En el estrado

En el Estrado

La Realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desaparece.

Philip K. Dick

 

Después de la declaración de la víctima y los peritos ante el juez, la defensa llamó al acusado a rendir indagatoria. El sujeto vestido con corbata rosa, camisa blanca y traje gris mal cortado se dirigió al estrado, hizo el juramento con solemnidad y se sentó con tranquilidad. El estaba seguro de no haber cometido ningún delito y por eso le exigió a su abogado defensor hacerle pasar frente al juez y dejarle narrar a su modo los hechos.

 

El abogado de oficio, con traje negro y corbata roja de tela barata, al verlo acomodado, preguntó de mala gana:

 

-Señor Cristian Barreto ¿quiere contarle a este tribunal su versión de los hechos?- se quitó una mota imaginaria de la manga del blazer.

 

-Todo de lo que me acusan es mentira- declaró con vehemencia.

La sala estalló en murmullos. La estancia de piso blanco de mármol y paredes caoba, mal iluminada por tres hileras de tubos fluorescentes, se encontraba repleta por la familia, personas cercanas a la víctima y la prensa.

 

-Hablaré con la verdad- continuó, apagando los murmullos al instante- quiero contar solo la verdad y se darán cuenta de la infamia cometida en mi contra.

 

El calor y la humedad acumulados por la estancia abarrotada de personas, le provocó a Cristian perlar la frente con sudor y en cada aspiración del aire caliente y malsano de la sala, lo hacía sentir sofocado, agravado por la presión del nudo de corbata. Deseo soltar el nudo un poco, pero creyó perder dignidad y credibilidad con ello. Como la boca la tenía seca, le pidió a su abogado defensor, alcanzar una botella de agua, de la que bebió con ahínco apenas la recibió. Después de sentirse más fresco con el líquido en su estómago, continuó con su relato.

 

-Conocí a la señorita que ahora me acusa en el trabajo, como aseguré decir la verdad, los sucesos malinterpretados y deformados que dieron pie a esta ridícula acusación ocurrieron cuando todavía estaba con mi mujer.

 

Se vio mirando hacia el piso mientras hablaba. Alzó la vista tímidamente: primero hacía la juez, pasó a observar luego al policía parado como una regla junto a la jueza, distinguió a su abogado y los acusadores, terminó su barrido con el público. La jueza lo observaba con curiosidad, su abogado con aburrimiento, el abogado acusador y la víctima con desprecio y en el innumerable público de la sala, se mezclaban las miradas de curiosidad, aburrimiento y desprecio. Clavó su cabeza al piso de nuevo.

 

- Trabajaba en el departamento de contabilidad desde hacía tres años. Como ya han escuchado, soy contador público, graduado del Externado, con una especialización en el mismo claustro en gerencia. La compañía se dedica a importar botellas, recipientes y demás objetos de plástico, teniendo una bodega en Funza Cundinamarca, donde vivo, y al ser comprada por un conglomerado de barranquilla, aumentaron la extensión de sus instalaciones y contrataron nuevo personal. Ella hace tres meses entró como auxiliar contable, cumpliendo con la práctica laboral para graduarse del SENA.

 

El auditorio estaba en silencio. Cristian volvió a levantar la cabeza, pero no se preocupó por la expresión de los rostros. Se fijó en la bandera junto al policía, en el estrado del juez en madera y en la silla reclinable donde reposaba la jueza de cara severa y traje negro; notó también la silla de madera aglutinada con patas de metal y de las sillas con espaldar plástico, acolchadas con espuma y forradas en tela gris ratón. De igual forma apreció los micrófonos negros sobre las mesas y la gran puerta de madera cerrada, evitando la entrada de aire nuevo a la sala. Tomó un sorbo de la botella de plástico.

 

- Yo entre a ser su superior y entablamos una amistad de inmediato. La cosa comenzó a ir bien, para serles sincero: el matrimonio era un desastre y me sentí atraído hacía la señorita como escape a la asfixiante relación con mi esposa. Las cosas en común con la practicante eran muchas, y por eso negué mi matrimonio-Cristian respiró hondo, sentía recibir humo en vez de aire- No era fácil como dije. Las cosas no iban bien con mi esposa y las constantes llegadas tarde no ayudaron mucho a mejorarlas. Con la practicante salíamos todos los días a almorzar y los viernes nos dirigíamos a un bar cercano a tomarnos unas copas solos y charlar. Mi esposa es una mujer muy celosa, pero al conseguir un puesto de trabajo en Bogotá como cocinera, tuvo que trabajar todas las tardes hasta bien entrada la noche.

 

Tomó un sorbo de agua, esta vez observo solo a la mesa del abogado acusador y la demandante. Mostraban cara de sorpresa, pero apenas hizo contacto visual con ellos, el rostro se les deformó en una mueca de repugnancia. Cristian continuó, dirigiendo su mirada al piso de nuevo.

 

-Al mes las cosas comenzaron a fluir y entablamos una relación formal, como novios-el abogado acusador con un gesto de la mano, evitó que la practicante, su clienta, protestará- al suceder esto decidí volverme descarado con mis acciones para dejarme definitivamente con mi esposa, pero eso no hacía sino intensificar las peleas. Ella me celaba siempre, pero nunca me creyó capaz de hacerle una cosa de esas. Mierda y ella cada vez más convencida de los cuernos, me amenazó con hacerme escándalos en la calle y en la salida del trabajo, por eso decidí acabar con toda esa porquería que vivía y al fin ser feliz con la persona que amaba de verdad.

 

Cristian tomó aire, en cada palabra pronunciada advirtió subir la voz, llegando casi a gritar. Se calmó tomando un sorbo de agua, en la estancia se escuchaban rumores.

 

- Le conté primero todo a ella, a la practicante- Prosiguió, pero los rumores no dejaron de escucharse en la sala, al contrario se acrecentaron- le dije la verdad, le mostré el anillo de compromiso, le narre sobre la asquerosa relación que cargaba y le hice mi proposición de irnos a vivir juntos. Ella me rechazó y dijo estar ofendida,cortó la relación de raíz, pero yo seguí buscándola. Confieso seguirla hasta su casa, rogándole volver conmigo. Me desesperé cuando mi esposa aceptó la realidad y me abandonó sin decirme para dónde se iba, desde ahí reconozco volverme más insistente con la señorita.



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En el texto hay: relato corto, judicial

Editado: 21.10.2020

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