Estaba una noche en un bar bebiendo unas cuantas cervezas, mientras el camarero me hablaba de su miserable vida. Y entonces empezó a contarme sobre la primera vez que sintió eso de lo que muchos llaman "amor".
Conocí a una mujer de cabello rubio, me dijo. De ojos claros y sonrisa perfecta en una cafetería. Era un afable invierno, las personas van mucho a las cafeterías cuando llega el invierno. Aquel día algo la puso ahí, justo en aquel momento, y estoy seguro, mi corazón aun lo reconoce. Era amor. Y no entiendo como uno se enamora. Después de todo era algo que dolía. Sentí que me habían vaciado antes de llegar ahí, incluso antes de cruzar las piernas y leer esa revista de The Beatles. Y entonces ella se acercó a mí, se sentó en la misma mesa en la que yo estaba. Quité la mirada de la revista, observé sus ojos, algo llegó a mi memoria repentinamente. Pero se desvaneció tal cual llegó. Esos ojos los miré antes, no estoy seguro de dónde. Mi frágil memoria no me permitío recordar nada. Una leve corriente invadió mi cuerpo. No solté ni una palabra, y no estaba bien. Me cuestioné sobre aquello, aun lo hago, debí haberle dicho algo.
Pero pese a que ahora estoy casado y con hijos, sigo pensando en aquella mujer, como si de verdad hubiese sido parte de mi vida. En otra, quizás. En otra. Tal vez fue un sentimiento absurdo, no lo sé. Pero la tenía en algún recuerdo dentro de mi cabeza, que por alguna extraña razón no logré recordar. Era como si hubiesen borrado parte de mí. Había algo que me decía que la conocía. Y en cierta parte, no sabía quién me hablaba, si el corazón o el maldito cerebro. Pero a veces pienso, ¿y si tan solo le hubiese preguntado su nombre? entonces yo no estaría aquí, y nada de esto, nada de lo que he construido hubiese existido. Tendría otra vida, y qué más da. Ahora solo soy un viejo, herido y asaltado, me robaron la felicidad.
Vaya anciano con problemas de ensoñación excesiva, pensé. Pero a decir verdad, no era ni muy viejo, ni muy joven. Estaba en su edad, supongo. Y es absurdo pero, a veces las personas se enamoran de desconocidos, fabrican estúpidas historias sin final en su cabeza. Terminan mal. A veces el universo solo pone las cosas en orden, y hay que aceptarlo, supongo. Es una mierda que de tantas vidas en ni una haya funcionado. Pero la noche seguía, la vida seguía y yo, bebía, asustado de que de la nada, apareciera una desconocida y se posara al frente de mí y me enamorara. Y sintiera eso a los que todos llaman “amor”. Pero, lo que más me asustaba, era que me hayan robado la felicidad. Ahora que lo pienso es terrible, si de alguna forma todo volviese ahora, ahora que ya es demasiado tarde. Sería terrible. Triste.
(Relato corto, Roger Álvarez)
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