En El Aire

Preambulo

A los espertos les preocupa lá exposición temprana de nuestra privacidad, hablan de cómo esta empieza incluso desde que el niño llega a la guardería. Los niños del jardín de infancia no usan las redes sociales, pero se preocupan por su imagen pública.

 

 

 

 

Conozco gente que es demasiado buena persona. Que ponen a los demás delante suya una y otra vez, que hacen todo lo que está a su alcance por ayudar y que además tratan de apaciguar su entorno cuando está revuelto. Son personas que dan gran parte de su tiempo a preocuparse por los demás y a hacer todo lo que está en sus manos.

Sin embargo, al final suele pasar lo de siempre. Les das la mano y te cogen el brazo. Cuando das mas de lo que debes, la gente no es consciente de tu implicación y no te valoran ni valoran lo que haces.

Todos deberíamos ser desinteresados pero ello no significa que en determinados momentos no tengamos que dar un paso atrás. Todo tiene un límite. Se puede ser más amable y dar pero siendo conscientes de que no hay por qué agradar constantemente.

Estas son 5 cosas que posiblemente te sucedan cuando te vuelcas demasiado con los demás:

La gente se acordará de ti sólo cuando necesite algo.

Tal vez este es el aspecto más frustrante y triste de ser una persona verdaderamente buena. Algunas personas solo te verán como un medio para un fin. Pero, si eres un poco listo, te darás cuenta en poco tiempo de quien va por interés y de cómo debes de marcar la distancia con ellos. Asegúrete de establecer límites y dejar las cosas claras cuando se pasan de la raya. Si no te valoras a ti mismo, no te valorarán los demás.

Pensarán que tienes un motivo oculto.

Esto se da sobre todo cuando chico a ayuda a una chica o viceversa. «¿Qué quiere esta persona de mi?» La gente se preguntará si tienes un motivo oculto. Tanta insistencia dará lugar a mal entendidos. Es probable que el otro acabe desconfiando de ti y que se genere «mal rollo».

Si siempre estás dando, la gente esperará que siempre lo hagas.

La gente acabará aprovechándose de ello. Valorarse a sí mismo, asegurarse de que se satisfacen tus necesidades y establecer límites no significa que no tengas simpatía por quienes te rodean. Simplemente significa que tus necesidades también son importantes.

Hay gente que piensa que si está todo el día agradando a todo el mundo, estará mejor considerado por los demás. Sin embargo te digo que la gente lo aprecia menos. Quienes nos rodean nos valorarán tanto como a nosotros mismos. Cuando comienzas a establecer límites y pedir ayuda cuando tú la necesitas, las personas comienzan a notar y apreciar más lo que haces por ellos.

Te creerás falsas expectativas de los demás.

¿Y qué ocurre cuando la gente no está a la altura de lo que esperabas? Te sentirás frustrado y tocado porque no todo el mundo te tratará de la misma manera que tú lo haces. Haz cosas por los demás pero sin esperar que te tengan que devolver algo. Lo haces porque quieres y te apetece.

Tus nuevos amigos serán los necesitados y los manipuladores.

Ser demasiado bueno atrae a aquellos que también buscan la atención de los demás. En cierto modo y en lo más profundo de ti, miras a los demás para llenar un vacío que no has llenado tú mismo. No has descubierto tu verdadera autoestima y por tanto los demás tampoco pueden reconocerla. Insisto, hay que saber poner los límites.

¿Os ha pasado alguna vez? ¿os lo han dicho, o conocéis a alguien que “de tan bueno parezca tonto”?

Una fue cuando hace unos cuantos años una amiga mía se había quedado sin trabajo. Ella estaba realmente angustiada por la situación y a mi me dolía verla sufrir. Le dije: “no te preocupes, yo te ayudo.” Le hice un CV actualizado super chulo, una carta de presentación, actualicé su Linkedin, la di de alta en varios portales de empleo, apliqué a ofertas por ella y le busqué entrevistas… finalmente al poco tiempo encontró un empleo, incluso mejor que el que tenía antes. Me sentí contentísima por ella, sin embargo mi amiga apenas agradeció mi esfuerzo. Me sentí bastante mal porque había dedicado mucho tiempo y esfuerzo en ayudarle, tiempo que casi no tenía y que quitaba de mi tiempo libre, dejando a un lado a mi pareja, realizar a mis hobbys, e incluso mi descanso. Tuve la sensación de que mi esfuerzo no había sido valorado “lo suficiente” por un lado, lo que me hacía sentir ofendida, y por otro lado me sentía mal por sentirme así, porque pensé:”no debería esperar que me agradezca nada, lo hice de manera altruista”.. en fin, sentimientos encontrados. Pero lo cierto es que me sentía mal.

Otra ocasión en la que me sentí de manera similar, fue en los primeros años de ejercer como psicóloga. Tenía una vecina muy simpática, que al saber que yo era psicóloga un día me comentó un problema que tenía y me pidió un consejo. Yo amablemente le intenté orientar sobre cómo podría enfocar su problema, y le pasé el teléfono de un colega especialista en esos temas. Mi vecina me agradeció el gesto y me comentó que lamentablemente no tenía dinero para acudir a un profesional privado, y que la sanidad pública tenía mucha lista de espera y no tenía paciencia para intentarlo por esa vía. A partir de entonces empezó a llamarme de vez en cuando para hablarme de su problema, explicarme al detalle cómo lo llevaba, y pedir mi opinión. Poco a poco estas llamadas empezaron a ser más frecuentes y más largas, yo quería echarle una mano.. pero me estaba sintiendo abrumada. Esta persona me caía bien, pero la situación me estaba agobiando. Empecé a no cogerle el teléfono.. y ésto a su vez me hacía sentir mal, cada vez que sonaba el teléfono y veía su número en la pantalla empezaba a sentir un nudo en el estómago. ¿Cómo salir de ahí?

En estas dos situaciones, entre otras, llegué a pensar que “de tan buena parezco tonta” o sentir que de algún modo “se aprovechaban” de mi generosidad.. ¡pero me sentía mal también por pensar eso!.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.