En el Más Allá

Capítulo 43.5 A6

No era lo que esperaba, pues estaba en un terreno desértico, con un muro de tierra que se elevaba,  era fácil concluir una quebrada y yo estaba al fondo.

Al poco me percaté de que todo era demasiado alto, pues miraba a mi alrededor desde el suelo, donde estaba acostado.

  • Bienvenido Anthony, al fin duermes o has despertado - escuché una voz conocida - te traje de nuevo, para continuar nuestro juego.

Me senté, miré a mi lado,  estaba aquel sujeto con traje y sombrero negro.

  • Estaba tan ansioso de este momento - continuó - luego de nuestro pequeño, percance, el juego continúa.

Realicé una voltereta inversa, para levantarme sin darle la espalda por completo, me puse en posición de combate.

No quería decirle nada, el más mínimo descuido sería mi fin.

Mi corazón latía a mil por hora, solo quería salir de aquí a toda costa.

A pesar de ser mayor a la última vez que lo vi, su altura no ha cambiado nada.

  • Ven hacia aquí - dijo con su profunda y burlona voz - continuemos nuestro juego.

Tenía mis piernas temblando, lo único que podía hacer, era solo temblar.

Apenas dió un paso hacia mí, yo retrocedí tres de inmediato.

  • Creo que definitivamente, deberé actuar solo - exclamó jubiloso - me encanta.

Abrió su boca, mientras se relamía los labios, una vez más su inmensa hilera de dientes como serrucho aparecieron con una horrorosa sonrisa.

continuó acercándose, lenta y pausadamente, mientras trataba de retroceder cuanto podía, sus pasos retumbaban en toda la zona.

En menos de un pestañeo ya estaba sobre mí, mirándome desde arriba, debajo del sombrero no se veían sus ojos, era todo sombras y oscuridad, como una neblina profunda, eternas tinieblas en un vacío, hasta que abrió la boca, mostrando su largos dientes de cerca, de los cuales caían saliva.

No reaccioné hasta que sentí su dedo rozando mi pecho, al mirar que lo hacía di un salto hacia atrás lanzando una llamarada, me mantuve preparado ante cualquier cosa.

  • Las recordaba más ardientes - escuché detrás del fuego.

Las llamas comenzaron a girar sobre un centro, contrayéndose, para luego aparecer en su mano, como una esfera que  la miraba con un posible interés. La levantó e introdujo en su boca, la cual abrió desproporcionadamente, comiéndosela en el proceso, por último eructo.

  • Bastante picante - comentó - me gusta.

Quedé paralizado ante lo que hizo, «esto es imposible, las kinesis logran dañar a los demonios y este es uno, esto no tiene sentido».

Comencé a airearme, mi respiración era agitada.

Apareció frente a mi de imprevisto.

  • Debo ser cuidadoso, no quiero que te rompas - exclamó - la última vez te corté el brazo y parti tu pequeña cabeza con facilidad, así que usaré un solo dedo.

Antes que pudiera apartarme, me tocó con su índice, fue muy poco, pero lo suficiente como para lograr hacerme sentir una gran presión en todo mi cuerpo, inevitablemente salí volando por los aires, chocando con el muro de rocas, el cual lograba romper con mi cuerpo, este tronaba y rasgaba mi carne. 

Caí de espaldas, me dolía todo, levanté mi brazo derecho, tal como creía, estaba rajado, veía la piel abierta, pues tenía un corte del hombro hasta la mitad antes del codo, la sangre fluía empapando todo.

Comencé a gritar del dolor.

  • Maldita sea - grite apretando los dientes.
  • Pero qué obseno  eres para hablar - exclamó Armishel ofendido - ¿con esa boca besas a tu madre? o acaso no te enseñó modales, niño mal educado.

Tu madre, acaso se refería a Verónica.

  • Ella no es mi madre - exclamé molesto - no permitiré que digas aquello otra vez.

Me levanté furioso, mi brazo izquierdo no podía moverlo como correspondía, aun así apreté los músculos cuanto podía, presioné la herida y con el otro brazo, la cerré y le di una sutura con fuego, lo cual dolió incluso más que cuando me corté. Tenía la vista nublada ante el dolor., pero no me dejaría caer.

  • Pero Qué gran espectáculo - dijo aplaudiendo - cuantas veces podrás hacer eso.
  • Ya me tienes harto - exclamé jadeando - retira tus palabras, ella no es mi madre.
  • La puta pelirroja hablas - dijo sonriendo - recordaba que si.

No habló de Verónica, sino que de la mujer de mis sueños, cuando me llaman Gabriel.

  • «Gabriele, cierto estás aquí, respondé» - le dije en mis pensamientos.

Luego caí en cuenta de cómo le habló.

  • Que acabas de decir - grité - no hables de ella.
  • ¿Qué ocurre, acaso vas a hacer algo? - dijo riendo - vamos, inténtalo de nuevo.

Comencé a concentrar mi energía para darle un golpe, pero no lograba acumular una buena cantidad, entre el dolor y la rabia había un equilibrio que no podía romper, además mi respiración era muy inusual. En ese momento llegué a la conclusión, estaba desesperado.

  • Lo sabía - dijo - perdiste tu turno.

Volvió a tocarme con su dedo saliendo a volar por los aires, lo único que pude hacer, fue lanzar una llamarada y alejarme del muro, aún así caí pesadamente contra el suelo rocoso donde reboté.

  • Maldita sea, nada ha cambiado - grité frustrado - después de todo lo pasado y aprendido.
  • Exacto, ¿acaso querías enfrentarme? - dijo entre risas - tu, un pequeño insecto tan miserable, jamás logrará aquello, si tu amigo chupasangres quedó así, que quedará para ti, ser pisado.

Sentí una sombra arriba mío, al levantar la mirada vi su pie que caía sobre mi, alcancé a rodar evadiendo el pisotón que rompió el suelo.

  • Te dije que no hablaras más - grité furioso.

Sin pensarlo mucho lancé una rafaga de fuego, esta se sintió distinta, pues le escuché quejarse, volví a lanzarle más y más incansablemente.

  • Te voy a matar maldito - grité furioso.




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