En el Más Allá

Capítulo 44: Una Sensación Parecida

Desperté con un grito ahogado, abrazándo, sintiendo todos los órganos revueltos, giré sobre mí, solo para caer de la cama, mientras me llevaba toda la frazada conmigo. Estando de  boca abajo en el suelo, escupí sangre de mi boca. Me toqué el estómago, estaba ensangrentado, pero una vez más, no tenía heridas abiertas, como si el solo hecho de despertar, me  recuperara al instante, pero sintiendo los dolores.

Cuando me miré al espejo del baño, pude notar como tenía marcas en mi pecho, las garras estaban marcadas. En ese instante recordé que había pasado hace algunos días, me miré la espalda, solo para ver las marcas del extraño sueño donde me acuchillan, habían sido hechas por Armishel, era la prueba.

Era martes, por lo cual tuve que tomar la ropa, con la cual entrenaría en el gimnasio.

Al llegar al colegio me encontré con una aún deprimida Laura, durante el aviso de actividades de la profesora Adelia, nos sentamos juntos, mientras daba el aviso a todos que Máximo salió de la institución, pero a diferencia de Marcela, no le llamaron ,pues no dejaron ningun telefono de contacto.

El resto del tiempo lo pasamos sentados, hablando poco, pues ambos estábamos decaidos, ella por perder al niño que le gustaba por tanto tiempo y yo, por la lejanía de Marcela, además de no ver a mi mejor amigo, pero en el fondo sabía que ella estaba peor que yo, pues al menos sabía que volvería a ver mi novia, faltaba poco para eso, pues llegaría para el dos de enero, a penas inicia el dos mil seis, en tan solo veintiún días.

  • Lo bueno de todo esto, es que pronto estará ella - comentó dándose ánimos - siempre ha estado para los dos
  • Tienes razón - respondí - ambos la necesitamos.

Me miró y sonrió con una extraña mueca.

  • Pero ustedes no solo hablan - comentó - ambos se besan y hasta duermen juntos.

Aquello me dejó extrañado.

  • Si, pero eso es secundario - repliqué - lo importante es tenerla presente en mi vida.
  • ¿Osea los besos te dan lo mismo? - exclamó extrañada - pues al menos para mi eran importantes, pero en si no he recibido uno en mucho tiempo, sin contar el de ayer, ahora entiendo el porqué Máximo no hacía eso.

Por algún momento sentí que la conversación se tornaba incómoda.

  • ¿Por casualidad, no quisieras tenerme abrazada? - comentó - Antes lo hacía Marcela todo el tiempo, el último tiempo: Máximo, pero ya no hay nadie y eres la persona más cercana a mi, además se que sería incluso agradable.
  • ¿De qué estás hablando? - exclamé - no te entiendo.

Me miró con tristeza, sabía que algo dentro de ella le dolía mucho.

  • ¿Podrías cuando te lo pida? - dijo casi suplicante.
  • Pues bueno, no hay problema - le contesté nervioso.
  • Muchas gracias, Anthony - entonó alegre.

Apoyó la cabeza en mi hombro, era extraño, sentía que era indebido, pero luego recordé la foto de Marcela siendo besada en la mejilla, ¿acaso habrá besado a otro?, espero que solo sean malos pensamientos míos, pues en el fondo confío en ella, pero ya ha tenido otros pretendientes, como el hermano de Marcela.

Al finalizar el horario nos despedimos todos hasta el próximo año, estuvimos más tiempo en las instalaciones, donde nos cambiamos de ropa y esperamos el tiempo para ir al gimnasio. Durante el trayecto se sentían pesados los pasos.

  • ¿Realmente deseas entrenar? - le pregunté.

Respiró profundo

  • En realidad no me siento bien - contestó - quisiera pasar esta vez.
  • Si quieres te acompaño - comenté.
  • ¿En verdad lo harías? - respondió - pues si quisieras, te lo agradecería.
  • No hay problema, para eso están los amigos
  • Muchas gracias - exclamó - le decimos al entrenador Alejandro y a mi hermano.
  • De acuerdo - respondí.

Nos quedamos cerca de la entrada conversando de que haríamos en las vacaciones que comenzarán desde mañana, cuando sentí detrás mío unos brazos.

  • Hola mi bebé, ¿cómo estás? - escuché la voz de Karen - que gusto verte.
  • Hola Karen - respondí - pues estoy bien, gracias por preguntar, aunque algo cansado.
  • Tienen que descansar - respondió a los dos los veo igual.
  • Por eso mismo - exclamó Laura - no vamos a entrenar hoy.

EScuché una pequeña objeción que hizo mientras me soltaba

  • Comprendo a mis niños - respondió - si es lo mejor, que así sea.

Sentí la presencia que venía, estaba algo molesta o algo me lo decía.

  • Karen, vamos que se nos hará tarde para cambiarnos - comentó.

Tomó su mano y se la llevó sin saludarnos.

  • Nos vemos luego mis pequeños - exclamó sonriente.

En eso llegó Bruce junto al profesor, quien me miró con cierto interés.

  • Profesor, Hermano - exclamó - hoy no me siento muy bien, por lo cual no podré asistir, aproveché de avisarle.

El profesor la miró de arriba a abajo.

  • Si no puede comprendo - contestó - vaya a casa y descansa.
  • ¿Laura, estará bien que vayas sola? - dijo su hermano - si quieres te voy a dejar, si vas sola en ese estado, Henrry ya sabes como reaccionará.
  • Yo la voy a acompañar - exclamé - tampoco me siento muy bien.

Sus ojos se posaron en mi.

  • Ha sido muy cumplidor Anthony - comentó el entrenador - vaya y cuide a su amiga, se que están terminando sus estudios, lo mejor es que se descansen, si desean, tomense la semana, pues estos días vamos a organizar el grupo para la competencia que tendremos en enero.
  • Es cierto - exclamó Laura - pero no puedo participar, aun soy muy joven.
  • Así es hermana - respondió - se puede desde los quince años.
  • Pues bien, nos prepararemos - comentó el profesor - nos vemos la próxima semana,  entrenen estos días para no perder condición, que van bien, pero con cuidado.
  • Si entrenador - respondimos al mismo tiempo - nos veremos.




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