Seis meses han pasado, bien dice los últimos libros que aún se logran reproducir en la pequeña sección de algunos ejemplares que fueron guardados para este tiempo digital, que la vida en el espacio era como diez años en la tierra.
¡Aarón, es el amor de vida!, hoy puedo gritarlo. Hemos pasado investigando los seres de luz, hace cuatro meses apareció en el ala exterior del límite norte de la nave, una especie de color verde, emitiendo un brillo en este vacío, oscuro y silencioso universo. Los expertos decidieron esperar unos días para ver que pasaba con esa partícula expuesta. Los días pasaron, y en vez de extinguirse o perderse con los miles de tormentas y corrientes, resistió, se aferró, porque al salir a explorar la composición de esta, observamos que tenía una especie de vida expandiéndose.
Fue uno de los androides que, en su tarjeta de memoria, existía parte de la información de lo que a exactitud era lo que estamos presenciando, luego buscamos las características y el nombre encontrado por la similitud y que creímos que era más acorde es, la Flor de la Vida. Una bella flor que ha permanecido en el espacio desde ese tiempo, que se ha vuelto la atracción, relajación, pero sobre todo esperanza, no existe una explicación lógica para qué continué con Vida, y este descubrimiento natural, divino, desencriptó recuerdos, aumentando la fe de los tripulantes en que la esperanza y los milagros existen.
Antes, era la única que se vestía de color, ahora somos color en abundancia, lo que sigue existiendo por el momento, son las características físicas de cada tripulante, Aarón, era el único hombre ojiazul en la nave, además descubrí, porque él sabía, y me escuchaba a mí.
Recuerdo nuestra primera conversación al preguntarme:
—¿Me permites ser el compañero de tus días futuros…?
—No te conozco y tú pareces saber quién soy.
—Soy descendiente del Primer capitán Aleph, murió donde perdimos nuestra descendencia.
—Entonces eres...
—El comandante de esta flota estelar, estoy a cargo de la nave y tripulación. Tengo acceso a todo, por ello desde que vivimos aquí, mi primer pensamiento fue, mi alma gemela encontré.
—¿Cómo puedes afirmar, si no me conoces realmente? —todavía existe amor— susurro.
Tienes razón, no has escuchado mi voz, pero nunca había sentido una conexión así con alguien más, no hemos compartido cercanía, espacio y tiempo frente a frente, pero se siente como si toda la vida te conociera, hubiera vivido a tu lado todo el tiempo, tu personalidad, la forma de ver la vida en esta nueva creación de vida, tu manera de pensar que la humanidad avanzó o perdió en este avance.
Pero puedo afirmar que mi alma gemela encontré, que somos la esencia y cuerpo, somos un complemento perfecto, que se perdieron en el espacio-tiempo, pero que se atraen como polos opuestos.
—Esas frases… tú… escuchabas… te aprendiste la canción que me recordaba a mamá.— asiente.
—Tú me enseñaste que existe amor, que a pesar de que hay oscuridad alrededor, el amor ilumina, nace y florece nuevamente en cada uno de nosotros, cuando yo había perdido esperanza de compartir una vida, mi vida, llegaste tú, encontré mi alma gemela, encontré mi magia en el universo.
Salgo de mi recuerdo, al sentir la luz del sol en mi rostro, hoy puedo responder ¿En dónde quedó el planeta Tierra?
La respuesta es, la flor de la vida, fue el inicio de la vida en el universo, los seres de luz, se presentaron en nuestro campo de visión, fueron los medios para llegar y regalarnos nuevamente tierra, agua y vida en un nuevo Planeta para habitar. No podemos volver atrás en el tiempo, por más que se intentó en generaciones pasadas, hoy estoy segura de por qué con tanto avance no logramos retrocederlo, y es que debíamos de aprender de nuestros errores, de las alegrías, tristezas, las vivencias y experiencias familiares, de que somos Humanos y que la inteligencia es de gran apoyo a la creación para un bienestar mejor, pero que no debemos perder el horizonte y nuestro norte.
Y la principal pregunta, que me hacía ¿En dónde está mi Planeta de Amor?
En donde la inteligencia, se lleva con la bondad del corazón, es un regalo que Dios nos entregó, antes pensaba, y había perdido la esperanza que no se podía unir la ciencia, tecnología, y la esencia, pero desde que mi corazón le conoció, me mira, me hace sentir el cielo azul que brilla con cada amanecer y que protege mi planeta de amor.
Mamá, encontré mi Planeta de Amor, en una vida más allá del infinito del espacio y la eternidad.
Con amor, Ailana AZAE, esposa de Aarón Aleph, mi representación del infinito y mi extensión del universo.
FIN