Isabel Welklyn
Adivinen quien se metía en problemas por su mejor amiga, yo.
Adivinen quien usaba sus encantos para sacar información necesaria, pues yo.
Y adivinen quien se estaba volviendo loca con el tipo delante de ella por no decir lo que se necesitaba. Maldita sea que era yo.
– Es suficiente, estás hablando estupideces ahora mismo – le corte y él me observo confundido antes de tratar de rodearme de nuevo con el brazo.
– No me estas entendiendo cariño, yo te vi, no estoy seguro de que día pero…
Deje al tipo ebrio que siguiera delirando solo, y me escabullí entre los cuerpos en movimientos minimizando las posibilidades.
Ellos no entendían lo desesperada que estaba, que si hubiese pensado que fuera una buena idea poner un letrero con letras neón en mi cabeza preguntando a quienes habían arrestado hace dos semanas entonces lo haría, pero eso sería demasiado sospechoso.
No sabía que pensar y hasta ahora solo me topaba con tipos que solo querían coquetear a cambio de nada, de ningún tipo de información.
Apreté los labios con fuerza y casi grito irritada si una mano no me hubiese sujetado por detrás sorprendiéndome.
Voltee lista para soltar unos cuantos tacos pero cuando me topé con Manson quien estaba junto a Sam, me tranquilice con la única esperanza de que ellos tuvieran alguna información útil.
– Vamos a un lugar donde podamos hablar – grito Sam sobre la música y asentí liberándome del brazo de Manson.
– Tu guías – le ordene y él no dijo nada mientras se habría paso con su gran cuerpo a través de la masa de gente.
En la mañana recuerdo que había estado en casa hablando por medio de una video llamada con mi detective personal, uno realmente bueno quien también con todas sus conexiones había logrado ingresar a la investigación pagada por el padre de Landon, el otro tipo rico.
Yo sabía que el maldito secuestrador no sabía con quien se había metido al secuestrar a mi mejor amiga y al hijo de aquel multimillonario pero ahora sí que debía de enterarse por la enorme cantidad de recompensa sobre su cabeza, por la búsqueda de mi mejor amiga y la del chico guapo que estaba con ella.
Raedel había dicho que Cam, el secuestrador, había usado pintura de calor sobre su carro, de tal manera que en el hueco que dejaban las cámaras de seguridad había usado algún aparato para cambiarlo solo que no sabían por qué color buscar.
Yo le había soltado unas cuantas amenazas a mi amigo y él había pacientemente escuchado pero era difícil no poder hacer nada, sentirme completamente inútil, reventando mi cerebro para saber que estaba exactamente mal. Yo quería un muñeco para golpear.
Fue en ese momento cuando llego la caballería pesada en forma de llamada telefónica.
Sam me conto todo rápido y fue breve sobre sus sospechas, entonces pensé también que sería buena idea ayudarle con la idea de buscar a esos bravucones en el foso, por lo que después de que nos encontráramos ahí horas más tarde yo lucia impresionante y ellos desechos.
Manson tenía ojeras no muy profundas pero Sam, el hermano pequeño de Jasmine estaba horrible, con las uñas sangrantes y los labios partidos.
Había bromeado sobre algún tic que pensé que había adquirido pero él no lo tomo como esperaba y dio instrucciones fijas que trate de oir sin dejar de escapar a cada mínimo movimiento de Manson.
Que los dioses me juzguen mal si querían pero aun sentía profunda redención por Manson, porque él había compartido un poco de su triste historia conmigo, aunque… probablemente yo no era a la única a la que le había contado sobre el fallecido de su primer amor.
Manson era gay, lo que era realmente triste teniendo en cuenta toda esa virilidad que poseía, pero aun disfrutaba de los placeres carnales con ambos sexos, por eso es que me había acogido y yo, como sea, ahora no quería pensar en mi revoltoso corazón.
De todas maneras Sam había llamado y yo había contactado con Manson incluyéndolo en el plan y justo después de eso, Angus había llegado.
Verlo caminar con su ropa oscura tratando de no llamar la atención fue todo un espectáculo que olvide cuando recordé mi propósito y así, desde hace unas dos horas habíamos estado buscando a los malditos bastardos que respondían a los nombres de Bob, Hamilton y Jeff, el ultimo, mejor amigo de Cam quien era medio argentino y medio inglés, por eso como había supuesto junto a los otros chicos, debía de ser en quien nos centrarnos por todos los medios.
Entonces llegamos a la mesa en donde Manson nos había acomodado y Angus apareció de un momento a otro con perlas de sudor brillando en su frente de doncella.
– ¿Qué averiguaron?
– Nada, maldita sea que nada – hablo Angus – ¿Cuánto se supone que debemos quedarnos?
– Hasta que los encontremos – sentencio Sam.
– No soporto esto – había hablado yo nuevamente entre la histeria y el terror, enfado – pero por Jasmine yo mataría a medio mundo.