En el corazón de la mafia

Capítulo 20

El tiempo pasaba lento, o al menos así le parecía a Hester, no sabía cómo sentirse e incluso ir con su abuela no la hacía sentir mejor, sí, se distraía un rato, pero en cuanto se alejaba de ahí, todo parecía volverse gris, todo era igual.

Cuando estaba en la mansión prefería mantenerse en su habitación, se lamentaba todo el tiempo y rara vez probaba bocado, sentía que todo le sabía a cartón, además sentía el estómago demasiado apretado para siquiera retener algo.

- Señora, debe comer un poco –le susurra Katina acercándole un plato con fruta, no le había agregado nada más por temor a que le cayera mal, como la otra vez.

- No quiero –se gira y se hace un ovillo, se abriga y mete las manos en medio de sus rodillas, cierra los ojos y se queda quieta, como si durmiera, la verdad es que ni siquiera lloraba ya, sólo se quedaba quieta, cual estatua.

- Se lo dejaré aquí por si quiere comer –la mira con tristeza antes de salir, le preocupaba que casi no quisiera comer, estaba triste y por más que intentaban animarla, ella parecía no reaccionar, temía que le pasara algo al bebé.

- Pase por aquí doctor –apunta Sergei a la puerta de su señora, abre tras llamar a la puerta.

- Buenas tardes, señora Grigoryev, soy el doctor Marcus Severide, vengo a revisar como está usted y su bebé ­–Hester asiente mientras se sienta, ni siquiera lo mira. El doctor la observa con sorpresa, parecía una máquina en modo automático–, deme su brazo izquierdo –ella asiente y se lo extiende, coloca la banda del tensiómetro y comienza a inflar para medir su tensión, ella ni siquiera estaba prestando atención, sólo se dejaba ser.

- ¿Cómo está la señora doctor? –pregunta Katina detrás del doctor, este había intentado explicarle a Hester pero esta se dedicó a ignorarlo, así que ella había tomado la iniciativa, así le informaría a Faddei.

- Esta un poco baja de peso, recomiendo ir al hospital para hacer una ecografía, también necesito que coma mejor y que intente cambiar su estado de ánimo, todo esto le hace daño a su bebé.

- Haré lo que pueda –dice sin mucha convicción, sobre todo porque sabía que si su señora no cooperaba, poco podría hacer; el doctor asiente y guarda sus cosas, es escoltado por Katina.

No había podido hablar con ella debió al trabajo, quería tener lo que más pudiera en orden para poder concentrarse en convencerla de tener al bebé, y bueno, sólo había una manera y eso era contarle todo, o lo más que se pudiera.

- Señor, el doctor ya vino y mencionó que la señora está bien, recomendó llevarla al hospital para una ecografía –Faddei asiente, ahora mismo iría a verla–, señor –le llama dubitativo, no sabía si debía decirle o no, su deber era servir sin cuestionar pero necesitaba ayudar a su señora, ella era muy amable y siempre los trataba con respeto, al inicio incluso les preguntaba como estaban, todos le habían tomado mucho cariño.

- ¿Qué pasa Sergei? –mira al hombre con curiosidad.

- La señora no está feliz, el doctor ha dicho que si sigue deprimida le hará daño al bebé, todos nos preocupamos por ella y no queremos que les pase nada –Faddei lo mira sorprendido, ese hombre era muy serio y discreto, le sorprendía lo mucho que Hester había cambiado aquella casa, esperaba que para bien. 

- No te preocupes, arreglaré todo ese asunto –Sergei asiente agradecido, Faddei camina hacia la habitación de Hester, llama y tras escuchar un suave pase, entra–. Escuche que vino el doctor, ¿cómo estás? –pregunta suave, ella no se gira para verlo.

- Bien, supongo, la verdad no le preste atención –se encoge de hombros, Faddei suspira.

- Hester, sé que me he portado como un idiota estos meses, lo siento mucho –se acerca a ella y se arrodilla frente suyo, toma suave sus manos–, sé que parece que me gusta hacerte sufrir pero no es así, y quisiera decirte lo que pasa –eso parece llamar la atención de Hester, ella alza la vista mirándolo atenta.

- ¿Cómo un idiota? Si me preguntas a mí, más bien como un cretino imbécil –eso había salido en un tono ácido, pero era verdad, ella se había sentido tan triste y decepcionada de él, de sentirse una idiota por confiar en él cada vez a pesar de que este le fallaba, así que sí, tenía derecho a decir aquello, suspira–. Te escucho –susurra bajo, Faddei asiente antes de comenzar, sabía que aquellas palabras se las tenía más que merecidas.

- Lamento mucho lo que te he hecho pasar, lo de obligarte a casarte conmigo y mantenerte encerrada, ya aprendí –la ve sonreír con burla–, sé que quizás te parezcan egoístas mis razones pero esto es lo que más deseo en el mundo, hacerme cargo de la mafia como alguna vez se hizo cargo mi padre, ¿puedes entender eso? –asiente a regañadientes–, necesitaba a alguien que no me apuñalara por la espalda y que no quisiera el poder que tenía, quizás era algo arriesgado pero creo que si hubieses querido escalar, te habría resultado muy fácil involucrarte con alguien con dinero, y con la vida que llevabas, dudaba mucho que esa fuese tu intención –asiente, eso jamás se le cruzó por la cabeza–. Tenía mis reservas sobre confiar en ti pero creo que eres de fiar, mi reticencia es gracias a Clarisse –hace una mueca de asco al decir el nombre–, nos conocimos muy jóvenes, ella se mostró dulce, amable y comprensiva, me enamoré como un loco de ella y creí que ella me correspondía, nos íbamos a casar y entonces, en el día de la boda me dejó plantado, al inicio creí que le había pasado algo y me volví loco de angustia, después supe que me había dejado para casarse con el líder de la mafia enemiga, eso me destruyó por completo y gracias a Mark entendí que ella sólo quería poder, un poder que yo no tenía en ese entonces pero que él sí, así que esa es la razón por la cual no me gusta confiar –asiente sin decir nada–. Lo que sea que te haya dicho o mostrado, es falso, la estoy utilizando como ella me usó a mí una vez, le hice creer que al divorciarme de ti me casaría con ella para unir fuerzas, pero no tengo intención de hacer nada de lo que le dije, no quiero estar lejos de ti ni de mi hijo, sé que no puedo obligarte a tenerlo, pero te pido que no lo abortes, dame tiempo, por favor –aquello la hizo sentir más tranquila, incluso se le aceleró el corazón al ver la sinceridad de sus palabras, aunque no bajaría la guardia por completo, ella también había aprendido, que él fuese sincero ahora con ella no le garantizaba nada.




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