Landon Green
– Es neurastenia, nada de lo que deba preocuparse señor Green –hablo el doctor de la familia.
– Neurastenia es… –murmuro Manson escribiendo la palabra en su celular.
– Una alteración del sistema nervioso autónomo, provocado por las emociones fuertes o una mala dieta. En el caso de la señorita Fiore creo que ella ha estado sobrexigiéndose física y mentalmente.
– ¿Estará bien? –pregunto mi padre y el doctor asintió.
– Solo necesitan hablar con ella, ver que problemas la saturan y darle descanso.
– Bien, es todo, puede retirarse –hablo padre y el doctor salió a paso veloz.
– Ya llame a su familia, su hermano estará aquí lo más pronto que pueda, sus padres están de viaje –hablo Manson.
– Entonces hay que esperar a que despierte –la miro padre y soltó un profundo suspiro– Landon, cuando despierte dile que quiero hablar con ella –miró la cicatriz en su mano, en la mano de la frágil muchacha y aquello solo pareció derrotarlo más.
– Quiero que descanse –le dije y él me contemplo un segundo antes de negar con la cabeza.
– Primero debo hablar con ella.
– Padre, por favor, no la presiones.
– Cuida de ella Landon –él coloco una mano sobre mi cabeza y sonrió– después de todo mi futura nuera no debe de sufrir, ¿verdad? –el rubor corrió hacia mi cara quemando mis orejas y Manson sonrió cuando padre se retiró también dándome una mirada cómplice.
– Entonces mi cuñada no debe sufrir –murmuro.
– Ella aun no es… ni siquiera paso un minuto después de que me le confesé y…–pero no importaba porque casi podía haber muerto del susto cuando la vi caer hacia mis brazos.
– ¿Crees que te rechazara?
– ¿Crees que podría aceptarme? Después de todo lo que le he hecho pasar –me sentí tan confundido y aterrado. No podía pensar en mis sentimientos ahora cuando ella lucia acaba en mi cama.
– Los dejare solos –hablo mi hermano poniéndose de pie– y no te preocupes, ¿crees que ella habría llorado por ti si no sentía nada?
– Gracias…
– No te pongas todo dulce ahora Landon, me asustas.
Manson se fue.
Dejo entonces que al fin mi espalda se encorve con todos los problemas que tengo pesando encima y la observo tendida en la inconciencia sobre mi cama, con las pestañas aun con residuos de lágrimas en ellas y me doy cuenta de que mi corazón no podría doler más en ese momento.
Me siento derrotado, me siento herido y con unas esperanzas terribles amenazando con salir, pero aun así, con miedo, con miedo por ella, con miedo de su rechazo.
Ella ya me había rechazado antes en su decisión de dejarme ir, de no volverme a ver y yo había sido tan estúpido como para no ir por ella. No sería el mismo estúpido de nuevo, no cuando ella lo valía.
La bella chica del foso.
Cogí su mano casi sin percatarme de la naturaleza que me llamaba a reclamarla y quite la venda que cubría su cicatriz y desee poder sanar cada herida en su corazón así mismo como amé lo que representaba aquella cicatriz.
Ella había dado su sangre por mí, ella había aceptado aquella herida con gusto con tal de no verme morir y lo único que yo había dicho había sido “asesina”. Ella lo era y lo aceptaba pero porque no tenía elección y yo había oído la historia de parte de ella así como la parte que me narro su hermano y entonces me sentí como un niño caprichoso que solo había visto lo que quería ver.
Bese la cicatriz en su mano amando la esperanza que me daba ella, amando el recuerdo de los sentimientos que habíamos cuando nos habíamos besado.
No podía sentir más que aquella abrumadora verdad. Yo la amaba y no importaba nada más porque la aceptaría con todas sus dudas así como miedos y los borraría porque ella…
– Estas llorando –ella hablo y me sentí incapaz de mirarla.
Cerré los ojos con fuerza presionando a las lágrimas a retirarse. Me sentía débil frente a ella, me sentía aterrado pero listo para la bala que deseara dispararme.
– ¿Por qué? –pregunto con una voz delicada, muy diferente a todas las que había oído provenir de ella, como si le hablara a algún animalillo asustado.
– Por ti.
– ¿Estoy así de mal? – se burló y su mano tembló cuando trato de tirar de ella, cuando trato de arrebatármela– suéltame Landon.
– No.
– Por favor –suspiro cansada y levante la mirada al fin. Sus ojos rehuyeron de los míos brillando de un apagado tono oro– realmente me destrozas, ¿lo sabias?
– ¿Yo destrozo a la gran Jasmine?
– Si, haces que solo desee que esto termine –enfrento mis ojos y capto la humedad de mis mejillas, capto las lágrimas que nunca le había mostrado a alguien, capto mi temor y debilidad– y lloras cuando yo debería de hacerlo en tu lugar.