No podía creer que estuviera haciendo esto por el imbécil de mi hermano. Llevar dos docenas de rosas rojas. ¡Me parecía una reverenda tontera! Y más en esté día. Creo que si la persona te ama, no va importarle la cantidad, pero parece que la novia de mi hermano no lo cree así. Si la chica no fuera tan materialista se conformaría con una. Porque eso es lo que vale, el cariño y el amor o esa estupideces que dice mi hermano mayor que te hace sentir cuando encuentras a la persona correcta. Pero bueno, no puedo hacer nada, ya que de alguna manera lo tiene hechizado, como si le hubiera dado té de calzón.
¡Es que en serio!
No reacciona. Creo que el amor te estupidiza. O al menos el que vive mi hermano con su novia, Jennifer.
Corrí cuando lo visualicé con total inquietud, moviéndose de un lado a otro en el asfalto.
—Demonios, Deneb. ¿Acaso fuiste a plantarlas y esperaste a que crecieran para luego cortarlas? ¿Por qué te tardaste tanto?
Presento a mi maravilloso hermano, el cual estaba mencionando. Su nombre es Luis, tiene 24 años. ¡Oh, y su signo zodiacal es Capricornio! Y bueno, que puedo decir, el único guapo, bello, hermoso de la familia Ramírez, era yo.
¿Qué? Esperaban el nombre de él. Ja. Las cosas como son.
—¿Acaso intentas atacar a un zombi con tantas rosas?
Aunque, bueno. Su novia si parecía un zombi con esa plasta de maquillaje súper clara para la piel.
—Muy gracioso —vuelca los ojos—. Y son girasoles, no rosas. Ahora ayúdame.
—¿Qué? No, ni loco. Suficiente fui tu burro para traer tus mendigas flores ─me lanza esa mirada de cachorrito solitario─. ¿Qué? ¿Acaso quieres sostenga su bolso cuando venga y sacuda el asiento del auto para su majestad?
Y sin respuesta me alejo de mi hermano, enseñándole el dedo de en medio.