En el Foso

CAPITULO 15. Sindrome de Estocolmo

Jasmine Fiore.

El lugar tenía un eco peculiar, de esos que siempre consigues cuando vas a lugares de concurridos. La gente estaba reunida y a pesar de que había mucha, también había ventanas abiertas dejando que la suave y fría brisa de la ciudad sopesara el ambiente, haciendo menos cargado los olores y sonidos.

Era una mañana hermosa así como los manjares que estaban copiosamente colocados encima de la mesa. Alguien había ordenado de más pero con la velocidad por la cual era consumida no tenía mucha importancia. La falta de espacio fue desapareciendo.

Oí las noticias del televisor cercano a mi mesa, noticias que sobresalieron por encima de la bella música de fondo.

Apreté la mandíbula y fingí entretenerme de más con el volcán de chocolate que había en mi plato, sorprendida de cómo me sentía en aquel momento y contrariada por cómo debía de ocultarlo.

– Es hermoso, creo que sería el chico ideal para mí –había murmurado Isabel.

Ella tenía razón porque solo un chico de esa categoría sería ideal para ella que era una princesa y debía ser tratada como tal. Hoy en modo de jugar y porque quería presumir sus guantes nuevos había optado por ropa súper cara y elegante, haciéndola lucir como una señorita de alta sociedad, algo que no era necesario porque simplemente ella era eso, pero habían veces en los que simplemente quería usar ropa que demostrara su nivel en la sociedad, ropa que todos reconocerían como cara.

– ¿No te parece que Angus es increíble? –pregunto sin dejar de ver las imágenes que probablemente se transmitían en mi espalda, imágenes por las que ella suspiraba.

– Supongo –había respondido yo.

Lo cierto era que Isabel no lo conocía, lo cierto era que no era una mentira porque en verdad, Angus era todo eso de lo que oía decir de él y sabía que tenía ese toque de más que fascinaba a las mujeres. “Ayudo a cien niños con cáncer” “Les dio una mejor vida a dos pordioseros de la ciudad de L.A.” “Recibirá el premio a la paz…”

Aun no entendía como la gente seguía juzgándolo y dándole títulos u honores cuando él nunca había buscado eso antes, algunos con envidia poniendo sus corazones malos, de egoísmo y avaricia en sus voces de crítica que trataban de hacerle ver mal. Había gente que esperaba tener que encontrarse con gente como Angus para que se le solucionen todos sus problemas, pero mientras no fuese así entonces seguirían juzgándolo.

Yo no era ni remotamente alguien que compartía sus pensamientos porque si bien Angus ayudo a esa gente, entonces fue, porque hicieron algo que lo mereciese. Angus nunca había hecho algo que creía fuese inútil.

Puedes dar dinero a un pobre que lo utilizara para comprar licor para olvidar sus penas, o puedes dar pan a una madre que se sacrificara ella para dárselos a sus niños, unos con un futuro no escrito.

Quizá por esa forma de ser yo me había enamorado de él antes. Entonces… de alguna manera, habíamos terminados peleados y después… las cosas se complicaron.

– ¿Por qué no te gusta? –pregunto Isabel inocentemente  y regrese a la realidad forzada por su pregunta.

– No es que no me guste –había tratado de excusarme pero ella había fruncido el ceño, realmente molesta.

– ¿Qué hay en él?

No respondí aunque de algún modo ella logro enterarse de algunas cosas con nuestra relación, aunque estaba segura de que él nunca le había dicho el verdadero motivo de todo. Yo sabía que se habían conocido hace un tiempo aunque ella no me lo hubiese dicho a la primera.

– De todas maneras, mira, esos dos chicos guapos están mirando hacia nuestra mesa. ¿Deberíamos de saludarlos?

– Estarán mirando todo lo que comes –había bromeado.

– Caya y compórtate linda que vienen.

Ellos habían venido y habían saludado. Yo peculiarmente creí que Isy tenía razón en pensar que eran guapos y me sentí atraída por su aparente señal de madurez.

Ahí me di cuenta de que en verdad, cuando quería, podía actuar como una chica experimentada en citas sonriendo a las bromas, coqueteando, actuando tímida en los halagos e ignorando las manos que inútilmente trataban de alcanzarme.

Recuerdo que esa tarde quise ser normal pero cuando me di cuenta de que Sam estaba en aquella tienda, sin su típica sonrisa, yo deje de actuar como Isabel y fui simplemente la mártir que había dentro de mí.

No merecía ser feliz porque él no lo era.

Sam me amaba pero nunca había sido capaz de ocultar aquel brillo en sus ojos.

Nunca pude odiar a mi hermano por ser un recordatorio ya que sabía que él sentía lo mismo y se culpaba por ello. ¿Qué clase de hermana tenia? Eso me preguntaba yo misma a menudo.



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En el texto hay: muertes, secuestro, amor y aceptacion

Editado: 28.01.2019

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