Estuvimos acostados por no se cuanto tiempo, pues incluso tomamos una siesta, lo último que vi, eran las seis de la tarde y cuando despertamos, eran las ochos, con la habitación en penumbras, en mis brazos tenía a Marcela, quien seguía durmiendo plácidamente.
Una brisa de aire entraba en la pieza, por lo cual me levanté a cerrarla.
Hacía frío ya para junio, iba estábamos a las puertas del invierno, en cuatro días más, el calendario estaba por marcar veintiuno. Cerré la ventana, que estaba un poco abierta, para que se ventilara el lugar, esto lo hizo ella luego que hicimos ese “juego”.
Prendí la luz, vi a mi novia, se movió incómoda, tenía frío.
Me acerqué, su falda estaba muy levantada, a tal punto que su ropa interior estaba visible un poco por detrás, eran unos rozados calzones, le bajé la falda, cubriendo lo máximo posible sus delgadas piernas, le quite los zapatos y por último le tapé con la cubrecama, estaba entumecida realmente.
Entré en su ropero, vi si tenía unos pantalones, al fin encontré un buzo negro, que le puse, dejando su falda por arriba, por lo cual tuve que levantarsela para poder vestirla bien, quizás fue innecesario, pero todo el día quise ver debajo de esta, así que valió la pena.
Así como dije, hice, estuve viendo una película que encontré para mí, que trataba de mitología griega, exactamente la Odisea.
Estaba muy entretenido viendo la miniserie que era realmente.
Pausé la reproducción, me di vuelta.
Solo pude reírme ante lo que me dijo.
Cuando se levantó, fue a la cocina, donde puso la tetera.
Se sonrojo ante lo que dije.
La noté aún más sonrojada, mientras jugaba con los dedos índices, mientras los apoyaba por encima de su pecho.
Cuando estuvo listo todo, cenamos juntos, conversando tranquilos, de cualquier tema.
Me dijo justo cuando mordía mi pan con manjar, que lo miré y me largué a reír.
Saqué un poco de manjar con el dedo y se lo mostré.
Comenzó a reír.
Le pasé el manjar por la nariz.
Vi como tomaba un poco de mantequilla y me lo untaba en la mejilla, a mi visión, se movió a una velocidad de tortuga, aun así permití que lo hiciera, quería ver su sonrisa.
Me acerqué a ella, sus ojos estaban brillando en su tono avellana, tomé su rostro, estiró sus labios un poquito, pero lo que hice fue lamer el manjar de su nariz.
Haciendo lo mismo que hice, arrugó un poco su cara.
Tomó el manjar y se untó en la boca.
Hice lo que pidió, usando mis labios y la lengua, lo cual fue curioso.
Me puse a reír.
Cuando terminamos, ordenamos y fuimos a la habitación, nos pusimos nuestros pijamas y estuvimos así el resto de la noche, nunca en mi vida me había acostado para dormir tan temprano, sin acostarme, eran las nueve de la noche.
Luego de jugar en distintos tableros, desde ajedrez, siendo la primera vez que jugué, me explicaron las reglas y tras unas partidas pude lograr vencerla.
Tenía las mejillas hinchadas, demostrando una notoria molestia.
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Editado: 12.11.2024