En El Corazón No Se Manda

Capítulo 18: Cuento de hadas

Narra Axel

 

Lo que sucedió anoche y esta mañana fue hermoso. Tener a la mujer que amo en mis brazos y hacerla mía me hace sentir tan feliz y bien. No tengo dudas de que ella será mi futura esposa, aunque tenga que esperar a que termine sus estudios primero.

 

Mientras desayunábamos, todo era perfecto. Nunca me sentí tan amado como cuando estoy con ella. Mía tiene algo que ninguna otra mujer tiene: es pura, dulce y sencilla. Lo mejor de todo es que sus sentimientos son sencillos, y eso es lo que siento cuando estoy con ella.

 

Después de desayunar, ella me propuso que fuéramos a caminar un rato antes de volver a la realidad, donde solo somos director y alumna.

 

Caminábamos tomados de la mano en silencio, hasta que ella rompió el silencio y me preguntó.

 

- ¿Axel? - preguntó ella.

 

- Dime, amor - respondí.

 

- ¿Te gustaría tener hijos algún día? - me preguntó.

 

- Me encantaría - respondí emocionado.

 

- ¿De verdad? - preguntó ella.

 

- Sería un sueño... especialmente si tú eres la madre de mis hijos - dije llevando su mano a mi boca para besarla - ¿Y a ti te gustaría ser mamá?

 

- Sí - dijo ella entusiasmada - y déjame decirte que realmente te veo como el padre de mis hijos.

 

- Mi amor - dije emocionado y luego la besé.

 

Luego, ella se separó ligeramente de mis brazos.

 

- ¿Una carrera hasta el lago? - dijo sonriendo.

 

- Bueno, pero el que llegue último ¡pierde! - respondí.

 

- No te dejaré ganar - sonrió - ¿Y cuál es el premio para el ganador?

 

- Si gano, me tendrás que dar todos los besos que quieras, y si pierdo, pues no me puedo quejar - dije sonriendo.

 

- Eres un tramposo - sonrió.

 

- Por ti haría cualquier cosa - la besé.

 

- Hecho - dijo ella tomando mi mano - ¡Vas a perder!

 

- Eso ya lo veremos... ¿Preparada? - pregunté.

 

- ¡Lista! - dijo ella sonriendo.

 

- ¡Ya! - dije y comenzamos a correr.

 

Pasamos horas riendo, besándonos y jugando como niños de 8 años. Comimos cerca de un restaurante que estaba cerca de ahí hasta que llegamos nuevamente a la cabaña.

 

- ¡Qué cansancio! - dijo ella y se acostó en la alfombra en frente de la chimenea.

 

- Sí, hoy fue uno de los mejores días de mi vida - dije acostándome a su lado.

 

- ¿Qué hora es? - preguntó ella acurrucándose en mis brazos.

 

Miré mi reloj.

 

- Son las 3 de la tarde.

 

- ¡Tardamos tanto! - dije provocando una sonrisa en Axel.

 

- Sí... pero valió la pena - respondió él.

 

- Esto parece un cuento de hadas, me encantaría que fuera así cada fin de semana - dije con una sonrisa.

 

- Desafortunadamente, no podemos hacerlo con tanta frecuencia o alguien podría sospechar - dije bajando la mirada.

 

- Lo sé... no quiero que tengas problemas por mi culpa - dijo ella apoyando su cabeza en mi pecho.

 

- Mía, ¿recuerdas que te dije que haría cualquier cosa por ti? - ella asintió con la cabeza - Pues por ti, renunciaría a mi puesto de director.

 

- No digas tonterías...

 

- No es ninguna tontería... hablo en serio. Si ya no soy tu director, no habría nada que nos separe.

 

- ¡No lo hagas! Tú amas ser director. Si harías cualquier cosa por mí... Espérame, espera a que termine mis estudios y así podremos estar juntos solo tú y yo. No me gustaría que el futuro padre de mis hijos renuncie al empleo que lo hace feliz.

 

- ¡Te amo! Simplemente elegí a la chica correcta, quien mejor que tú para ser la madre de mis hijos - dije y no pude resistir las ganas de besarla.

 

- Yo te amo más - dijo ella con ese brillo en los ojos que me enamora más - Me gustaría que esto durara para siempre, me gustaría tener muchos hijos contigo, verlos crecer a tu lado y cuando ellos crezcan poder tomar tu mano y envejecer contigo. Mi sueño es estar contigo hasta que los dos seamos viejitos y alguno de los dos se vaya primero, y cuando eso pase, extrañarnos hasta que nos volvamos a encontrar.

 

Esas palabras me encantaron, me hicieron sonreír como un estúpido. Nunca nadie me había hablado con tanto amor. Esta chica tenía la facilidad de enamorarme más cada minuto.

 

No se me ocurría qué decir, estaba emocionado con sus palabras. Lo único que pude hacer fue besarla.

 

Estábamos besándonos, todo se intensificaba hasta que ella se separó ligeramente de mis brazos.

 

- Deberíamos irnos... Manuel nos debe estar esperando y tu hermana ya debe estar molesta por la demora.

 

- Si no hay más remedio - dije haciendo pucheros.

 

Me levanté y la ayudé a levantarse a ella. Luego, cargué todo lo que trajimos en el auto. Obviamente, no iba a dejar que Mía cargara nada. Sus manos eran tan delicadas que no quería que hiciera fuerza.

 

- ¿Axel? ¿Vienes mucho a esta cabaña?

 

- No, la compré hace poco... para nosotros.

 

- ¿De verdad?

 

- Claro... si quieres podemos venir después de casados.

 

- Me encanta que digas esas cosas - dijo sonriendo.

 

- Vamos - dije abriendo la puerta del auto.

 

Subimos al auto y nos fuimos. Durante el trayecto, me fue imposible borrar la sonrisa de mi cara.




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