En el corazón de la mafia

Capítulo 16

Escucharla hablar le estaba generando mucho estrés además de rabia, ella que sabía.

- Además, debes saber que soy la única mujer a la que ha amado y que amara, tú sólo eres una mera herramienta, y es tan así que cuando ese falso matrimonio terminé, se divorciara de ti para casarse conmigo –dice con suficiencia y burla–, y por si tienes alguna duda –le ve sacar su móvil, claro que dudaba un poco, Faddei se había portado muy lindo con ella, además, esta mujer podría estar loca.

Le entrega el móvil mientras se reproduce un vídeo, aquello la deja de piedra, y bueno, también había sentido que su corazón se rompía, podía ver como la abrazaba y le decía que en efecto, se casaría con ella cuando el contrato con Hester terminara, si aquella mujer dijo algo más no lo supo, fue como si su cuerpo entrara en automático, se sentía adormilada y todo el camino se mantuvo en un silencio sepulcral, su corazón dolía, quizás porque se había hecho la idea de que quizás todo entre ellos era diferente, porque le había pedido que fuese sincero con ella y creía, que algo como esto, era justo lo que debió haberle contado; había querido mantener las esperanzas al ver como la trataba y como se había portado con su abuela, sin embargo, aquello no era más que parte de la pantalla que debían proyectar, la de una pareja amorosa que se apoya en todo, ahora se sentía muy tonta por haber albergado esperanzas, no quería pensar, no quería volver a esa casa que no era suya y que nunca lo sería, así que había vuelto con su abuela, había avisado a su mejor amiga donde estaba y lo había apagado, sólo quería estar en paz como en antaño, quizás su vida no era perfecta pero le gustaba.

- Vendré mañana temprano abuela, cuídate mucho, ¿sí? –su abuela asiente acariciando su mejilla, Hester sonríe cerrando los ojos, le gustaba mucho esa paz.

Por la noche, muy a su pesar volvió, casi se había arrastrado de vuelta a ese lugar al que jamás podría llamar hogar, y quizás eso era lo de menos, podría ser una pequeña choza de madera en medio de la nada, pero siempre que hubiera afecto y calidez sería hermoso.

Al entrar a la casa, Faddei estaba en medio de la entrada y lucía molesto, pero poco le importaba como se sintiese, suficiente tenía con su propio dolor, verlo así la altero de una manera sorprendente, fue como si su cuerpo reaccionara de nuevo por sí sólo, había pensado en ir directo a su cuarto y no salir de ahí hasta mañana bien temprano y desaparecer en compañía de su abuela, pero claro, la vida la odiaba demasiado y tenía que habérselo encontrado.

Al verla entrar se había sentido aliviado, aunque ese alivio duro poco al ver la mirada de Hester, parecía alterada y eso lo puso en alerta, algo había pasado, estaba muy seguro.

- ¿Qué hiciste ahora Hester?, ¿y por qué no has vuelto a casa en todo el día? –le mira furioso, Hester parecía temblar, ¿tenía miedo? Se veía rara–, en realidad no has vuelto a casa en todos los días, te recuerdo que tienes obligaciones y que no puedes estar haciendo eso, ¿sabes el gran escándalo que eso causaría?

- Estuve con mi abuela –su tono había salido duro, casi brusco–, ¿dónde más podría estar?, ¿o con quién crees que podría reunirme? –lo mira con ira contenida, su tono era ácido.

- ¿Y eso te da derecho a irte nada más por qué sí? Apagaste tu teléfono, ¿sabes lo estúpido y peligroso que es eso? –había levantado la voz. Las últimas preguntas lo habían descolocado, no entendía porque decía aquello.

Hester sentía que no podía más, estaba harta de esto, de él, de esta situación y en general de toda esa mierda que le había caído de repente.

- Sí, sí me da derecho maldita sea, soy una persona libre, no soy una puta mascota que puedas tener encerrada –había alzado la voz, casi había gritado, él se había quedado sorprendido por su arrebato, parecía desquiciada–. ¿Y sabes qué? Estoy harta de esta mierda, de ti y de tu maldito temperamento de los mil demonios, estoy harta de que me veas más como un objeto que como una persona, harta de tus secretismos, de tus planes donde no me incluyes, de tu falta de sinceridad, estoy harta de todo maldita sea, mi vida no era perfecta, pero estaba tranquila hasta que apareciste y todo se fue a la mierda –su cuerpo temblaba por la rabia, y si era sincera, por el dolor, le dolía esto porque había creído que al menos la veía como un ser humano, ya ni siquiera como mujer o una futura compañera, un ser humano. También estaba mal por el bebé, ¿qué iba a hacer? Pese a su enojo y dolor, aún era parte de la decisión acerca del bebé.

- Cuida como me hablas –sentencia con voz autoritaria–, no me hagas enojar Hester –dice serio, eso parece alterarla más.

- Claro, claro, se me olvidaba que él único que puede enojarse eres tú, siempre tú y tú, ¿y yo?, ¿cuándo puedo hacerlo yo? –le apunta con el dedo, se sentía en el borde, quería puro gritar y llorar, también golpearlo, no supo en que momento su mano terminó de impactar en la mejilla de Faddei, quizás cuando recordó aquel vídeo, o quizás era todo lo que se había acumulado en su interior, no pensó que él era más grande y siendo dueño de la mafia, seguro le daría una paliza sin dudarlo, quizás no, pero su mente no estaba siendo razonable.

Hester miraba su mano sin poder creer que lo había hecho, ni siquiera se atrevía a ver a Faddei, ahora el miedo se hacía presente en cada centímetro de su piel. Él la observa con sorpresa más que cualquier otra emoción, jamás lo habían abofeteado, claro que había peleado y recibido unos cuantos golpes, pero esto era diferente. Jamás habría permitido que nadie lo abofeteara jamás, pero por alguna razón, que fuese Hester no lo molestaba, y tampoco es que fuese a dar saltos de alegría, pero algo en su mente le decía que algo muy grave estaba pasando para que ella recurriera a la violencia física.




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