En el corazón de la mafia

Capítulo 11

- ¡No me mientas maldita sea! –pronto la ira estaba comenzando a sustituir el miedo, o quizás era instinto de supervivencia.

- No sé quién te haya dicho eso, pero miente, no le dije ni a Lola, ¡menos a alguien desconocido! –le espeta molesta–, no soy tan estúpida como crees que soy –ahora estaba rabiosa, estaba harta de que menospreciara su inteligencia.

- Habíamos hecho un trato, ¿qué debería hacer?, ¿detengo los pagos al hospital o volvemos esto real? –la miraba con burlesca diversión.

- No te atrevas, si lo haces lo pagaras muy caro –al fin había logrado quitarlo de encima, se sienta y tras sentir que sus piernas no van a fallar, se pone de pie, así se sentía menos indefensa.

- ¿Sí, qué harás? –si las miradas mataran, ella estaría más que muerta.

- Te juro por mi madre que así tenga que vender mi alma al diablo, derribaré esta casa hasta los cimientos –apretaba los puños a su lado, temblaba de rabia y porque no, de miedo.

- ¿Así es cómo pagas tus deudas, metiendo en aprietos a otros? –pregunta con fría calma, ella traga saliva.

- Yo no dije nada, ¿por qué lo haría? –quería llorar de la frustración, pero no le dejaría ver aquello, así que con toda la fuerza de voluntad que tenía, se tragó las lágrimas–. Actúo como me pediste, me preguntan de ti y hablo maravillas, hoy en el ensayo lo hice, no dije nada que no –estaba desesperada, odiaba que la culparan por algo que no hizo, como esa vez con el doctor, él alegó que ella lo acosaba tras no aceptar cenar con él, ella fue reprendida, claro que no lo creyeron, alguien en sus circunstancias podría salir del paso si fuese amante de alguien como él, que tenía un gesto de ser humanitario por trabajar en un hospital público, y a eso se le agregaba que cobraba muy poco, así qué, ¿cómo él iba a mentir si era un santo? Ni siquiera sabe porque pensó que sus jefes le creerían.

- Te salvé de una vida de esclavitud, le di la oportunidad a tu abuela de vivir, sólo te pedí una cosa, que mantuvieras esto en secreto y no fuiste capaz de mantener tu promesa, ahora alguien lo sabe y adivina, ¡me está chantajeando! ¿¡Tienes idea de todo lo que perderé porque abriste la maldita boca!? –había levantado la voz, eso la había hecho dar un respingo asustada, y avergonzada, es que de verdad no había dicho nada, menos a esa extraña, ¿podría ser que era una espía y pudo saber lo que pasaba con su patética actuación de mujer enamorada? Eso tenía sentido, le era más fácil actuar estando él cerca porque había un intercambio de acciones y palabras, se deja caer en la cama, miraba al suelo, otra vez quería llorar, más que nada porque se sentía frustrada con todo esto–. Te juro que si se sabe esto, yo mismo desconecto a tu abuela, ¿me escuchaste? –le apunta con su dedo, eso la había aterrado y enojado en partes iguales.

- No te atrevas –salta con rabia, se acerca a él–. Y si tanto miedo tienes, ¿por qué no haces este maldito matrimonio real? ¿No me compraste acaso? –lo empuja del pecho mientras pronuncia cada palabra–, entonces cobra tu deuda con mi cuerpo, ¿qué diferencia hay entre tú y cualquier otro que compra a una mujer? Eh –lo empuja de nuevo, siente las manos de Faddei en sus muñecas, podía ver como estaba furioso, sin embargo, la fuerza ejercida en sus muñecas no era dolorosa, sólo inmovilizante.

- Te haré pagar cada palabra dicha –la pega a él con fuerza, rodea si cintura y enreda la mano en su cabello, tira de su cabeza hacia atrás–. Te mostraré la diferencia –sisea antes de besarla con rudeza, ella se tensa ante eso, pronto comienza a corresponder, sus manos se aferraban a la camisa de él, el beso se volvía urgente, necesitado, desesperado. Ella no tenía nada con que comparar, acaso uno o dos, pero no se sentía como esto, jamás pensó que esto fuese algo que necesitara o quisiera, quizás era por el tiempo, los problemas y la responsabilidad que había asumido, quizás ahora era diferente porque sabía que detrás de esa pinta de matón que tenía Faddei, se escondía una buena persona, bruto, pero buena persona. Era agradable y habían entablado una relación de paz. O sólo es que era él, porque si algo tenía que reconocer, era lo masculino y hermoso que era, y que justo ahora, estaba siendo besada como jamás alguien pudo haberlo hecho, y que estaba segura, nadie podría, ese pensamiento la alertó, o al menos lo poco que duro su conciencia cuando las manos de Faddei comenzaron a recorrer su cuerpo, dejando salir jadeos bajos, ni siquiera hubiese imaginado que partes tan comunes fuesen tan sensibles.

Faddei había creído que no era bella por como lucía, pero tras la boda a la que asistieron, se dio cuenta que no era así y que cualquier hombre hubiese pagado mucho más del dinero por el que fue vendida, comprendía porque el dueño había aceptado comprarla a un precio tan alto, quizás si la hubiese visto con aquel vestido, el precio hubiese sido estratosférico.

Había notado lo inexperta que era, ella había intentando corresponder el beso y lo había de manera tan torpe, pero lejos de molestarlo, le gusto, podía sentir su cuerpo temblar y sabía que ya no era por miedo, Hester reaccionaba a él y por supuesto, su cuerpo al de ella. Hester lo desesperaba e intrigaba en partes iguales, odiaba ser desafiado pero cuando era ella, algo dentro de él se volvía loco, no era un instinto asesino como con otros, era algo más. Había pretendido jamás pasar esta línea, pero cuando ella lo retó, no pudo más que dejarse llevar por sus instintos.

Con rapidez la ropa comenzó a desaparecer y de la misma manera, el pensamiento de otro hombre teniéndola se fue haciendo más fuerte en su cabeza, había algo primitivo que la reclamaba como suya, su lívido crecía conforme pasaban los segundos y ella no se oponía, podía sentir la entrega, escuchaba sus jadeos y gemidos cuando lamía, frotaba o chupaba alguna parte sensible de su cuerpo.




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