- Bueno, entonces le pagaré a usted, deme su teléfono o algo –lo único que quería era largarse de una buena vez.
- ¿Crees que podrías? –la mira con burla, era bonita pero no una belleza–, en realidad sí –la ve dar un respingo por la sorpresa–, salgan, necesito hablar con ella en privado –hace un ademán con la mano, Dimitri se acerca y hace como pide.
- No me voy a acostar contigo, si pretendes que con eso te pague –sentencia seria, ella no iba a hacer nada que fuera contra sus principios.
- ¿Qué? –comienza a reír con ganas–, no me acostaría contigo ni aunque fueses la última mujer en la faz de la tierra –la mira con fría burla, ella se sonroja pero en sus ojos puede ver ira contenida.
- Que bueno es saber que compartimos el sentimiento de repulsión hacia el otro –se encoge de hombros como si hubiese anunciado el clima, eso lo molesto, estaba acostumbrado a que todas las mujeres se pusieran a sus pies con sólo una sonrisa–. Entonces, ¿cómo pretendes que te pague? –por una ayuda que no te pedí, piensa, no era estúpida, decir aquello podría contarle quedarse en aquel lugar, nada podría ser peor que esto.
- Eso es fácil –la miraba con una superioridad que le estaba generando ganas de estampar su hermoso y frío rostro contra la pared–, tendremos un matrimonio por contrato de un año –la cara de incredulidad de ella debe ser épica‒, y no sólo eso, debes representar a la perfección el papel de esposa perfecta, sumisa y amorosa, debe parecer que nos queremos y no puedes mencionarle a nadie sobre esto ‒le mira con fría indiferencia, ella comienza a reír, esto debía ser una jodida broma, cuando lo ve poner mala cara, entiende que él no está bromeando.
- Me niego, no me voy a casar contigo ‒dice de manera tajante‒, consíguete otra chica, seguro que tienes miles a tus pies y que estarían encantadas de casarse contigo ‒se encoge de hombros, estaba loco si pensaba que aceptaría esa descabellada propuesta.
- Creo que no has comprendido tu situación ‒se acerca a ella de manera peligrosa, Hester da unos cuantos pasos hacia atrás‒, no te estoy preguntando si deseas hacerlo, te estoy diciendo que lo harás, es esto o quedarte en este burdel y ver a quién te venden ‒su mirada era peligrosa, cada palabra había logrado ponerle los vellos de punta.
No quería quedarse en ese horrible lugar, mucho menos para ser vendida como si fuese un pedazo de carne a quien sabe que sujeto, pensar en eso le daba mucho asco, por otra parte, si aceptaba, podría idear un plan para escapar una vez estuviera fuera de este lugar.
- ¿Puedo al menos pensarlo fuera de este horrible lugar? ‒eso era una respuesta ambigua que esperaba le ganara un poco de tiempo.
- No hay nada que pensar ‒la toma del brazo con algo de fuerza, abre la puerta y casi la saca a rastras, intentaba caminar a la par de él, si lograba que se descuidaran un poco escaparía, sin embargo, varios hombres habían rodeado al hombre y obligado a subir al mercedes negro, si por fuera le había parecido bonito con lo poco que alcanzó a ver, por dentro todo gritaba opulencia y ostentoso, jamás se había subido a un auto como ese, es más, ni siquiera se hubiese atrevido a soñar con subir a un auto la mitad de lujoso que este.
- ¿Puedo saber cómo te llamas? O eso no esta permitido ‒se habían quedado en silencio un buen rato, ella se sentía nerviosa así que había optado por hacerle preguntas.
- Faddei Artem Grigoryev ‒sus ojos se abrieron grandes por la sorpresa, esto debía ser una jodida broma, ¡el tipo era el dueño de la mafia! Dios bendito la ayudase a salir de esta, no podía creer su mala suerte.
- ¿Y cómo se supone que nos conocimos y/o enamoramos? ‒ella no era estúpida, hacerle este tipo de preguntas le harían creer que había aceptado a pesar de no haberle dado una respuesta.
- Yo que sé ‒se encoge de hombros, al instante se arrepiente, estúpida cláusula‒, en algún parque, cine, ¿qué lugares sueles frecuentar? ‒le mira atento, le ve morder su labio antes de responder.
- El hospital y mi casa, a menos que fuese en alguna parada de autobús, no salgo a ningún lado, no tengo tiempo ‒dice con gesto despreocupado, quizás el hospital, él había ido a cobrar una deuda y la había visto, ella sin saber quien era le había dado un trato muy bueno y él había quedado prendado de ella, así que volvió a ir inventando pretextos, hasta que le pidió salir y el resto era historia. Sin perder más el tiempo se lo comenta, ella comienza a reír‒. Es por demás absurdo, pero me da igual ‒se encoge de hombros, pronto llegan a su mansión.
Ella observa con asombro la enorme propiedad, ni en un millón de años podría comprar algo similar.
- Baja, no tenemos todo el día ‒susurra bajo, ella pone un pie fuera del auto y es como si hubiese entrado en un mundo diferente, él toma su mano con suavidad y la escolta con delicadeza dentro de la mansión, se sentía confundida‒, quita esa cara de estúpida y sonríe o lo pagarás muy caro ‒susurra bajo lo bastante cerca de su oído, parpadea por la sorpresa pero hace como pide, necesitaba tiempo para idear un plan de escape.
- Señor, sea bienvenido, ¿ella es la preciosa skuchat’? ‒le sonríe a pesar de no entender un carajo, ¿la había insultado? No creo que se atreviese a tanto.
- Así es ‒besa mi cabeza y no puedo evitar sonrojarme por lo repentino del gesto.
- Soy Hester Valentine, un gusto ‒le extiendo mi mano, al instante me arrepiento cuando me ve con sorpresa, maldita sea.
- Le agradezco su amabilidad, soy Sergei Petrov, y soy el encargado de todo lo referente a la mansión, misma que usted tendrá control una vez se case con el joven amo ‒como puede sonríe, esperaba no haber hecho un gesto extraño, asiente.
- Esta un poco cansada, así que la llevaré a su habitación ‒Sergei asiente y se mueve de lado, subimos unas preciosas escaleras blancas de mármol, arriba había una bifurcación, me lleva a la derecha, casi al final abre una puerta y me arroja dentro‒. No intentes algo estúpido como escapar, esta lleno de guardias y verás lo que te espera ‒me amenaza con un dedo antes de salir cerrando con fuerza la puerta, suspiro y me giro para ver el lugar, se sentía muy fría, quizás por las pocas cosas que había y los colores sobrios. Se acerca a la ventana y observa con atención afuera, en el pasillo hacia aquí no había visto a nadie, así que el personal de seguridad debía estar en el jardín y la entrada, quizás si salía por la puerta de la cocina y se escondía entre los arbustos, podría llegar a la puerta y largarse sin más, asiente complacida con su plan.