Landon Green
Me quede paralizado y confundido pero pude atrapar pedazos de pensamientos.
Sus labios eran suaves.
Yo no respiraba, me estaba mareando y después, cuando ella dejo de sostenerse sobre las puntas de sus pies para alcanzar mi altura la observe abrir los ojos, unos preciosos ojos dorados que me contemplaron bajo esas pestañas largas.
Quería sonreír porque ella era realmente hermosa, porque tenía una dulzura que acababa de mostrarme a pesar de la situación y porque era adorable.
Ella era preciosa y mi corazón dolió con ese simple pensamiento.
¿Qué diablos estaba pensando para sentirme de aquella manera? Yo no era santo y mucho menos un tonto con falta de experiencia pero nunca me habían besado así, nunca había sido un casto beso el que había tranquilizado y perdurado después de su toque. Un beso que me había aturdido y hecho inmensamente feliz
Mis manos picaron y las orejas me quemaron pero ella apretó los labios y después de que la confusión paso por su rostro, cuando casi pedí una explicación, Jasmine se giró hacia la puerta tomándome de la mano.
– Salgamos de aquí – murmuro.
Asentí aturdido y no respondí.
Habían cosas que estaban sucediendo y nunca había pensado mucho en cómo podía lucir una mujer porque todas era iguales, en cambio con ella, con esa mano delicada que sostenían con fuerza la mía, con sus dedos largos y fríos y después de la humedad que dejo en mi rostro por sus restos de lágrimas, me di cuenta de lo increíble que era.
Ella se movió rápido y solo me concentre en su delgada figura embutida por aquel saco grande. No sé ni cómo reaccione cuando me di cuenta de que aun llevaba la manta que había estado usando para abrigarme, encima.
Ella me hizo subir las escaleras y después me llevo a una habitación con salida hacia la ventana.
Jasmine soltó mi mano y rápidamente saco una maleta que había estado escondida bajo su cama pidiéndome la manta para guardarla ahí.
Saco unas llaves y probo con mis cerraduras logrando abrirlas después de unos intensos segundos. Entonces fui libre y la deje guiarme regresando poco a poco a mis sentidos.
No tenía caso actuar como un estúpido por un simple beso que probablemente había sido dado para quitar mi atención de la sangre.
No sé si me molesto o me hizo sentir frustrado, solo, lo deje para después y entonces cuando nos internamos al bosque después de comprobar el lugar al que debíamos ir si seguíamos la carretera, comenzamos a trotar.
– ¿Cuánto tiempo crees que le tomara darse cuenta de que ha dejado la puerta sin llave? – pregunto después de unos minutos cuando parecíamos avanzar un poco.
– No lo sé, pero mejor no arriesgar – tome la maleta que ella cargaba y la coloque sobre mi hombro – así será más rápido – ella me dio un vistazo contemplándome y provocando que mis nervios se crisparan pero no dijo nada y tomo la mano que yo le había sido para ayudarla a mantener el equilibrio por sobre las rocas.
Había nieve y el cielo lucia parcialmente despejado pero la nieve helada hacia que mis pies se enfriaran rápidamente, mojando mi ropa y ella parecía pasarlo igual, sin embargo no volvió a mirar en mi dirección y por lo contrario, contemplo todo lo demás completamente tensa.
– Tendremos que bajar 15 kilómetros – hablo apretando más fuerte mi mano – pero debemos de detenernos en algún punto si no queremos enfriarnos y tu – ella se detuvo.
Fue puro impulso y la arrastre hacia mi ocultándola entre mi cuerpo mientras que oíamos el motor de un auto, el único sonido por el lugar, tan fuerte, modificado por nuestros propios miedos, que dejamos de respirar.
La abrace con fuerza y ella se quedó quieta apoyando su mano en mi pecho, justo en el lado donde aún lo llevaba adolorido.
Hice una mueca pero no me moví y tampoco Jasmine en el tiempo que el auto de Cam desaparecía rumbo hacia donde habíamos ido.
– Estamos dejando huellas – hable y ella levanto la cabeza. Nuevamente estábamos cerca y esa cercanía era tensa, llena de electricidad entre nuestras pieles.
– ¿Nos adentramos más al bosque? – pregunto a cambio como si no se hubiera dado cuenta de la posición en la que nos encontrábamos y yo asentí.
– Debemos hacer algo con las huellas – y el cielo, como escuchando nuestras suplicar, dejo caer nieve nuevamente.
– Eso lo mantendrá – y ella se levantó separándose de mí – ahora, adentro – y comenzó a caminar hacia el bosque, mucho más al fondo.
Mis ojos viajaban hacia ella, hacia el hecho de sentir una extraña conexión entre nosotros y después me encontraba viendo a otro lado, cualquiera, siempre y cuando ella no estuviera ahí pero a medida en la que avanzábamos su respiración se hacía más dificultosa y nos encontramos con la fría ventisca helada que preveía una tormenta, de nuevo.
Comencé a temblar y ella se dio cuenta de ello pero no hizo nada, de la misma manera en la que yo tampoco me queje.