y proclamando a viva voz estas palabras:
- Larga vida a la Diosa, quien salvó a la humanidad de su extinción haciendo emerger este continente de las profundidades del mar. Roguemos por su bendición y que la dicha caiga siempre sobre todos sus servidores.
Un poco más tarde, le tocó el turno de la procesión de la nueva reina. En este caso, la princesa Abigail y la ex reina Nadelina iban juntas en un carro, el cual estaba rodeado por los escoltas reales montados en potentes motocicletas y vestidos con hermosas armaduras plateadas. La ex reina lucía un vestido blanco de mangas largas y una enorme corona de oro y diamantes mientras que, la princesa, llevaba una armadura de oro cubierta con una capa azul y una discreta tiara de rubíes. Todos los ciudadanos, al verlas, les lanzaron
pequeños trozos de papeles de colores en señal de que aprobaban el cambio de mando y les deseaban todo el éxito para el siguiente año.
Y mientras saludaban, Nadelina le dijo a su hija por lo bajo:
- ¿Lo ves, querida? ¡El pueblo te adora! Solo relájate y déjate llevar.

Cuando terminaron el recorrido, todas las familias se reunieron en sus casas para la cena. En el reino del Norte era común que los familiares se reunieran junto a la matriarca de la familia. Ésta les esperaba con un suculento banquete de pollo asado con verduras y panqueques, además de algunos postres y un café bien caliente para pasar las noches frías propias de ese país.
En el palacio, en cambio, se convocó a la prensa y se realizó una filmación del cambio de mando. La ex reina Nadelina y la princesa Abigail estaban delante del trono, de pie, mientras la corte las supervisaba.
Esos eran momentos de mucha tensión porque, si bien por ley a la princesa heredera le correspondía el trono, siempre podria haber alguna objeción por parte del Consejo, quienes analizaban todos sus antecedentes para saber si era digna o no de tomar la corona. Y, en algunos casos, hasta podría haber alguna disputa de hermanas o primas, quienes podrían reclamar ese puesto y argumentar el porqué deberían ser ellas, y no la primogénita de la reina, quienes heredaran el trono.
Por suerte no pasó. Y todos, por unanimidad, dictaminaron que fuese Abigail quien tomada el lugar de Nadelina.
La madre se sacó la corona y la hija hincó una rodilla delante de ella. Nadelina le sacó la tiara que llevaba antes y le puso la corona, mientras decía:
- Yo, la reina Nadelina del reino del Norte, declaro que, desde hoy, renunciaré a mi título para ceder mi lugar a la princesa Abigail. Desde ahora, proclamo que será nombrada la reina Abigail del reino del Norte y que su periodo de gobierno esté lleno de dicha y prosperidad.
- Acepto este puesto con orgullo, madre - dijo Abigail, poniendose de pie y mirandola con una sutil emoción en los ojos - y juro ante el pueblo y la Diosa que trabajaré para y por el pueblo, protegeré a los desamparados y llevaré a este reino a la gloria.
Todos aplaudieron. La ahora reina Abigail se emocionó y no pudo evitar derramar unas lágrimas. Pero se contuvo, porque ahora era una monarca y debía mantener su etiqueta. La noche terminó con fuegos artificiales que se lanzaron en los cielos. El año culminó con una nueva reina y todos estaban expectantes por saber qué les depararía el destino ante el siguiente nuevo gobierno.



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En el texto hay: reinas y princesas, reina, madre e hija

Editado: 05.01.2023

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