Tras llegar a la casa de su abuela le había explicado que él saldría de la ciudad y ella había preferido pasar unos días aquí en lugar de quedarse en esa enorme mansión, como sólo tenía una maleta y la pañalera, su abuela no dudo de aquello. Tras instalarse en la habitación de invitados llama a su amiga, se sentiría mejor si ella estaba aquí con ella, aunque no pudiera decirle más que mentiras, era mejor eso a nada.
- Vamos Mark, esto se acaba hoy ‒su mejor amigo asiente antes de salir de la mansión, había enviado a detalle el plan al resto de sus hombros, debían dejar los pisos francos y reunirse en el viejo almacén junto al puerto norte, ahí es donde la inteligencia había marcado que estaba esa mujer.
En el momento en que salió tomo el lugar del conductor y arranco casi con furia, iba a más de lo permitido pero poco le importaba, debía conseguir que esas familias retrocedieran y esperaba que tras la muerte de Clarisse eso ocurriera.
Nada más llegar baja sacando su arma, sus hombres comienzan a disparar mientras se adentran en el lugar, dispara sin dudar, no importaba cuantos enemigos murieran, él debía llegar hasta ella y matarla, les recordaría quién era el rey aquí, y una vez que todo acabara iría por ella y estaba seguro que lo perdonaría.
- Llegaste más rápido de lo que pensé Faddy ‒hace una mueca ante el apodo, pone cara de póker, no debía dejar ver ninguna emoción.
- Esto se acaba aquí y ahora Clarisse ‒suelta en tono frío, algunos de sus hombres estaban en posición, igual que otros.
- Sí, ¿no es verdad Mark? ‒se gira para ver a su mejor amigo apuntar el arma contra su cabeza.
- ¿Qué demonios significa esto Mark? ‒gruñe molesto, y herido, jamás espero que de entre todos, él lo traicionara.
- Que te puedo decir amigo ‒escupe con asco‒, estabas bien al inicio, queriendo recuperar el poder pero en cuanto comenzaste a enamorarte y jugar a la familia feliz con esa mujer, todo se fue al demonio, aunque te agradezco, hiciste mucho más fácil derrotarte, he estado reuniendo a mis propios hombres, ¿adivina qué? La mayoría está aquí ‒de reojo ve como bajan las armas y se colocan junto a los otros‒. Tú, átalo, tengo una idea para más adelante, ¿no es así Clary? ‒la mujer ríe divertida mientras atan y amordazan a Faddei, había estado tentada de escupirle en la cara que no se desharía de ella con tanta facilidad ya que tenía a su segundo al mando bajo su mano.
- Me preocuparía por matar a esa estúpida pero no representa un problema para mí, así que no importa ‒hace un ademan con la mano restándole importancia.
- Vamos, una vez que mostremos a este derrotado, todo será nuestro ‒le sonríe victorioso, ella le devuelve la sonrisa.
Faddei sabía que esto desmoronaría a sus hombres y era probable que terminaran cediendo ante esa maldita mujer, pero no podía hacer nada, ahí dentro no tenía aliados, suspira, al menos ellas estarían a salvo, no le había mencionado nada a nadie, pero Hester y su hija eran las únicas herederas de todo, esperaba que su hija jamás quisiera tomar el poder de la mafia, quería que fuera feliz y normal.
Lola la abraza nada más llegar, no sabía que pasaba pero intuía que algo iba mal, pero si ella no le contaba, no la presionaría.
- Gracias por venir tan rápido, quiero pedirte un favor ‒la morena asiente, haría lo que fuese por ayudar‒, ¿cuidarías de Darice unas horas? Necesito hacer algo ‒iría por los papeles del divorcio, había estado pensando y llegó a la conclusión de que sería lo mejor divorciarse, su matrimonio no había comenzado bien y como decían: lo que mal empieza, mal acaba.
- Claro que sí, como no cuidar a mi preciosa sobrina ‒se acerca a la pequeña y la alza, sus mejillas regordetas y sonrojadas, era tan pequeña y hermosa.
- Gracias Lola, te las encargo ‒su amiga asiente antes de verla salir, esperaba que ese tiempo le ayudara a estar más tranquila.
Sube al taxi que ya la esperaba, el camino hacia esa mansión parecía largo y tan corto al mismo tiempo, o quizás eran sus emociones.
Nada más llegar baja en la entrada, nota que sólo hay un hombre resguardando la puerta, este la deja entrar sin problema, después de todo, seguía siendo la señora Grigoryev.
- Señora, que bueno que volvió ‒dice Katina nada más entrar, la abraza y Hester le devuelve el abrazo, extrañaría a todos los que vivían aquí.
- Señora, necesitamos su ayuda ‒se gira para ver a Yakov, el hombre estaba algo herido del rostro.
- Jesús, ¿qué te pasó? Vamos, debemos curarte esas heridas ‒él niega, no había tiempo.
- No hay tiempo señora, nos han tendido una trampa, necesitamos salvar al señor Faddei o lo mataran ‒eso la pone en alerta, respira varias veces intentando regular su respiración, debía calmarse‒, usted es la única después de él que puede darnos órdenes ‒suspira antes de asentir.
- Bien, soy bastante nueva en este mundo, así que tendrás que ayudarme ‒el hombre asiente y la guía al despacho de Faddei, le muestra un plano así como la ubicación de Faddei, uno de los hombres había enviado esa información antes de perder la comunicación.
Ella mira el mapa improvisado, su mente intentaba pensar en una solución, una idea pasa por su mente, era arriesgado pero no había otra forma.