En el corazón de la mafia

Capítulo 12

No sabía en que punto se habían quedado dormidos, lo único que supo Hester al despertar es que él ya no estaba, y era mejor, le daba tiempo a pensar y reflexionar, claro que había actuado por impulso, si algo tenía era su terquedad.

Se pone de pie y muerde su labio, sentía extraño en medio de sus piernas, suponía que era normal. Camina lento hasta el baño, abre las llaves de la tina y una vez lista, entra, nada más hacerlo siente como sus músculos se relajan, cierra los ojos intentando no pensar, pero era inevitable recordar sus besos o sus caricias, jamás pensó que todo resultaría así.

Debía analizar todo, si bien se arrepentía de haber actuado por la rabia, no así de haber compartido la cama con él.

Estas últimas semanas se habían llevado bien, se habían contado algunas cosas e incluso creyó que podrían considerarse amigos, pero la realidad era otra, cada que ocurría algo él tenía la bendita costumbre de culparla, algo que la molestaba mucho, ¿tan difícil era confiar en su palabra?, ¿debería decirle aquello? Suspira, ahora no sabía si quería verlo, no porque lo odiará o algo por el estilo, más bien porque no sabía como actuar, ¿normal?, ¿evasiva?, ¿cómo si nada hubiese pasado? Se frota el rostro desesperada, ¿cómo hacían las personas para tener sexo casual?

Se baña cuando comienza a sentir el agua enfriarse, sale envuelta en la toalla, casi chilla del susto cuando lo ve parado en medio del cuarto, eso sí, le daba la espalda.

- Lamento interrumpir, no sabía si querías verme –susurra dándole la espalda, Hester sentía el corazón cerca de la garganta–, te traje el desayuno, no es tan bueno como los que preparas tú pero creo que al menos es comible, ¿no tiene buena pinta? –estaba nervioso, maldita sea, ¿cómo es qué ella podía hacerlo sentir de tantas maneras distintas?

- Gracias –no puede evitar reír, había estado tan nerviosa de verlo que esto la había tranquilizado–. En realidad no quería verte, pero no es porque este enojada o algo por el estilo, así que tranquilo –le aclara tras verlo tensarse, lo ve relajarse–, estoy en toalla, así que puedes girarte, si quieres –aquello salió sin más, quiso darse un golpe en la frente, pero se mantuvo firme.

- Siento que debí decir algo anoche, pero no supe muy bien qué –menciona sin girarse.

- Somos dos, aunque hay algo que quiero decirte, dame cinco minutos –se apresura para sacar ropa, se viste con rapidez y se sienta en el sillón–. Listo, ven –palmea el lugar a su lado, ve a Faddei moverse dubitativo, pero al final se sienta a su lado.

- Te escucho –Hester no puede evitar sonreír, parecía un niño a punto de ser regañado.

- No sé fingir, eso debe quedarte muy claro, contigo cerca es fácil porque reaccionó a lo que haces, pero lejos creo que lo hago fatal, quizás esa chica, Claire; pudo descubrir algo y se lo dijo a otra persona y bueno, esas cosas se riegan como la pólvora, lamento que eso te traiga problemas, de verdad que sí –jugaba con sus manos–, ahora, debes entender que no me gusta que duden de mí, he cumplido hasta ahora todo lo que me has pedido, dime algo –alza la vista para verlo directo a los ojos–, ¿qué ganaría con mentir? Mi abuela dice que las mentiras tienen patas cortas, mentir sería tonto, a final de cuentas las consecuencias serían para mí, ¿crees que me gusta que me estes gritando? Claro que no, entonces te enojas, me enojó, me retas y te retó y es un ciclo sin fin, sé que tienes mucha responsabilidad, no sé de organizaciones ni nada por el estilo pero supongo que no es fácil, así que entiendo que quieras cuidar y controlar todo en esta casa, pero no a mí, te lo dije hace tiempo, soy un ser humano, estaremos juntos en esto al menos otros 10 meses, no nos queda de otra más que confiar uno en el otro, ¿estás de acuerdo? –mordía su labio con nerviosismo, eso había distraído a Faddei, recordaba lo bien que se sentían, lo cálidos que eran y lo rojos que quedaban.

- Lo lamento –dice bajo, Hester por poco no le había oído–, estoy tan acostumbrado a que me traicionen que me cuesta confiar, en Mark no confíe hasta pasados tres años –y ahora era su mejor amigo y mano derecha–, pero supongo que tienes razón –suspira, tenía que admitir que su carácter no era lo mejor–, intentaré confiar más en ti, sólo debes tenerme paciencia, ¿te parece? –ella asiente sonriendo.

- Hecho –extiende su mano, él la estrecha y sonríe, la ve ponerse de pie y tomar la bandeja con el desayuno que constaba con dos panes tostados cubiertos de chocolate, fruta y jugo–. Se ve muy bueno –se sienta a su lado, le da una de las tostadas–, hagamos las paces con comida, estoy mejor después de comer –choca su hombro de manera juguetona, él ríe y ella no puede evitar sonreír, era bastante más atractivo cuando sonreía.

Habían comido aquello en silencio, no uno incómodo, más bien tranquilo. Después de eso habían bajado y gracias al cielo, ella había hecho un verdadero desayuno.

- Espero venir a comer, te aviso –dice mientras recoge algunos papeles, había una junta con algunos líderes y eso solía extenderse más de lo que le gustaría–, si sales lleva a los guardaespaldas, cualquier cosa me avisas –Hester nunca lo había visto así, parecía que no daba una con las cosas que necesitaba–, listo –sin ser consciente se acerca a Hester, la besa de manera casta a modo de despedida, cuando se da cuenta no puede evitar sentirse avergonzado, carraspea y sale sin más.

Hester no había podido ocultar su sorpresa, pero también una pequeña sonrisa así como el rubor en su mejilla, había decidido dar una vuelta por los jardines, quizás más tarde iría con su abuela, la extrañaba tanto, era la única madre que había conocido.




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