Al otro día al despertar Marcela estaba apegada aún más a mi cuerpo, hacía mucho calor, a tal punto que estábamos pegados por el sudor.
Pero esta tiró su cola más hacia atrás chocando con mi pelvis, provocando aquello del día anterior, como mi entrepierna se apretaba contra su trasero.
Giró quedando frente a mi.
Se sentó frente a mi.
Llevó su mano derecha a su boca, se veía muy tierna, mientras se ponía roja.
Quedé impresionado ante lo que dijo.
Sonrió tímidamente.
Mi respuesta solo fue acercarme, para darle un fuerte abrazo.
Luego de levantarnos y asearnos, sin tantos problemas como el día anterior, desayunamos y comenzamos a ver películas en la televisión.Donde estuvimos en todo momento apegados el uno del otro, incluso ella tomó mi mano, no comprendía, pero la dejé que me la sostuviera.
Tras terminar la película, almorzamos tranquilamente, regresamos a ver la caja idiota, no estaba acostumbrado, pero era divertido charlar y comentan lo que veíamos, era graciosos ver los errores de los programas.
Ver aquella emoción con la cual veía las películas, era la misma que plasmaba su propia vida, estoy seguro que en cualquier momento se va a poner a cantar o incluso música la acompañe mientras hace algo, si me pongo a analizarla, estoy seguro que la melodía que la sigue es una suave, tranquila, compuesta por el coro más tierno que puede haber.
Preferí ignorar las palabras de él.
EL tiempo lamentablemente pasó muy rápido, pues cuando marcaron las cuatro de la tarde, era el momento que debía volver a mi casa, desde aquí sería más lejana las venidas a la casa de Marcela, pues en unos cuantos días empezarían las clases, por lo tanto se reduce considerablemente, a lo ocurrido en este maravilloso mes.
Tras ordenar la habitación, tomar mis cosas, fui a tomar el microbús, donde ella me acompañó hasta que pudiera tomarlo, cuando se vio que llegaba volteé a verla, sus ojos comenzaron a asomarse unas lágrimas.
Tomé su rostro, limpie sus sollozos ojos con los pulgares.
El autobús estaba llegando, levanté la mano para que parara. En ese momento fui abrazado por ella, le regresé el gesto, sosteniendola por sobre mi cabeza, teníamos la misma altura, pero era más liviana que yo, me costó un poco, pero se sintió bien, cuando estaba parando el vehículo, nos besamos por última vez ese día.
Levantó la vista y me regaló una hermosa sonrisa, mientras asentía.
Me subí al microbús, tras soltarnos las manos, la puerta se cerró, en todo momento ella no despegó la mirada hasta que se perdió con el avance del vehículo.
Respire profundamente y di media vuelta.
Pagué mi pasaje que era local, por lo tanto era la tarifa más barata, treinta centavos.
Sentí un frío en mi espalda, como si algo pudiera ocurrir, mientras me alejaba, tenía la sensación de que no vería más a Marcela, algo iba a ocurrir, sentía a lo lejos ruidos sordos a los cuales no prestaba atención. Hasta que fuí desentonado de mis pensamientos a través de un fuerte golpe en la cabeza que me hizo tambalear.
Giré molesto sosteniendo lo que me había golpeado, al verlo era una mochila escolar, a mi derecha había tres jóvenes sentados en los asientos, uno adelante y dos atrás.
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Editado: 12.11.2024