Narra Mía
Me desperté rodeada de los cálidos brazos de Axel, como si fuera una dulce rutina que nunca quiero que termine. Me giré suavemente y ahí estaba él, todavía dormido, con una expresión tranquila en su rostro.
No pude resistir la tentación y comencé a besar suavemente su frente, su mejilla, su cuello, y finalmente sus labios, dejando pequeños besos llenos de amor. Fue entonces cuando despertó, con una sonrisa que iluminaba su rostro.
- Me encanta despertar así - dijo con voz somnolienta.
- Hola amor, ¿cómo dormiste? - pregunté, acariciando suavemente su mejilla.
- Contigo a mi lado, siempre duermo bien - respondió con una sonrisa sincera.
- Tengo hambre - dije, mientras lo besaba juguetonamente.
- ¿Vamos a la cocina? - sugirió, con una mirada llena de complicidad.
- Primero quiero ducharme - respondí, mirándolo con una sonrisa traviesa.
Lo observé mientras se levantaba de la cama, y no pude evitar sentirme afortunada de tenerlo a mi lado.
- ¿Axel? - lo llamé, con un tono de curiosidad en mi voz.
- ¿Dime? - respondió, mirándome con ternura.
- ¿Quieres bañarte conmigo? - pregunté, jugueteando con un mechón de mi cabello.
- ¿Me estás provocando, señorita? - preguntó con una voz seductora, acercándose lentamente.
- ¿Tú qué piensas? - respondí coquetamente, acercándome aún más a él.
- Pienso que quieres jugar - dijo con una voz sensual, mientras sus manos acariciaban suavemente mi rostro.
Sin decir una palabra más, nos levantamos de la cama y nos dirigimos hacia el baño, con la promesa de un baño lleno de risas, caricias y amor.
Narra Axel
Estaba enjabonando suavemente la espalda de Mía, sintiendo la suavidad de su piel bajo mis manos, cuando de repente ella se volteó rápidamente y me sorprendió con un beso apasionado. Mis brazos rodearon automáticamente su cintura, mientras ella rodeaba mi cuello con sus brazos, intensificando nuestro abrazo.
Nos besamos con una pasión desbordante, nuestros labios y lenguas danzando en perfecta armonía. El sabor dulce de sus labios se mezclaba con el aroma embriagador del jabón y el vapor de la ducha, creando una experiencia sensorial única.
Sentí cómo su cuerpo temblaba ligeramente de excitación, lo que aumentó mi deseo por ella. Decidí llevar nuestra conexión al siguiente nivel y la levanté en mis brazos, sintiendo cómo rodeaba mi cadera con sus piernas, aferrándose a mí con fuerza.
Presioné suavemente su espalda contra la pared de la ducha, dejando que el agua caliente cayera sobre nosotros, creando una atmósfera de intimidad y sensualidad. El sonido del agua chocando contra nuestros cuerpos se mezclaba con nuestros suspiros y gemidos, creando una sinfonía de placer.
Mientras ella besaba mi cuello con avidez, solté gemidos suaves de placer, sintiendo cómo su aliento cálido acariciaba mi piel. El calor del agua y el vapor envolvían nuestros cuerpos, creando una sensación de calma y excitación a la vez.
Mis labios descendieron lentamente por su cuello, saboreando cada centímetro de su suave piel, mientras ella dejaba escapar gemidos de deleite. Nuestros cuerpos se movían en perfecta sincronía, guiados por el deseo y la pasión que nos consumía.
- Eres tan increíblemente sexy - susurré en su oído, dejando que mis palabras se perdieran en el ruido de la ducha.
- Solo tú puedes hacerme sentir así - respondió ella con voz entrecortada, sus palabras llenas de deseo.
Continué mi descenso, deteniéndome en su pecho, donde mis besos se mezclaban con sus gemidos, creando una sinfonía de placer compartido. Cada caricia, cada roce, era una invitación a explorar y descubrir nuevas formas de disfrutarnos mutuamente.
En ese momento, el mundo exterior desapareció por completo, dejando solo espacio para nosotros dos y nuestro deseo mutuo. La ducha se convirtió en nuestro santuario, donde exploramos cada rincón de nuestros cuerpos con pasión y entrega, fusionándonos en un éxtasis compartido.
Narra Mía
Después de disfrutar de aquel delicioso baño juntos, nos vestimos y Axel se dirigió a la cocina para preparar el desayuno, mientras yo fui a despertar a Manuel.
- Manuel, despierta - le dije, moviéndolo suavemente.
- Aún no quiero levantarme - respondió él, cubriéndose con las sábanas.
- Vamos, hermanito, tenemos que ir a la escuela - insistí, con una sonrisa en mi rostro.
Me costó un poco, pero finalmente logré despertarlo. Lo llevé al baño, lo ayudé a bañarse y lo vestí con su uniforme escolar. Después, nos sentamos juntos para disfrutar de un desayuno reconfortante.
Una vez que terminamos de desayunar, Axel y yo nos despedimos con un beso tierno y apasionado. Él subió a su auto, listo para comenzar su día como director de la escuela donde yo también estudiaba. Mientras tanto, yo subí al auto con Manuel, preparada para llevarlo a su escuela.
El trayecto estuvo lleno de risas y conversaciones animadas entre Manuel y yo. Disfrutamos de la música que sonaba en la radio y compartimos nuestros planes para el día. Sentí una sensación de calma y felicidad al tener a mi hermanito a mi lado, y saber que Axel y yo estábamos construyendo una hermosa familia juntos.
Al llegar a la escuela de Manuel, nos despedimos con un abrazo y un beso en la mejilla. Observé cómo se adentraba en el bullicio de sus compañeros, deseándole un buen día de aprendizaje y diversión. Luego, me dirigí hacia mi propio salón de clases, lista para sumergirme en el mundo del conocimiento y el crecimiento personal.