Antes de darnos cuenta, había llegado Diciembre, pero de la misma forma que llegó, se estaba despidiendo, pues con todas las calificaciones aprobadas, lo único que quedaba, era el hecho que debíamos graduarnos.
Al subir a ese escenario, donde los padres estarian para recibir a sus hijos, tras terminar el ciclo básico de estudio, tres pensamientos estaban clavados en mi mente, el primero, no estaban mis padres, al menos los que deseaba, aquel hombre llamado Michael, que soñé alguna vez, similar al señor que vi hace solo unas semanas, o Liliana, quien es idéntica a la mujer pelirroja, su situación me pone tenso, puedo verlo a ellos, pero que estén juntos, pero tanto tiempo viendolos, tantos años en las sombras observandolos, con regularidad, no tiene sentido porque ocurre esto, lo segundo, tanto Joaquin como Verónica no estaban presentes, un hecho que me causaba más tranquilidad que malestar, al menos no necesitamos una ropa especial para poder asistir, sino, habría pasado otro ridículo más. Por último, a tres personas de mí, estaba Laura, quien ya me comentó en donde pasaría su secundaria, en la secundaria del Sur, mientras que a mi me dirigieron al instituto de preparación campesino o del campo, aunque no me interesa.
Aún así, lo único que debía hacer era en ese momento, fue sonreír, al frente de un grupo de personas que poco o nada me interesaban, entre el público pude reconocer a Henry, quien sonreía a Laura, también a los padres de Victorio, tal cual decían, eran una modelo de presencia y desplante, lo cual me hacía pensar que quizás fue adoptado, para cómo salió su hijo.
Mientras veía a todos aplaudir felices, pude por una milésima de segundo un pequeño resplandor, en donde deberían estar mis invitados, se podían divisar ambas figuras, mis padres de los sueños, por un breve instante, me pareció verlos, fue como una dulce puñalada en mi pecho, un sueño vivido.
Cuando nos bajamos, muchos comenzaron a llorar de mis compañeros, pasamos a la que fue nuestra sala de estudios, para hacer la despedida de nuestro ambiente, la profesora Adelia pasaba por nuestros puestos dándonos un abrazo con un mensaje, lo que sería nuestra última conversación con ella.
Su rostro palideció ante mis palabras, mostrando un asombro absoluto.
La miré atenta, a lo cual me respondió con sus ojos llenos de ternura.
Tenía una caja llena de papeles doblados, como si fuera un tarjetero, tal cual dijo, extraí uno que guardé en mi bolsillo.
Para cuando terminó todo, nos sacaron de la sala, estando acompañado de Laura en todo momento, nos encontramos con Henry el cual tenía una cámara fotográfica.
A lo cual asentí.
Nos miramo con Laura, debo admitir que en la noche, solo iluminados con las tenue luces amarillas de los faros que estaban en el colegio, se resaltaba más la belleza de ella, a lo que creia que seria un abrazo fraterno, se convirtió en un cálido abrazo, me envolvió en sus brazos en mis hombros, lo cual respondí tomándola de la cintura.
Fuimos iluminados por un flash a nuestro lado.
Durante las vacaciones, nos dedicamos a salir juntos, practicar deporte y caminar por los alrededores de las plazas cercanas.
El lugar por donde más pasaba, era aquella casa, donde solía ver a la mujer pelirroja y el hombre, con ambos cruzábamos miradas continuamente, algo me llamaba a tener una conversación con ellos, sin embargo, siempre ocurría una circunstancia que nos impedía.
Hasta cierto día, en una ocasión donde iba a solas, cuando llegaba por aquella zona, un hombre grande salió, este caminó en la misma dirección, no me costó intuir una cosa, me estaba siguiendo, apuré el paso, a lo cual también hizo, por cada tres pasos que realizaba, el los avanzaba en uno solo, cuando estaba a solo dos metros pude ver su porte, era enorme, cuando me dispuse a correr, de un salto llegó hasta a mí, para tomarme del pescuezo y levantarme por los aires.
- ¿Por qué me persigue señor? – exclamé asustado – solo estaba pasando por la zona.
Mi giró sin soltarme, no sacaría nada con patalear, solo recibir un golpe, sin embargo, en caso que las circunstancias se pusieran complejas, tendría que defender, no obstante, debía evitar pelear a toda costa, me puso frente suyo, con los pies colgando a veinte centímetros del suelo, me aproximó a su rostro, el hombre era de contextura tosca, tenía una cicatriz en la mejilla izquierda y otra en la ceja, sus ojos eran azules, tenía el cabello rubio con varias canas adornando su cabello, sin embargo su expresión pasó de dura y molesta a interés, pues comenzó a verme en varias perspectivas.
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Editado: 12.11.2024