Lo siguiente es algo que nunca habría dilucidado que fuera posible, algo tan impresionante, que ninguna palabra podría describir la magnitud de la impresión que dejó un solo segundo, con una duración que te llevaba al infinito.
Una cegadora luz que brillaba en millones de colores nunca antes vistos, viajaba a una velocidad vertiginosa, el recorrido era amplio, podía sentirse el tiempo detenerse y el mundo contraerse al mismo tiempo, la realidad distorsionada y completamente deformada.
Al centro de aquella luz había una pequeña esfera, compuesta de una materia desconocida, la cual terminó dividiéndose y esparciéndose en una lluvia brillante, la luz no hizo más que expandirse hasta el infinito, convirtiéndose en un absoluto vacío, emergiendo desde la inexistencia un destello apareció, era como un colosal ojo que miraba solemne, con cariño, amor y ternura, era lo único que ofrecía aquella dantesca presencia, la cual corrompió el vacío con una indescifrable voz que exclamó dijo: “OM”, todo volvió a contraerse como si de una universal implosión de tratase, seguido a esto un grito aullaba en las profundidades de la oscuridad, estas se convirtieron era el llanto de un bebe.
Di una fuerte bocanada de aire, abrí los ojos, sentándome en la cama, mi respiración estaba en extremo agitada.
Recordando cuáles fueron las palabras que escuché, eso último tenía mucho sentido.
Miré al vacío, donde podía imaginarlo sentado en la cama.
Volví a acostarme mirando al techo, recordando lo que debía hacer ese día. Cada vez que viajaba al mundo onírico, era más complicado conectarse a los hechos del día, mientras más larga era la travesía, peor era la sensación.
Tras realizar la rutina del fin de semana, con la mochila lista me dispuse a salir temprano.
Al voltear, estaba Verónica, junto a Marina.
«Ya vino esta vieja de mierda, menos mal saldré».
Mira a mi hermana, la pequeña Anastasia, le hice un gesto con la mano, sin embargo miró un poco de soslayo y dió vuelta la cara, lo cual es extraño, pues solo tenía dos años, siempre me miraba con cariño, pero hace algunos días, comenzó a alejarse de mi.
Hecho esto me retiré hacia la plaza, donde me juntaría con mi amiga, al llegar, estaba sentada en una banca, frente a la fuente, la chica vestía una falda que le cubría hasta las rodillas, lo cual era bastante inusual en ella.
La joven se volteó y sonrió.
Antes la había visto con ese tipo de ropa, cuando se probó la muestra del traje que usarían para concursar en torneos de Cheerleader.
Me senté a su lado, mientras miraba sus piernas.
Me sacó de la vista que tenía.
Se aproximó analizando, a una distancia que si avanzaba unos centímetros podríamos chocar nuestras narices.
Sentí una presión en mi pecho, la cual me gritaba: “Marcela”.
Se aproximó aún más.
Respondí asintiendo, pero antes de terminar se abalanzó abrazándome, apoyando mi cabeza en su cuello.
Sus palabras derritieron mi corazón, pues sentí una acumulación de sensaciones, el dolor de perder a mi novia, ver la vida de Kenshin, su historia llegó a su fin junto a la persona que amaba, pero cuando vi su alma junto a la de ella, fue quizás lo que me destruyó, pues pude ver más de lo que debería, recuerdos de un pasado que nos persiguen, de historias que formamos juntos, Aratani, la esposa de un antiguo yo, era la misma persona que conocí como Marcela, pero en esta vida el destino estuvo lejos de sonreirnos.
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Editado: 12.11.2024