Capítulo 40: En Buenos momentos
Tras una semana movida, llegó Julio, y con este mes, el momento de ir a la playa, el día elegido fue el cuatro de Julio, el cumpleaños de Marcela, puedo diferir que esta salida es su regalo de cumpleaños.
Tuve que llegar temprano a las siete de la mañana, por lo visto había que aprovechar lo máximo posible, ya que se veía el viaje.
- Feliz cumpleaños querida Marcela - exclamé alegre.
Le extendí para darle su regalo, me respondió con un abrazo y un beso.
- Te acordaste querido Anthony - exclamó sonriente - que felicidad más grande.
Tomó el regalo y lo abrió con ansias.
- Pero qué hermoso - exclamó emocionada - me encantó muchísimo Mamá, Papá, miren la polera que me dió mi novio.
Se sacó el polerón y se la puso por encima de su polera.
- Es muy linda - exclamó la Madre - tiene buen ojo.
- Muy buen diseño - respondió el Padre - me pregunto cómo dió con la talla.
- Como le hiciste para pedirla a mi medida - dijo Marcela intrigada - nunca me has preguntado cual es mi talla.
- Busqué la más pequeña y pedí que alguien con tus medidas la probara - respondí bromeando - luego abracé la muchacha.
Los Padres se taparon la boca para no reírse.
- Espero que no sea verdad - exclamó mirándome con seriedad - es broma, ¿cierto?.
- Así es - dije riendo - nadie puede usar tu talla.
El padre explotó en risas.
- Nadie tiene una talla tan dulce - complete.
- Es tan dulce - exclamó, dándome un abrazo.
- Ya chicos, debemos estar listos - comentó la Madre - Ve a ver si tienes todo y abrígate hija, que hace frío.
- Sí mamá, ahora voy - respondió.
Todo listo, nos subimos al auto, que era conducido por el señor Bruno, con su esposa como copiloto, mientras nosotros estábamos en la parte de atrás, dormimos tapados con una sábana por una hora, al despertar, noté que este auto era más grande y espacioso que el otro, además de lujoso, pues incluso tenía una ventanilla en la parte superior. Cuando íbamos en la carretera a toda velocidad, nos permitió asomarnos con su hija, ambos podíamos al mismo tiempo, era primera vez que viajaba y era una de las mejores experiencias que había tenido hasta ahora, aunque quizás fue más el grato ambiente que se dió, pues conversábamos todos, mientras el padre de Marcela, decía cosas bastante graciosas, algunas subidas de tono, donde era criticado por su esposa, lo cual siempre era en un tono divertido. Todo marchaba tranquilo, hasta que subimos por una colina muy grande y luego vi un reflejo a lo lejos, un brillo enorme que iluminaba todo el horizonte, era una fantástica visión, antes ya había venido, pero nunca puse atención, ya que mi experiencia era mermada por Joaquín y particularmente Verónica.
- Que ocurre querido Anthony - exclamó Marcela.
- ¿Acaso siempre se ve así? - dije incrédulo - ¿el mar?.
- Así es Anthony - comentó alegre - ¿qué te parece?.
- Hasta el momento, se ve grandioso - respondí - es una vista fantástica.
- Y espera llegar hasta abajo - respondió - de frente es mejor aun.
Las calles en verdad eran extrañas, pues estaban en cerros junto al océano, por lo cual de repente podías subir y luego bajar, siendo un trayecto bastante curioso. Cuando llegamos a nuestro destino, entramos por un portón muy grande, con unas altas murallas, era un lugar con un decorado reluciente, con palmeras, con un edificio muy ostentoso.
- Que lugar es éste - exclamé asombrado - parece de revistas.
- De hecho ha aparecido en revistas, pequeño - comentó el señor Bruno - pedí unos días para venir aquí con la familia, espero que disfrute el lugar.
- No puedo encontrar la manera de no disfrutarlo - respondí - muchas gracias por la oportunidad de aquí, espero no ser una carga.
- ¿Qué acabas de decir? - comentó mirándome - ¿qué tu puedes ser una carga?, recuerda que eres parte de esta familia ya,¿entendiste?.
- Si, lo entiendo - respondí - lo siento.
Se acercó a mí, su señora tomó el volante y me sujetó la cabeza, para refregarla, tapando mis ojos en el proceso.
- Qué estás haciendo cariño - exclamó la señora - ten cuidado, mira al frente.
Ambas comenzaron a gritar asustadas.
- Papá, deja de jugar por favor - exclamó Marcela.
Me soltó y se estacionó sin problemas.
- Tranquilas, Anthony es el único que entendió mi juego . dijo a carcajadas - además, soy un As en el volante, es imposible que choque, puedo manejar sin ver.
- Espero que nunca lo hagas - exclamó su esposa.
- Ya lo hice antes - dijo sonriente - incluso probé dormir, pero no se puede.
- Ay, dios mío - exclamó la señora - en verdad eres único.
- Listo familia, hemos llegado ya - comentó - pueden bajarse, pediré al botones. que nos lleve las cosas a las habitaciones y nos muestre cuales nos tocan.
Como dijo nos bajamos, él comenzó a hablar con un joven vestido de rojo, muy elegante.
- En verdad, a veces pienso que papá está loco - comentó Marcela mareada, quien se sostuvo de mi hombro - no comprendo las cosas que puede llegar a hacer.
- Tu padre no maduró por completo - dijo su mamá - es alguien muy alocado y lo es así desde que es niño.
Tras llegar a nuestras habitaciones, nos dejaron una con dos camas para compartir, la suya estaba contigua a la nuestra.
En verdad era un lugar fantástico, cuando dejaron nuestras cosas, fuimos a dar una vuelta.
- Ya chicos, en este lugar están seguros - exclamó el señor Bruno - por lo tanto pueden ir a pasear dentro del recinto, son las una de la tarde a las dos, deben llegar pues vamos a almorzar.
- De acuerdo - respondímos al mismo tiempo.
Me tomó de la mano y me llevó corriendo.
- A dónde iremos - exclamé.
- No lo sé - respondió - solo quiero dar una vuelta.